Editorial junio: la memoria nunca debe olvidarse.

“10 de junio no se olvida”. En las noches, para no ser vistos, los jóvenes pintaban ese llamado a la memoria colectiva, habían sido masacrados en 1971 solo por haberse manifestado públicamente. A las víctimas de 1968 se sumaban las de 1971.

Aquella generación no se doblegó ante amenazas, muchos tomaron el camino de las armas, la defensa armada antes que perder la dignidad y la patria, si el mandatario principal en México, era parte de la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A. por sus siglas en inglés). ¿Qué se podía esperar?, la resistencia se organizó poco a poco, algunos lucharon heroicamente en las ciudades, otros en zonas rurales, el Estado mexicano respondió con más violencia, formó cuerpos represores clandestinos para detectar la inconformidad social, la llamada “guerra sucia” contra el pueblo se instauró. Miles de asesinados, torturados y desaparecidos políticos, pero nosotros no olvidamos.

En junio nos toca recordar a nuestros compañeros que nacieron en este mes, llegaron y entregaron sus vidas a nuestra Patria, recordamos con especial cariño a Manolo, nuestro inolvidable “placa chica”, pues bromeando, imitaba la voz de los “influyentes” y por esa razón se le decía así “placa chica”. En México los oligarcas portaban en sus vehículos numeraciones de dos dígitos, para señalar que eran influyentes. El pueblo los bautizó como “placas chicas”, eran detestables.

En esta ocasión vamos a transcribir un fragmento del artículo escrito aparecido en el órgano de comunicación interna NEPANTLA No. 30, en el número especial dedicado a los compañeros Mario y Ruth que fueron masacrados en el año de 1983. El artículo se escribió para recordar a la compañera Ruth quien cumplia años en junio

Ruth siendo muy joven se integró a la lucha clandestina, y formó con trabajo político, a muchos de sus subordinados. El ejemplo y su sacrificio nos impulsan hasta hoy a ser cada vez mejores militantes. Aunque los tiempos han cambiado, el imperialismo existe, y no se puede confiar en él.

En la editorial de ese ejemplar de Nepantla, se señala “Recordar a nuestros héroes, es reanudar su trabajo en la medida de nuestra capacidad. Así lo hubieran querido, porque fue ese trabajo el que dio sentido a su vida revolucionaria. Y también a su muerte; pues la asumieron como una posibilidad –terrible-, pero una más- que se convirtió en necesidad para que la lucha continuara.

Y continuará. Nosotros lo haremos. La memoria nunca debe olvidarse.

Aquí el artículo:

Para el recordatorio de Mario y Ruth

“Ruth me conoció bastante antes que yo a ella, porque cuidaba de las entrevistas de mi responsable conmigo; eso lo supe porque ella me lo platicaba, regocijándose de que nunca me hubiera dado cuenta. Para las medidas de seguridad era muy meticulosa: La historia en el vecindario, las señales en la casa, quién podía salir al patio a tender la ropa, el plan de retirada. Un día le pregunté por dónde había que salir de la casa si llegaba la competencia. ¡Pues por el frente! Me contestó de inmediato… Y así hizo cuando tuvo que hacerlo.

El cuento en el vecindario decía que yo era su tío. Muy pronto dejaría de ser cuento porque empezó a llamarme tío hasta dentro de la casa; ese lazo familiar llegó a hacerse muy sólido; Ruth aligeraba así, generosamente, la carga que en los primeros meses después de la incorporación significa el tener que abandonar a la familia. Al poco tiempo también Mario se convertiría en mi sobrino…

Pero no vayas a creer que el vínculo familiar ablandaba ni tantito a Ruth. Con ella no había amiguismo (ni tiísmo) que valiera cuando uno se equivocaba; era totalmente intransigente cuando se trataba del trabajo y de la crítica. Su lucha contra el individualismo, el engreimiento y la sensiblería era implacable.

