Exigen justicia para las víctimas

Impunidad a 10 años de la desaparición de 43 normalistas

Sobrevivientes de la L-23 recuerdan saldo de la “guerra fría”

“…le recordamos al gobierno que termina y al próximo, que no puede haber conciliación

verdadera si no hay verdad completa, castigo y justicia verdadera, porque esto significaría que,

en cualquier otro momento de la historia del país, esta dolorosa represión se volvería a repetir,

sin la posibilidad de arreglar los conflictos por las vías pacíficas y legales”

Exmilitantes de la Liga 23 de Septiembre

La indignación y rabia ante un Estado promotor y cómplice de la brutalidad policiaca y militar en la violación de los derechos humanos, han marcado los diez años de investigación sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, registrada el 26 de septiembre de 2014 durante la noche trágica de Iguala, en el estado de Guerrero.

El crimen de lesa humanidad contra los normalistas es aberrante, y por desgracia sólo es parte de una larga lista de atropellos del Estado contra el pueblo. Es una herida profunda en el corazón de México que sólo logrará sanar cuando exista justicia para las víctimas, castigo para los culpables y garantía de no repetición.

Los 43 estudiantes de Ayotzinapa se suman a la lista de miles de desapariciones forzadas que el Estado sigue sin resolver, registradas no sólo durante los últimos sexenios, sino en el periodo de la guerra sucia contra los movimientos armados y contra inocentes de la lucha del crimen organizado, cuyas muertes se busca justificar como “daños colaterales”.

La protección sistemática de los crímenes del ejército, profundizada por el Estado de la Cuarta Transformación, ha dejado un saldo estimado de 120 mil desaparecidos a nivel nacional. Sólo en el estado de Jalisco la cantidad supera los 15 mil desaparecidos,“en la época que ha gobernador Movimiento Ciudadano a través de Enrique Alfaro, lo que significa un verdadero genocidio contra nuestro pueblo”, dijeron sobrevivientes de la Liga 23 de septiembre, durante la conmemoración del 59 aniversario del asalto al cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua, realizada en la ciudad de Guadalajara.

Los activistas exigieron que se esclarezca la desaparición de los 43 normalistas, de los desaparecidos y asesinados durante la “guerra sucia” y de miles más registradas en años recientes, castigo a los responsables, reparación del daño y garantía de no repetición.

Durante el evento, los organizadores leyeron un pronunciamiento sobre el informe de la Comisión de la Verdad difundido el pasado 6 de agosto sobre las violaciones a los derechos humanos realizadas por el ejército y policías en el periodo de 1965 a 1990 mediante acciones “de terrorismo contra poblaciones inermes, afectando física, emocional, política y socialmente a miles de mexicanos”.

Sostuvieron que la “guerra sucia” fue en realidad la estrategia contrainsurgente del Estado y su aparato represivo contra el pueblo con apoyo de Estados Unidos bajo el pretexto de la doctrina imperialista de “seguridad nacional”. El propósito era, además de eliminar las guerrillas urbanas y rurales, destruir el tejido social de comunidades que apoyaban o simpatizaban con los rebeldes. Se trató de una “estrategia de “aldea arrasada” aplicada en Vietnam y Centroamérica, que incluía la persecución, detención, asesinato y desaparición de pobladores, familiares, amigos y supuestos simpatizantes.

Destacaron que muchos de los sobrevivientes fueron liberados gracias a las movilizaciones de familiares agrupados en el Frente Nacional Contra la Represión, después nombrado Comité Eureka, encabezado por la señora Rosario Ibarra De Piedra, quien vivió en carne propia la desaparición de su hijo Jesús Piedra Ibarra en la ciudad de Monterrey, N.L..

Con el arribo a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, se abrió la esperanza de  que tal vez él, a diferencia de sexenios anteriores priístas y panistas, ahora sí realizaría una investigación seria sobre las desapariciones forzadas en México, pero los resultados fueron francamente desalentadores y la esperanza se vio literalmente traicionada para los derecho-humanistas y sobre todo para las familias de las víctimas al finalizar el sexenio.