Me decía que hubiera querido seguir estudiando electrónica, que su sueño era operar nuestra planta de radiodifusión –que para ella era un hecho en el monte durante la guerra. Dejó, no obstante, su sueño de monte y electrónica, porque era consciente de que había que realizar otros trabajos. Ruth no tenía proyectos personales, estaba enteramente dedicada a la revolución, como lo demuestra la siguiente anécdota: Ella trataba las armas con enorme diligencia. Cierta vez consiguió una escopeta que no era vieja, pero que estaba muy mal cuidada; le sacó casi todo el óxido, pero quedaban manchas en el ánima del cañón, que se convirtieron en picadas cuando acabó de limpiarlas. Después de haberse afanado durante varios días con la limpieza de la escopeta, me platicó una mañana el sueño que había tenido la noche anterior; soñó que no podía quitar aquellas manchas porque, cuando se asomó bien por el cañón no eran otra cosa que la imagen del Ché… Su espíritu revolucionario no podía ser más íntimo.

Pero no sólo cuidaba las armas, sino todos los bienes de la organización que tenía encomendados; un pequeño detalle dará fe de esta su cualidad: tenía un frasco con desodorante que no se acabó en más de un año; y no se malentienda, Ruth era muy, pero muy limpia y aliñada. Pero cuando visitaba a cierto tipo de colaboradores, o cuando iba de “negocios”, se ponía aquello por no lucir diferente, era parte del atuendo, lo mismo que una blusa blanca, un trajecito sastre y un par de tobimedias que tenía.

En contraste, cuando un compañero no se gastaba todo el presupuesto de la intendencia, o cuando se cocinaba por mero trámite y no para complacer a los demás, Ruth se quejaba de la “comida cuartelaría”.

El sentido del orden de Ruth era también notable. Pero no era una de esas gentes compulsivas que necesitan del orden como marco de referencia para sentirse seguras. No. El orden de Ruth estaba al servicio de la eficiencia del trabajo revolucionario; ese orden podía cambiar de un momento a otro, según fueran las necesidades. En el año y pico que viví con ella, nunca se perdió algo, ni dejó de funcionar cualquier equipo sin su pronto arreglo. Era rarísimo que dejara de cumplirse algún punto de la orden del día que ella confeccionaba la noche anterior. Tardándose muchas veces más de una hora, reflexionando en las tareas que iba a encomendar a sus subordinados.

Con lo dicho hasta aquí pudiera pensarse que Ruth era algo así como un monumento solemne. Nada de eso: Hacía las cosas con gran naturalidad, era muy alegre y de risa fácil. Le gustaba bailar y canturreaba casi todo el día. Alguna vez salió la muerte en la plática; Ruth dijo que en esta etapa de la lucha era muy probable para nosotros. Pero no vayas a creer que se puso sombría o melancólica, lo dijo que si estuviera comentando cualquier cosa, porque una de las cualidades de Ruth, aparte de su optimismo contagioso, era su objetividad. No se dejaba enredar con palabras. Objetivamente la muerte está siempre presente en nuestra lucha; ella la asumía con la naturalidad con la que tomaba también todas sus muy vitales responsabilidades cotidianas.”

(Hasta aquí el artículo escrito por el compañero José)




Conciencia y Condición de Clase como elemento común en los Pueblos Originarios

En nuestra historia política, y en la real, objetiva y necesaria transformación que debe ocurrir en nuestra nación toda, nunca hemos considerado a ningún sector social como innecesario o de menor importancia en el proceso de organización y transformación.

Lejos de ello hemos visto a los pobres, miserables (materialmente), desheredados, desterrados (los que vivimos al día y sin futuro seguro alguno), como actores potenciales de organización, conciencia y transformación.

Nada o muy poco tenemos qué perder y sí mucho que contribuir al horizonte de transformación revolucionaria. Mas no es espontáneo ese camino y proceso; atraviesa por la conciencia, el crecimiento político -personal y colectivo- y la organización.

La participación es necesaria pero siempre fruto del acto voluntario.

Nuestra historia nacional y sus etapas determinantes han sido eso: procesos organizativos con la participación voluntaria de variados actores. Pero en ellos, ¡las y los trabajadores todos!  han sido imprescindibles.  Trabajadoras urbanas y del campo; trabajadores.

Sin embargo, hay un sector que ha jugado siempre un papel fundamental en la historia nacional: los pueblos originarios; las comunidades indígenas. Lo sabemos si conocemos su participación en la resistencia frente a la conquista; en el largo proceso de independencia y en el proceso revolucionario mexicano de las primeras décadas del 1900.

Junto con los y las trabajadoras urbanas de la maquila, construcción y demás trabajos que apenas permiten la sobrevivencia, las comunidades indígenas han sido protagonistas de los peores actos de despojo, sometimiento y explotación, y han resistido.

Nos acercamos a ellos -como proyecto histórico- porque sabemos y sabíamos de nuestra historia nacional y de la realidad que se vivía y vive (bajo otras apariencias) en esas regiones excluidas, marginadas, pero siempre objeto de despojo y acumulación.

Nos acercamos por una razón más, que es la misma que nos une a otros muchos sectores: la conciencia de clase; la condición de clase.

Este elemento es fundamental. Nos identifica; nos permite la posibilidad de trazar juntos y comprometernos en ese horizonte de transformación.

Así concebimos a nuestros pueblos, y de ellos hemos aprendido.

En ese caminar conjunto entre el Partido Fuerzas de Liberación Nacional y los pueblos, hemos encontrado la misma conciencia y condición de clase más allá de las diferencias culturales: pueblos originarios o afro-descendientes de nuestra patria; pueblos del mundo con los cuales hemos tenido contacto en nuestro largo camino.  

¡Vivir por la Patria o Morir por la Libertad!

Partido Fuerzas de Liberación Nacional

México, 2022




Nuestro Proceso Histórico es un Proceso Colectivo

De la serie de cuadernillos sobre el PFLN, presentamos a continuación el siguiente material:

Es por esto que nuestra organización político-militar, compuesta por compañeros como tú, como yo, sin prestigio nacional ni internacional, declaramos desde hoy y para siempre que somos los únicos responsables de los errores que se cometan. Las victorias son ya de nuestro pueblo…

Primer comunicado confidencial a los miembros de las FLN, Compañero Pedro, 1969

Desde el poder, es conveniente narrar la historia de los procesos sociales de cambio como obra de un caudillo; de una heroína; de un sólo líder. Es conveniente porque le da al Estado y a todos los intereses económicos a los que sirve y representa, la posibilidad de ocultar la construcción colectiva de los procesos sociales, con el objetivo de que el pueblo mismo se desaliente o considere innecesario su involucramiento.

Lo anterior, yace en el fondo del sistema político electoral mexicano: ¡voten por el héroe que trasformará el país!

Así, la historia; sus fundamentales momentos de evolución o cambio necesario, estarían hechos por héroes, caudillos y líderes mesiánicos y, por tanto: ausentes de actores colectivos y contingentes organizados y decididos, capaces de suceder mandos y dirección colectiva.

No es así.

La historia de los procesos de transformación revolucionaria ha sido y es una inmensa obra colectiva -siempre con una necesaria dirección, cumpliendo acuerdos de mayores instancias de toma de decisiones-. La responsabilidad es de todas y de todos.

Tal es el caso de la historia de las Fuerzas de Liberación Nacional.

El protagonismo (que pretende heroicidad) conlleva errores políticos que la historia juzga.  Es, por tanto, un desvío.

Bajo el protagonismo y la heroicidad, la decisión de los pueblos no se reconoce; tampoco su hacer: se ignora; se anulan las decisiones y mandatos de las asambleas; se usurpa el hacer y la voluntad de los pueblos.

Frente a los desvíos anteriores reiteramos: nuestra historia nacional y su indispensable y continua transformación ha sido, es y será obra colectiva; obra de todas y todos los actores a los que nos une una misma conciencia de clase, bajo una necesaria dirección ejemplar y colectiva.

¡Vivir por la Patria o Morir por la Libertad!

Partido Fuerzas de Liberación Nacional

México, 2022




La primavera volverá…

¿Sabe usted? A veces alienta mi corazón un algo… ¡es asombroso! Me parece que a donde quiera que voy no encuentro más que camaradas; un mismo fuego los abrasa, son todos alegres, animosos, buenos. Sin palabras, se entienden los unos con los otros… Viven todos en armonía y el corazón de cada uno canta su canción.

Todas las canciones son como arroyos que corren y se funden en un solo río, y el río fluye, ancho y libre, hasta el mar de las luminosas alegrías de la nueva vida.

Máximo Gorki, La Madre, 1907.

Les escribimos estas líneas con la llama del fuego de las madres en nuestro corazón, de ellas, las que mueven el mundo para que sus hijas e hijos regresen a casa, las que rompen el silencio y el miedo para que mañana nazca una nueva patria, una nueva humanidad, les abrazamos porque está naciendo un nuevo corazón.