LOS VUELOS DE LA MUERTE

Por años de investigación directa en archivos y expedientes que sobrevivieron a la destrucción de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), por testimonios de sobrevivientes y desaparecidos que fueron liberados y hasta exmilitares, se supo que uno de los métodos más sanguinarios utilizados por el ejército durante la guerra sucia fueron los vuelos de la muerte. Éstos consistían en arrojar a los detenidos al mar desde aviones militares, incluyendo a opositores, sus familiares y hasta inocentes, sin otorgarles derecho a juicio y sin posibilidades de defensa alguna, al total arbitrio de los mandos del ejército y de las órdenes de los presidentes en turno.

“Esta forma terrorista de actuar de las instituciones supuestamente legales y legitimas es sólo una de tantas formas de atacar a toda oposición, sobre todo a partir de los años 40s y a través de muchas décadas, pero en especial a los que esta dictadura perfecta consideraba un peligro para su dominación”.

Los organizadores resaltaron la indolencia del Estado a lo largo de todos los sexenios, incluido el de López Obrador.

“…se persiste en la manipulación y el ocultamiento de toda la verdad, sobre todo sin precisar lugares en los que se cometieron tales prácticas y sobre todo también en la identificación de los responsables directos y su enjuiciamiento ante los tribunales de justicia del país. Se contesta con evasivas, con simulación, simulacros y construcción parcial de respuestas, con la entrega de archivos incompletos y censurados, se implementan mecanismos para la “reparación y no repetición del daño”.

Agregaron que el Estado justifica la actuación del ejército, marina, guardia nacional, fuerzas policiacas y paramilitares contra el pueblo bajo el pretexto del derecho al monopolio legal del uso de la violencia o con el alegato de que “cumplieron ordenes de autoridades civiles”. Cuando queda al descubierto su responsabilidad, son protegidos para no ser procesados y castigados, como hasta hoy sigue siendo el caso de los 43 normalistas de la Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos.

Sobre la respuesta del Estado en el tema de la guerra sucia, consideran una burla que se incluya a los militares entre las víctimas:

“… En particular queremos decirle al general Luis Crescencio Sandoval que su propuesta de que incluyan los militares caídos como homenaje en el monumento de las víctimas de la represión es un despropósito, ya que esos soldado caídos no cayeron en un guerra entre ejércitos regulares y donde se respetaran la ética y el honor militar autentico por parte del ejército, sino que cayeron desgraciadamente en una lucha desigual, que defendió a los oligarcas nacionales e internacionales capitalistas y de contra insurgencia, donde la peor parte la llevó el pueblo luchador y consciente del país”.

Finalmente recordaron al presidente saliente y a la presidente entrante “que si no hay justicia no habrá respiro para las autoridades por medio de las protestas y la luchas por nuestras justas demandas. Y que, si sólo hay perdón y olvido sin justicia, la única salida que nos dejarán al pueblo trabajador y nuestras familias será la de seguirnos organizando independientemente por lograr que se recepte la ley constitucional y la aparición con vida de los desaparecidos de toda la sociedad”.

Durante el evento realizado en la Plaza San Andrés de la Ciudad de Guadalajara con motivo de la gesta heroica de los combatientes caídos en 1965 en Ciudad Madera, los sobrevivientes de la organización que vivió las peores persecuciones y represión del Estado mexicano, acompañaron la presentación del libro “Utopía y Plomo, Una Historia de la Concepción Obrera de la Liga Comunista 23 de Septiembre”, del autor Christian Ricardo García Martínez.

¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!

Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos.




A 60 años de la integración del Grupo Popular Guerrillero

Génesis del asalto al cuartel de Ciudad Madera

“Ni locos, ni suicidas, ni mártires.  Mártires los cristianos que se inmolaban

en el circo romano, suicidas los kamikazes japoneses; locos, Hitler y Mussolini.

  El revolucionario no es suicida ni ama a la muerte.  El revolucionario aspira a vivir para transformar las condiciones de vida miserable de su pueblo y si para lograrlo es necesario

entregar la existencia, gustoso la da para que el pueblo siga viviendo.”

Cro. Mario. Nada es Gratuito en la Historia

Cuaderno de Trabajo “Dignificar la Historia” III.  Pag. 88. Dignificar la Historia.

Maestros rurales, estudiantes y campesinos del Estado de Chihuahua, integraron hace 60 años el “Grupo Popular Guerrillero” (GPG), impulsado por un núcleo de rebeldes que participarían un año después en el asalto al cuartel de Ciudad Madera (septiembre 23 de 1965), como respuesta del pueblo organizado a la represión y cerrazón del Estado mexicano a las demandas de justicia social.