Es en 1969 que se tiene el primer registro de desaparición forzada del Mtro. Epifanio Avilés Roja, en Ciudad Altamirano, Gro., por parte del Ejército Mexicano. El Comité Eureka tiene documentados 557 casos, entre ellos, se incluyen nuestros compañeros Pedro, Héctor, Fidelino, Tomás, Ricardo, Murcia y Alfonso que integran la “lista de Ocosingo”; fueron desaparecidos durante la Guerra Sucia y la impunidad se mantiene hasta el día de hoy.

El 28 de agosto del 1978, treinta y cuatro madres y cuatro padres del Comité Eureka iniciaron la primera huelga de hambre por los detenidos-desaparecidos, entre ellas se encontraba nuestra querida compañera de luchas diversas: Doña Rosario Ibarra de Piedra, quien falleció el pasado 16 de abril, ella y todas sus compañeras y compañeros con su ejemplo de lucha y denuncia comprometida sembraron semillas de dignidad y de Memoria Indómita.

“¡Ni una más, ni una persona desaparecida más!

¿Dónde están, dónde están?

¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

¡Vivas se las llevaron! ¡Vivas las queremos!,

¡Ni una persona más desaparecida!

Clamores convertidos en exigencia de miles de familiares y organizaciones sociales, son claro reflejo del pacto de impunidad que se sostiene en el tiempo…

Oficialmente se reconocen cerca de 100 mil personas desaparecidas en nuestro país y siguen incrementándose, sin embargo, proporcionalmente las voces de miles de madres mexicanas, familiares y de la sociedad también crecen. Día con día y noche con noche comprobamos que las desapariciones se convirtieron en una realidad que invade todo el territorio nacional y se mantiene en el tiempo como una práctica sistemática e idónea de control social, que se ha convertido en un componente constitutivo de los nuevos modelos de Estados pseudodemocráticos.

Actualmente los estados de Jalisco, Tamaulipas y Estado de México ocupan los indeseables tres primeros lugares con un registro oficial de más de 10 mil personas desaparecidas en cada estado (en total 37,784). Desafortunadamente, a la fecha no hay entidad de la República Mexicana que no tenga personas desaparecidas; tan sólo los seis estados del norte del país concentran el 31% de personas desaparecidas, el 27% del registro oficial nacional son mujeres y 14% son menores de edad de entre 0 a 17 años[1].  Así mismo, se reconoce sólo a 54 personas migrantes desaparecidas de 30 nacionalidades[2].

La seria crisis de desapariciones, en la actualidad y de las mujeres en particular, no obedecen sólo a graves violaciones a los derechos humanos como el feminicidio o la trata; del primero de enero al tres de mayo del 2022, han desaparecido a 1,953 mujeres, 18 de ellas han sido encontradas sin vida, 963 siguen sin reporte de localización. Esta atroz realidad no la podemos analizar fuera del contexto de la lucha por la disputa y control de territorios, población e instituciones del Estado, polarizada permanentemete en la disputa política partidista, electoral y oficialista. Así pues, las mujeres seguimos siendo usadas como botín de guerra, pero, sobre todo, las mujeres nos encontramos por diversos frentes poniendo los cuerpos para que ninguna más sea víctima de delitos y graves violaciones de derechos humanos. Nuestras vidas no pueden, ni deben ser un recurso a utilizar en esta y cualquier otra guerra que los imperialistas nos imponen.

Resultaría ingenuo pensar que estos crímenes de Estado, se resuelven con alertas de género que no funcionan, con políticas públicas simuladoras, con discursos mesiánicos para aletargar la angustia de la pobreza y la impotencia para encontrar la luz al final de túnel. Esta crisis no es coyuntural, los gobiernos de México en todos sus niveles y colores, el Ejército, la Marina y todo el aparato de Estado es represivo, son responsables de las desapariciones y de la seria crisis de seguridad y de derechos humanos; deben ser juzgados como lo que son: criminales de lesa humanidad.

Ha sido más de medio siglo de desapariciones continuadas, los datos oficiales se acercan a 100 mil personas desaparecidas en nuestro país; sin embargo, con mucho dolor las madres de personas desaparecidas y las organizaciones que han formado, nos informan que estas cifras no son reales, que se superan aceleradamente, que las promesas gubernamentales de no repetición son ofensivas. La desaparición forzada es terrorismo de Estado, utilizado también para el control social.

Los discursos y justificaciones de todos los gobiernos son las mismas, revictimizando y con lo más ruin de su existencia, señalando “que alguna razón debió de haber habido”, que se trata de “una falla humana masiva” o que las desapariciones se dan “por rebeldía y falta de comunicación con los padres”, como lo han dicho recientemente autoridades en Nuevo León. Si ayer hablábamos de una guerra en la que se desaparecían a militantes de organizaciones revolucionarias, hoy las desapariciones las vivimos jóvenes, menores, mujeres, estudiantes, periodistas, defensores de la tierra, trabajadores, migrantes…de primera vista, pareciera que no hay distinción para desaparecerte, pero sí la hay, para los sectores empresariales y políticos se crean comisiones especiales, fiscalías especiales, o para casos que pudieran tener costos políticos nacionales e internacionales; también se privilegia, y a la vez se fomenta la división de los movimientos sociales y de víctimas en todo el país, se simula buscar, se niega la posibilidad de verdad y justicia, se prejuzga y estigmatiza, se revictimiza hasta el absurdo más vil, se margina e ignora a las personas desaparecidas que son pobres. El Estado mexicano es un estado exterminador de sus propios pueblos, de la ciudadanía y de cualquier persona que transite por nuestro territorio. 

Por otro lado, a la fecha se reconocen oficialmente 52 mil cuerpos sin identificar y un sinnúmero de fragmentos de restos humanos recuperados por las madres y padres en lugares de exterminio, fosas clandestinas y fosas comunes, ante lo cual los gobiernos estatales y el federal, dicen que “facilitan esta tarea”, donando palas, camiones, dinero, pantalones…, para que se pueda continuar en la búsqueda de cuerpos sin vida, quizá de sus hijas e hijos.

Se invierte en bases de datos para registros oficiales de personas desaparecidas para jugar y simular con estadísticas la atención gubernamental a esta tragedia, pero que mantienen serios problemas de precisión de datos, de difícil acceso a la información para los propios familiares de desaparecidos, que no aportan para realizar estrategias de búsqueda y mucho menos para detener y erradicar las desapariciones en nuestro país. Comisiones de Búsqueda, Centros de identificación forense que como siempre corren el riesgo de que su operación sea efectiva, lo que implica que en verdad se invierta para procesos de búsqueda en vida, regreso digno a casa de miles de personas sin identificar en todo el territorio nacional. Fiscalías que niegan el derecho a ser buscados y simulan investigar para no comprometer a los diversos actores estatales, privados y de las redes de macrocriminalidad, y así mantengan estructurados estos pactos de impunidad. Estamos pues ante un genocidio.

Son muchos los agravios cometidos contra el pueblo mexicano, la dimensión de la crisis de seguridad que se traduce en: desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, feminicidios, despojo de los territorios y recursos de la nación, entre una multiplicidad de graves violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, nos exige como organizaciones sociales y revolucionarias seguir denunciando, construyendo alternativas de vida, verdad y justica para nuestros pueblos.

En un país donde se pretende desaparecer la verdad y la justicia, tenemos el digno ejemplo de las madres de personas desaparecidas, quienes nos han enseñado con firmeza, tenacidad, valentía y lucha organizada que no podemos petrificarnos, que debemos seguir organizándonos desde abajo, exigiendo la presentación con vida de los miles de mujeres y hombres, la mayoría jóvenes, que nos han arrebatado a plena luz. Presentación y regreso digno regreso a casa, esta es una lucha y legítima exigencia que se visibiliza por la incesante labor de las madres en este país.

Como nos han enseñado nuestras compañeras y compañeros sólo la acción de los pueblos erradicarán esta terrible y abominable práctica de las desapariciones, nos sumamos activamente al clamor y digna lucha exigiendo la justicia que nos ha sido negada y el castigo de todos los culpables por las más de 100 mil personas desaparecidas en medio siglo de terror. ¡Verdad, justicia y libertad!

¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!

¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

Madre, en tu día

No dejamos de mandarte nuestro amor.

Madre, en tu día

Con las vidas construimos tu canción.

Madre, que tu nostalgia se vuelva el odio más feroz.

Madre, necesitamos de tu arroz.

Madre, ya no estés triste, la primavera volverá,

Madre, con la palabra libertad…

Madre, Silvio Rodríguez

¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!