Entre los integrantes del grupo se encontraban Arturo y Emilio Gámiz García (hermanos), Salomón Gaytán, Pablo Gómez, Miguel Quiñonez, Oscar Sandoval, Florencio Lugo, Rafael Martínez Valdivia Antonio y Lupito Scobell (hermanos) y otros más que tuvieron un papel relevante en la primera rebelión armada de orientación marxista registrada en el país.

Los primeros días fueron especialmente difíciles para el grupo rebelde, ante la tarea gigantesca de organizar la respuesta armada del pueblo, harto de los abusos y despojo de tierra por parte de los caciques, ganaderos y compañías madereras protegidas por el Estado cómplice.

El último sobreviviente del Asalto al Cuartel Madera, Raúl Florencio Lugo, nos permite entender el pensamiento político de los insurgentes, los motivos y la ideas que los llevaron a emprender una acción de tal magnitud, que marcó a los movimientos armados en el país.

Lugo comenta que el grupo de compañeros se mantuvo por más de un año “propinando derrotas y golpes tanto al ejército como a los caciques y sus “guardias blancas”.  Durante ese tiempo se dedicaron a realizar labor política entre los habitantes de la región, estando a la vez en contacto constante con las masas estudiantiles radicalizadas de las normales rurales y urbanas del estado. Realizando a la vez una vasta labor ideológica en el seno del mismo grupo y asimilando experiencia militar y consiguiendo implementos bélicos para desarrollar la guerra revolucionaria.”

A continuación, transcribimos un fragmento del testimonio escrito por Raúl Florencio Lugo. La versión completa puede consultarse en la siguiente liga:

https://raulflorenciolugoh.blogspot.com/2024/09/asalto-al-cuartel-de-ciudad-madera_2.html

“Surge la denominación de “Grupo Popular Guerrillero”, con base en una acción militar ejecutada por Guadalupe Scobell. Primer encuentro con el enemigo.

El núcleo fundador de la guerrilla estaba en su mayoría compuesto por campesinos o gente pobre de la ciudad; de procedencia citadina era el profesor Gámiz, comandante en jefe del grupo. Todos estos cuadros primarios de la guerrilla eran producto de luchas democráticas. La experiencia lograda a través de invasiones de tierras, de tramitación agraria en las oficinas de la Reforma Agraria, así como la movilización campesina dirigida por la UGOCM a principios de los años sesenta en el estado de Chihuahua, habían servido de base para la formación de éstos cuadros.

Aun cuando, repito, el reclutamiento no se planteaba como un objetivo inmediato, no faltaba que entre los campesinos, la gente del campo quisieran unirse a la guerrilla. Es el caso de Lupito Scobell, quien no se había incorporado al grupo armado porque estaba cumpliendo, por necesidad, el desempeño de funciones importantes en el área suburbana de Ciudad Madera; la iniciativa de hostigamiento al enemigo no estaba limitada para estos compañeros. En el caso que estoy señalando, eran tantos los deseos de participación armada, que Lupito por iniciativa propia (29 de febrero de 1964), quemó un puente por donde los madereros pasaban con sus cargas extraídas de la Sierra. En esta ocasión Lupito dio a conocer la acción adjudicándosela al “Grupo Popular Guerrillero”, de allí en adelante éste sería el nombre de nuestro grupo.

El proceso de exploración y establecimiento en la zona requería más gente haciendo trabajo político entre los campesinos, que los organizara y preparara para la lucha. Gente capaz ideológica y políticamente que pudiera desempeñar el trabajo de politización para evitar tener que sacar de la zona a aquellos campesinos más politizados, puesto que estos compañeros desempeñaban, en el momento actual de la lucha, trabajos que en su comunidad eran de vital importancia.

El profesor Gámiz, consciente de esta situación, evitó incorporar antes de que fuese necesario a este tipo de compañeros cuya ansia de enfrentamiento directo con el enemigo era mucha, pero cuya importancia en el trabajo de creación de base organizada para la guerrilla, requería de ese entusiasmo y de esa voluntad de lucha. Esto no señala, por supuesto, que no viéramos la necesidad de subir más gente, pero se pensaba que dicha necesidad podía ser solucionada por la red urbana.