Comisión de Mujeres del Partido Fuerzas de Liberación Nacional


[1] https://versionpublicarnpdno.segob.gob.mx/Dashboard/ContextoGeneral , datos al 3 de mayo del 2022.

[2] https://versionpublicarnpdno.segob.gob.mx/Dashboard/Sociodemografico, dato al 3 de mayo del 2022.




Editorial mayo: la lucha de clases continúa…

Los hechos son tozudos, o “tercos” dijo en algún escrito Vladimir Ilich Lenin:

“Esto es un hecho. Los hechos son tozudos. Y este “argumento” con hechos en pro de la insurrección es mil veces más fuerte que los subterfugios “pesimistas” de un político desconcertado y atemorizado.”

(Carta a los camaradas, V.I. Lenin. https://www.fundacionfedericoengels.net/index.php/2-uncategorised/484-carta-a-los-camaradas-v-i-lenin).

Carlos Marx y Federico Engels a su vez, señalaron en el Capítulo 1 del Manifiesto Comunista, Burgueses y Proletarios:

 “La moderna sociedad burguesa, surgida del ocaso de la sociedad feudal, no ha suprimido los antagonismos de clase. Sólo estableció, en lugar de las antiguas, nuevas clases, nuevas condiciones de opresión y nuevas formas de lucha.

No obstante, nuestra época, la época de la burguesía, se distingue por haber simplificado los antagonismos de clase. La sociedad se divide más y más en dos grandes campos enemigos, en dos clases directamente opuestas: la burguesía y el proletariado”.

(Manifiesto Comunista (1848-1948)   https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/19671/1/19742.pdf)

Así, aún hoy, a ciento setenta y cuatro años, en el mundo convulsionado por guerras imperialistas, la sociedad sigue dividiéndose entre los que tienen capital y los que venden su fuerza de trabajo. Por ello tomamos partido por los trabajadores, no importa de dónde sean, si trabajan en el campo o en la ciudad, si su piel es de un color o de otro, si hablan un idioma u otro, lo importante es que son trabajadores asalariados y merecen respeto.

Cada país, cada centro de trabajo, cada familia, cada mujer, u hombre debe tomar partido, o por los trabajadores, o por sus patrones. México no es la excepción, la unidad de los mexicanos es el único camino para sacar de la pobreza a más de la mitad de nuestros hermanos trabajadores, los hechos son tercos, podemos caer en la dicotomía utópica de buscar entre varios candidatos a la presidencia de la república, pero resulta que ambos pertenecen a un mismo sistema tolerado, donde los capitalistas existen y los trabajadores obedecen. La unidad nacional exige un nuevo contrato social, no más de lo mismo.

Liberarse de la tutela imperialista, y de sus políticas de sujeción, económica y militar, es todavía un imperativo, por ello, aunque algunos digan que suena anacrónico debemos repetir:

¡Proletarios de todos los países, uníos!

En mayo debemos recordar a tres compañeros, uno de ellos nació en mayo y los otros dos murieron en este mes. El primer nos dio con su trabajo unidad y estructura organizativa, tiempos difíciles de persecución y muerte, se trata de Ismael, en nuestros cuadernos de trabajo “Dignificar la historia” podemos encontrar nuestros estatutos de 1980, ahí está su obra.

Los otros dos compañeros, la compañera Ruth y el compañero Mario, mueren en el Estado de Puebla, cumpliendo su deber internacionalista, muchos artículos de formación política fueron escritos por ellos. La compañera Ruth escribió sobre la situación de la mujer en el capitalismo, como militantes en su vida civil, como militantes profesionales y en el socialismo. La unidad de las mujeres, sus luchas, El compañero Mario escribió sobre la Educación en México, sobre la historia de movimiento guerrillero en la obra, “Nada es gratuito en la historia”, etc. Estos son solo algunos ejemplos de su trabajo político. Al leerlos, se les recuerda, pero también es para decirnos….. aún falta mucho por hacer.

Aquí fragmentos del artículo aparecido en el Nepantla 13 en el año 1981: Nada es Gratuito en la Historia.