La tarea de reclutamiento en esos momentos era difícil, ya que, por una parte, los compañeros campesinos disponibles para incorporarse no tenían sustituto que continuara su trabajo político en sus localidades; por otro lado, la red urbana no podía suplir esa necesidad en el trabajo de masas por no tener los cuadros adecuados para ello. Asimismo, para abastecer a la guerrilla de compañeros de la ciudad, la red urbana fue insuficiente sobre todo cualitativamente. El caso de un compañero estudiante es bien ilustrativo de este hecho. El estudiante, por su actividad en la Universidad, fue localizado y perseguido por el aparato represivo, lo que le obligó a remontarse a la sierra. A los tres días de estar arriba pidió su baja por no aguantar el ritmo de la vida guerrillera.

Por supuesto, no quiere decir que un compañero de la ciudad no pueda ser guerrillero rural, pero marca la necesidad de llevar a cabo previamente un proceso de preparación ideológica y entrenamiento militar, lo más completo, dentro de lo posible, en ellos.

El saber por parte de nosotros que la lucha era larga y llena de dificultades, evitaba precipitarnos en cuestión de reclutamiento. Así, una ocasión en que llegó un mensaje de la ciudad donde se nos decía que siete compañeras estaban listas para incorporarse al grupo armado y se nos pedía autorización para que lo hicieran, la respuesta de nosotros fue que por el momento no era posible, ni conveniente que se incorporaran, ya que el inicio mismo de la guerrilla imponía esfuerzo y sacrificio, en todos los aspectos, que era difícil soportar. Si hubiéramos estado en una etapa de poder controlar militarmente la zona, las compañeras se habrían podido incorporar al grupo armado y se les habría podido proporcionar el debido entrenamiento militar del que carecían.

Estos eran en sí los elementos generales que conformaban los aspectos fundamentales en el trabajo político que inicialmente realizaba la guerrilla.

Después de un desplazamiento continuo en la zona que comprende desde Ciudad Madera hasta los límites con Sonora y tras realizar el trabajo que en párrafos anteriores se describe, llegamos en una ocasión al campamento que habíamos establecido a nuestra llegada.

Hasta allí llegó Juan Antonio Gaytán, hermano de Salomón, para informarnos que habían llegado al pueblo de Dolores un grupo de judiciales rurales, que por el norte se les conoce como “acordada”, y un pelotón de soldados. En su informe señalaba que el grupo que había llegado estaba presionando al pueblo para que denunciara el lugar en donde se encontraba la guerrilla. Sin embargo, pese a las humillaciones y los golpes, ningún campesino nos denunció. Al ver esto, el grupo de rurales se trasladó al rancho de los Gaytán, donde detuvieron a Juan Antonio y a otro campesino que vivía allí cerca, los cuales fueron golpeados con el mismo propósito: saber nuestra ubicación.

Al ver que no lograban con sus métodos represivos sacar los informes que querían, apresaron a un sobrino de los Gaytán, como de unos diez años de edad, y lo torturaron atándole una soga al cuello y levantándolo a la vez que le preguntaban en donde se encontraban sus tíos. Lo que nos llama la atención no es el sistema represivo usado por el enemigo, que es bien conocido por el pueblo mexicano, sino la actitud de los campesinos y del niño, ya que casi todos sabían que nos encontrábamos cerca, que nuestro campamento estaba atrás de una cordillera cerca del rancho de los Gaytán.

El rancho se encontraba en un lugar que se denominaba Arroyo Amplio, cerca de Dolores, donde se levanta una cordillera suficientemente alta como para dominar una gran extensión de la sierra, que alcanza hasta los límites con Sonora. Atrás de esa cordillera, en una barranca, se encontraba nuestro campamento y en la parte más alta nuestro puesto de vigilancia. Como medida de seguridad nos remontábamos a las partes más altas de la sierra, pero la comida y el agua se nos acababan y nos veíamos en la necesidad de tomar agua de lluvia estancada en las tinajas naturales de los peñascos y en ocasiones tuvimos que limpiar pencas de nopal y masticar la pulpa para mitigar la sed.

Nuestra reacción, al conocer la noticia que nos llevó Juan Antonio, fue de coraje e indignación, tomando inmediatamente las precauciones para evitar cualquier sorpresa. Nos subimos a lo más alto de la cordillera y analizamos la situación y sus implicaciones políticas. Como resultado de lo anterior se estableció lo siguiente.

El pueblo campesino nos había brindado todo su apoyo y colaboración, lo último más concreto en situaciones de represión lo estaba demostrando al no denunciamos. Era notorio que el campesinado había prestado su colaboración y solidaridad a la guerrilla por considerarla una alternativa real de cambio y una fuerza política en que estaban plasmados sus anhelos libertarios; nosotros en el momento, tácticamente debíamos, y nos convenía, eludir el enfrentamiento directo con el enemigo, pero no podíamos permanecer quietos ante aquella situación que podía echar por tierra la confianza de los campesinos, ganada con un gran trabajo de politización; aun cuando la correlación de fuerzas nos era desfavorable en el aspecto estrictamente militar, políticamente nos convenía realizar una acción de enfrentamiento con el enemigo por dos razones fundamentales:

1.- Demostrarle al pueblo que nuestras ideas y nuestra práctica revolucionaria estaban comprometidas hasta sus últimas consecuencias; que no rehuíamos al combate; que éramos una fuerza revolucionaria; que hacíamos de los problemas y sufrimientos del pueblo una cosa nuestra y que estábamos dando el ejemplo de batalla contra el enemigo de clase.

2.- Demostrarle al enemigo que la guerra estaba declarada y que sería una guerra a muerte.”

Los hechos registrados en Chihuahua fueron decisivos para los movimientos armados que le siguieron, y al contrario de lo que difunde la ideología dominante, no representaron acciones desesperadas de grupos suicidas o locos que actuaron al margen de la sociedad, sino respuestas organizadas de un pueblo que lucha por construir un país con justicia y dignidad, sin represión, opresión ni explotación, un país para todas y todos. Una tarea que sigue pendiente.

“Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”

Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos




El Batallón de San Patricio y la lucha contra el despojo

A nuestro correo de info@lacasadetodasytodos.org llegó la siguiente corresponsalía del historiador Jorge Cervantes que reproducimos a continuación:

“Éramos cuarenta y ocho hombres sin patria y sin uniforme;

esperábamos encontrar ambas cosas más allá de las líneas mexicanas.”

Combatiente John Riley

Septiembre es un mes repleto de sucesos históricos de enorme importancia para México y América Latina, de luchas y resistencias de los pueblos, de indignación y rebeldía que sería imposible de resumir en unas cuantas líneas. Es un mes que nos inunda con sentimientos de patria y nos llena de alegría con símbolos coloridos que inundan calles y plazas en todo el país, convertidos en fetiches cuando olvidamos el origen de su significado.

Éste es un mes agridulce en la historia de México. Celebramos el inicio y consumación de nuestra independencia de España, pero olvidamos que el 15 de septiembre de 1847 ondeaba la bandera de Estados Unidos clavada como espada sobre el Castillo de Chapultepec, sede del Palacio Nacional. Es un suceso que nos avergüenza porque preferimos festejar las victorias del pueblo y entregar las derrotas a la desmemoria y el olvido.

Ésta fue quizás la peor derrota histórica de nuestro pueblo, que llevó a la entrega del 40 por ciento del territorio nacional a los Estados Unidos al finalizar la guerra de despojo de dos años (1846 y 1848); una herida que México jamás podrá sanar. La infamia, la cobardía y traición del gobierno representado por Antonio López de Santana, dejó como saldo más de cuatro mil civiles muertos y 25 mil soldados caídos o heridos, sangre derramada no pudo detener la ambición expansionista del imperio.

El territorio arrebatado a México incluyó los estados completos de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, así como extensas regiones de Arizona, Colorado, Wyoming, Oklahoma y Kansas. Un robo histórico ratificado mediante el vergonzoso Tratado de Guadalupe, del 30 de mayo de 1848.

La expansión territorial de Estados Unidos se realizó en varias etapas y por vías pacíficas y bélicas, al culminar su periodo de independencia. Los norteamericanos ampliaron las fronteras originales de las trece colonias que tenían en el Atlántico mediante la compra de Luisiana a Francia en 1803, de La Florida a España en 1819 y de Alaska a Rusia en 1867. La anexión del resto se impuso por la fuerza de las armas, el asesinato y el exterminio.

La «Conquista del Oeste», fue un despojo a sangre y fuego para lograr la expansión del imperio hacia el Pacífico: Apaches, Navajos, Hopi, Siouk, Cherokee, Cheyenne, Iroqueses, cComanches y otros indios originarios, fueron desplazados de sus tierras a punta de balas y confinados en “reservas”, tras un exterminio casi total.

La voracidad sin límite del imperio puso su mirada en México, con quien tenía relaciones tensas que empeoraron en 1845, cuando la República de Texas se incorporó al país vecino. Estados Unidos buscaba extender su territorio hacia el sur, y el 13 de mayo de 1846, el presidente James K. Polk declaraba la guerra a nuestro país con ese propósito.

El Batallón de San Patricio

En 1845, una plaga destruyó los cultivos de papa en Irlanda y para no morir de hambre, muchos irlandeses emigraron a Estados Unidos para buscar trabajo. La única opción era enrolarse en el ejército, que con engaños les ofrecía buenos salarios y tierras.

Los irlandeses fueron maltratados y discriminados por los soldados norteamericanos y sometidos a castigos severos. Antes de iniciar la guerra contra México, los estadounidenses profanaron iglesias católicas en Texas para provocar a sus vecinos y esto provocó que muchos irlandeses abandonaran las filas castrenses. Estaban tan hartos de las burlas y castigos, que terminaron por identificarse con los mexicanos.

John Riley y Patrick Dalton integraron el Batallón de San Patricio con algunos soldados irlandeses desertores, a los que más tarde se unieron escoceses, ingleses, polacos y franceses. Muy pronto, el grupo reunió a decenas de soldados que tomaron el nombre del santo patrono que introdujo el catolicismo en Irlanda.

Riley repartió panfletos en diferentes idiomas, donde invitaba a los irlandeses a reflexionar sobre los motivos que llevaban a Estados Unidos a invadir México. En octubre de 1846, el ejército mexicano contaba ya con cien soldados desertores encabezados por Riley que se habían pasado a las filas de nuestro país.

El Batallón de San Patricio llegó a tener 800 combatientes y su bandera propia: verde de un lado, con la figura del santo patrono, y por el otro, el dibujo de un arpa dorada con el lema “Ering Go Bragh”, que significa “Irlanda para Siempre”. 

El primer combate de los llamados Sanpatricios fue la Batalla de Monterrey, registrada el 21 de septiembre de 1846, con una acción de artillería que evitó dos asaltos de los estadounidenses a La Ciudadela. Los combatientes jugaron también un papel importante en la Batalla de Angostura en Coahuila en febrero de 1847, donde el traidor de Santa Anna ordenó la retirada a pesar de que el triunfo estaba asegurado.

El batallón enfrentó su artillería a los invasores norteamericanos en Matamoros, Buenavista y Cerro Gordo y se mantuvo como unidad leal a México bajo las órdenes del General Pedro María Anaya, pero finalmente, en la Batalla de Churubusco (agosto de 1847), el ejército mexicano fue derrotado. Los Sanpatricios sobrevivientes fueron apresados por los yanquis, juzgados, declarados culpables de traición y castigados con la horca. 

La historia registra que, en Churubusco, después de una intensa batalla, el general norteamericano David Twiggs preguntó al general Pedro María Anaya sobre las municiones y armamento de los vencidos y obtuvo como respuesta la célebre frase de: “si hubiera parque, no estaría usted aquí”.

Dieciséis soldados del batallón fueron colgados en San Ángel, frente al templo de San Jacinto en la Ciudad de México el 9 de septiembre de 1847, cuatro más al día siguiente en el pueblo de Mixcoac y el resto, el 13 de septiembre cerca del Castillo de Chapultepec, en una ubicación escogida para que los condenados pudieran ver antes de morir, la bandera estadounidense clavada en el Castillo de Chapultepec.

Se sabe que quince soldados -entre ellos John Riley- no fueron colgados, pero como castigo, fueron marcados con una “D” en la mejilla derecha, recibieron 50 latigazos y estuvieron en prisión hasta que los estadounidenses se marcharon de México.

En 1850, John Riley se fue a Veracruz, donde murió y fue sepultado como “Juan Riley”, nombre con el que se alistó en el ejército mexicano. Algunos sobrevivientes regresaron a Irlanda y otros más se quedaron en el país. 

Actualmente existe una placa conmemorativa en el lugar en que fue ejecutado el Batallón de San Patricio, en la Plaza San Jacinto en San Ángel. ¿Mártires o héroes? Lo cierto es que, por convicción o ideología, los soldados extranjeros se unieron al pueblo mexicano para enfrentar la agresión del imperialismo voraz, invasor y asesino que recurre a cualquier medio para extender su poder y dominio sobre los pueblos del mundo.