NADA ES GRATUITO EN LA HISTORIA

El 23 de septiembre de 1965, el grupo guerrillero comandado por el profesor normalista Arturo Gámiz García atacó el cuartel del ejército mexicano localizado en Ciudad Madera en el estado de Chihuahua.  16 bajas sufrió la guarnición que custodiaba el cuartel.  Ocho de los trece participantes en el ataque perdieron la vida, la mayoría de ellos rematados a mansalva después de ser heridos y hechos prisioneros.  El hecho de que uno de cada cinco de los participantes en la batalla haya quedado fuera de combate da una idea clara de lo encarnizado de este enfrentamiento militar, en que el pueblo armado se enfrentó por primera vez con carácter ofensivo al poder represivo del Estado Mexicano.

La desigualdad numérica de las fuerzas combatientes, la diferencia de equipo militar y de experiencia fueron determinantes en el resultado de aquel combate:  armados de escopetas de taco, bombas molotov que no alcanzaron a utilizar y rifles calibre .22, los combatientes populares fueron derrotados militarmente y sobre sus cadáveres arrojados a la fosa común cayeron no solamente toneladas de tierra, sino también de calumnias y de falsas interpretaciones sobre los motivos de su lucha.  Otro lenguaje habrían empleado analistas, observadores, politólogos, oportunistas e inclusive personas indiscutiblemente honestas para calificar este poco conocido pasaje de la historia de México de haber sido otro el resultado de ese combate.  De “héroes populares”, “vanguardia revolucionaria”, “etc.”, no lo habrían bajado.  No les quedó sino llamarlos “los mártires de Madera”.

En ese momento -1965- la lucha del profesor Gámiz y su núcleo guerrillero fue calificado de mil maneras:

  1. Fueron víctimas de una provocación que los llevó al suicidio, víctimas inocentes de “no sé qué oscuras fuerzas que los engañaron”.
  2. Su movimiento no fue más que una algarada regional contra los caciques locales.
  3. La causa de la lucha guerrillera estuvo en la incapacidad política, la impericia y la estupidez de un gobernador que por estar aliado a la oligarquía -latifundista y ganadera- del estado no tenía siquiera disposición para disimular su posición de clase.  (Esta tesis apunta a la suposición de que fuera de Chihuahua, en el resto del país la población vivía en jauja, done los virtuales jefes políticos porfiristas -los gobernadores de los estados- eran al menos más hábiles para dar al pueblo las demagógicas gotas del reparto agrario)
  4. Inspirados en el ejemplo victorioso de la Revolución Cubana, Gámiz y su grupo pretendieron hacer una calca del ataque al cuartel Moncada.
  5. El ataque al cuartel de Ciudad Madera fue un acto desesperado e imprudente que provocó la represión contra los lugareños.

Aunado a las versiones anteriores, el desastre militar en que culminó la experiencia guerrillera de los combatientes populares dio pie también a que se tejieron las más absurdas versiones sobre lo poco factible de desarrollar la lucha revolucionaria en nuestro país.  Los oportunistas entonaron el canto del cisne para la lucha armada en México, como lo hicieron dos años después con la muerte del Che en Bolivia los oportunistas a nivel internacional.

Al año siguiente de la fallida empresa político-militar, Cárdenas, fue a la región de Madera.  Durante el recorrido que hizo por la región se percató de las necesidades de la población en materia agraria y la falta de libertades políticas, comprobando que la lucha armada que allí libró el pueblo fue justa debido a las enormes contradicciones en el agro chihuahuense, e hizo ver la necesidad del reparto agrario, la suspensión de la sobrevigilancia militar, el cambio de adscripción de los militares connotados por su papel represivo, la modificación de la imagen represiva del ejército.

Y sin embargo, la tierra no se repartió de inmediato.

(…)

A la vuelta de quince años, aquella valiosa experiencia militar del pueblo representado por sus mejores hijos sobre las armas, apenas si queda reducido, para las nuevas generaciones, al vago recuerdo de un grupo romántico que tuvo la ilusión de destruir el poder represivo del Estado armado sólo de escopetas de taco y rifles .22.  Para comprender políticamente las verdaderas motivaciones de los revolucionarios armados que atacaron el cuartel de Ciudad Madera, tenemos que recurrir a la génesis y desarrollo del propio núcleo guerrillero y al estudio de las concepciones políticas que sustentaron su actividad revolucionaria.

Del ataque al cuartel de Madera se escribió mucho en su momento y aún algunos años después.  Posteriormente vino el silencio.  Y lo más característico de aquella abundante literatura es que nada de lo que se escribió se hizo a la luz del marxismo; es decir, no se hizo ningún análisis clasista, desde el punto de vista de la clase obrera.  Todo quedó reducido a textos hechos en base a notas periodísticas, a anécdotas y a las notas biográficas -magníficas por cierto- sobre los participantes en el ataque.  No ha habido tampoco el análisis o la difusión del pensamiento político de los atacantes al cuartel, ni se han estudiado las concepciones políticas que sustentaban quienes fueron consecuentes con ellas hasta el punto de dar su vida por la revolución.

Que el régimen haya callado no es extraño.  Nada espanta tanto a la burguesía como que se difunda la verdad revolucionaria.  Pero la izquierda, ¿por qué?  ni suicidas, ni aventureros, irresponsables o desesperados como los llegó a calificar la izquierda mexicana de aquella época.  A lo sumo accedió a llamarlos “equivocados” con la silenciosa advertencia, a todo aquél que quisiera seguir su ejemplo, que se podría traducir en algo así como “ya ven lo que les pasa a los desesperados”.  A pesar de su juventud, habían ya acumulado una vasta experiencia política al lado de las masas campesinas encabezando distintas acciones revolucionarias de masas en medio de la represión más feroz.

(…)

Hoy -1981- el carácter represivo del estado burgués no ha cambiado.  De franco y desembozado en la década anterior se ha vuelto sofisticado y silencioso con el aval de los que ayer estaban presos por la visita de Kennedy y que hoy reciben, al amparo de la “reforma política”, a Carter en la cámara de diputados.  No existen en realidad presos políticos en nuestro país; sólo muertos y desaparecidos; la represión llega a cada sindicato, a cada comunidad campesina o a cualquier sector que quiera actuar políticamente con independencia del Estado como requisito para incrementar las ganancias de la burguesía y del imperialismo.  Los golpes que ahora propina la “brigada blanca” son silenciosos, como calladas son todas las actitudes políticas de la burguesía que con la mentira reaccionaria oculta la necesaria verdad de los antecedentes revolucionarios del pueblo mexicano.

 (…)

Ni locos, ni suicidas, ni mártires.  Mártires los cristianos que se inmolaban en el circo romano, suicidas los kamikazes japoneses; locos, Hitler y Mussolini.  El revolucionario no es suicida ni ama a la muerte.  El revolucionario aspira a vivir para transformar las condiciones de vida miserable de su pueblo y si para lograrlo es necesario entregar la existencia, gustoso la da para que el pueblo siga viviendo.

(…)

Hasta el 23 de septiembre de 1965 la ofensiva estuvo siempre al lado de los opresores; el pueblo siempre actuaba a la defensiva ofreciendo el pecho a las bayonetas.  A partir de esa fecha supo el estado mexicano que el pueblo ya no estaba más en disposición de servir de silueta de tiro al blanco de los soldados.  Nuevas experiencias guerrilleras surgieron después en todo el país:  Genaro Vázquez y la ACNR, Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres; distintas y efímeras organizaciones que nacieron al calor de la represión desatada por el régimen contra los estudiantes en 1968 y el 10 de junio de 1971; hasta culminar con la aparición, vida y ocaso de la LC-23-IX que adoptó ese nombre en pretendido homenaje y continuación de la obra de los revolucionarios de Madera.

El revolucionario caído no necesita de apologías para recordar su memoria.  Sus obras y sus concepciones políticas lo hacen vivir.  Para comprender el quehacer revolucionario de quienes por primera vez en la historia del proletariado mexicano emprendieron el camino de la liberación nacional empleando la violencia revolucionaria armados antes que nada de la teoría científica de la revolución; tenemos obligación de estudiar su pensamiento, sus concepciones sobre la lucha de clases en nuestro país, sobre las relaciones de la situación nacional y la internacional; tenemos que estudiar la crítica despiadada que hicieron de las enmohecidas organizaciones de izquierda a las que premonitoriamente calificaron como propensas a ubicarse en lo que hoy conocemos como “reforma política”, sus planteamientos organizativos y las previsibles maniobras intervencionistas del imperialismo yanqui en nuestro país.

(…)

Ver artículo completo en:

Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos. (2018). Cruce de caminos: luchas indígenas y las Fuerzas de Liberación Nacional (1977-1983). Apodaca, Nuevo León. México: Casa de Todas y Todos. Pag. 80.

Compañeros, Ismael, Mario y Ruth: ¡PRESENTES!

¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!

Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos