Co. Salvador – ¡Presente!

“Hizo del trabajo y la autocrítica, habituales instrumentos en que fincó su superación y que agitaba entre nuestros compañeros, pues entend{ia que ello contribu{ia al pleno desarrollo personal y por lo mismoal avance de la organización. No hay entre quienes lo conocimos, alguien que no haya recibido de Salvador alguna enseñanza y sí muchos compañeros en quienes influyó decisivamente en su formación”

-Comunicado confidencial no. 12; “Recuerdo del C. Alfredo Zárate Mota, Salvador.

Salvador: hoy es tu cumpleaños, y aquí en tu casa, te recordamos.




Mi testimonio

*En conmemoración al 45 aniversario de los trágicos sucesos ocurridos en la Ciudad de México, el 10 de junio de 1971, fecha en que el gobierno asesino – ese que continúa reprimiendo y desapareciendo a luchadores sociales – reproducimos aquí el artículo publicado el 22 de junio de 1979, en el Nepantla n° 5. Testimonio de la compañera Lía, militante de las FLN, que participó en las movilizaciones estudiantiles de la época y que, al igual que muchas y muchos más luego de estas duras experiencias, decidió ¡Vivir por la patria! o ¡morir por la libertad!

MI TESTIMONIO
Por Lía

ANTECEDENTES

El movimiento estudiantil de 1968 había permitido a diversos sectores de la población plantear sus demandas, que a lo largo de julio a octubre eran cada vez más directas y agresivas, cada vez mostraban el ascenso de un movimiento que amenazaba con salirse de loa márgenes tolerables al Estado. Su aniquilamiento a sangre y fuego, cerró por mucho tiempo la posibilidad de volver a tomar la calle como foro público, ante la amenaza de una represión de esas proporciones.

La toma de posesión de Luis Echeverría Álvarez y sus pronunciamientos por la libertad, los derechos del pueblo, etc., hacían pensar que con Díaz Ordaz se iba la mano dura, la represión. De nuevo era posible mostrar el desacuerdo públicamente, de nuevo la calle se volvía el medio más importante para plantearlo; el 4 de noviembre de 1970 se organiza la primera manifestación, en apoyo a los obreros de “Ayotla Textil”. Los manifestantes llegan a dos mil y parten del Casco de Santo Tomás. En la columna van jóvenes, que pese a las amenazas de Mendiolea (subjefe de la policía), lanzan gritos provocadores y conducen la columna al puesto en donde por primera vez hacen su aparición los tristemente célebres halcones, que ensayan en el mismo lugar que siete meses después sería escenario de la matanza del “jueves de corpus”. La nota periodística al respecto se pierde en las planas interiores y el hecho pasa casi desapercibido; sin embargo queda claro para muchos la existencia de este grupo paramilitar, perfectamente entrenado y formado por jóvenes que podrían pasar por estudiantes, pero fácilmente identificables entre ellos.

Desde 1970, la Universidad Autónoma de Nuevo León venía arrastrando una serie de problemas internos que iban, desde el adeudo de salarios atrasados, hasta la reclamación de una participación igualitaria de maestros y alumnos en el Consejo Universitario. El nombramiento de un rector antipopular hace que el conflicto rebase el ámbito regional, creando un movimiento de solidaridad en los centros estudiantiles del país. En el Distrito Federal, los Comités de Lucha de la UNAM, el IPN, Chapingo, la UIA, etc., forman el COCO (Comité Coordinador de Comités de Lucha) que decide organizar una manifestación el 10 de junio, en apoyo a la Universidad de Nuevo León, ante la instransigencia del gobernador de Nuevo León para resolver el problema, la marcha es ratificada el 27 de Mayo.

Así las cosas, el gobierno central decide tomar carta en el asunto y enviar al Secretario de Educación Pública a solucionar el problema, ante la amenaza de un conflicto nacional, de las dimensiones de 1968. El Congreso de N.L. en sesión extraordinaria, apresuradamente hace una componenda el 8 de junio, destituyendo al rector, provocando la renuncia del gobernador y aprobando una nueva Ley Orgánica. La causa fundamental de la manifestación del 10 de junio es desaparecida al vapor y se espera que no se lleve a cabo, sin embargo en la última asamblea del COCO, después de fuertes discusiones entre fracciones diferentes, gana el punto de vista del Partido Comunista y otros grupo y se llaga al acuerdo de efectuar la manifestación.

Las consignas entonces se volvieron confusas: amnistía a los presos políticos, rechazo a la reforma educativa burguesa, paridad maestros-alumnos en los consejos universitarios, solidaridad con los obreros de Ayotla Textil. El apoyo a la UANL queda reducido a la “derogación de la nueva Ley Orgánica de la UANL”.
El 7 de junio empezaron a aparecer volantes en la ciudad, anunciando el acto y pidiendo la solidaridad de todos los sectores populares. La manifestación partiría del Casco de Sto. Tomás a las 17 horas para llegar al Monumento de la Revolución.

10 DE JUNIO

Eran las 16:30 cuando centenares de jóvenes empezamos a llegar al lugar de la cita, la mayoría veníamos a pie pues habían ya cerrado (cercado) el área al tránsito de cualquier vehículo que no fuera oficial (policía, S.S., halcones). Todos llegábamos en grupo entusiastas ¡al fin recuperábamos la calle!.

Minutos después fueron llegando más compañeros con noticias poco felices: acababan de ver grupos de “halcones” en la Alameda Central y en Sta. María, además de varias patrullas y camiones de granaderos; poco a poco las noticias se hacían más alarmantes. Por los cuatro costados se encontraban numerosos policías. Se empezó a discutir ahí mismo la conveniencia de suspender la marcha ante la evidente provocación. Todos empezamos a sentir la sensación de que las cosas no marchaban tan bien como lo habíamos esperado; sin embargo por los magnavoces portátiles, los organizadores explicaban que todo era una provocación que no hiciéramos caso, que la manifestación era pacífica. Los gritos con consignas confusionistas y la ignorancia de muchos respecto a lo que podría ocurrir, nos hacían pensar ingenuamente en la imposibilidad de que el gobierno repitiera los crímenes de 68; después de todo eran derechos constitucionales irrenunciables la libertad de expresión y de reunión.

A las 17 hrs. se empezaron a formar las contingentes de escuelas, facultades, organizaciones obreras, etc. Era la primera vez que mi hermana y yo asistíamos a una manifestación y no teníamos un grupo especial al cual integrarnos. Nos unimos entonces al primer contingente después de la Facultad de Economía en donde encontramos algunos conocidos. Nos tomamos de los brazos formando cadenas como de 15 gentes, gritábamos las consignas, comentábamos y preguntábamos quienes eran los “halcones”, pues muchos no sabíamos de su existencia.
Nadie imaginaba lo que iba a ocurrir. Eran las 17:10 cuando se empezó a avanzar por Carpio para tomar la Avenida de los Maestros. Se habían dado ya instrucciones de no responder a las provocaciones, incluso se hablaba de jóvenes que tenían una cinta en el brazo izquierdo, eran agentes y había que denunciarlos. Teníamos confianza en que la organización y disciplina permitirían seguir sin ningún contratiempo; al dar la vuelta por la avenida, vimos al fondo de Carpio una columna de granaderos que cerraban la calle por ese lado.

La primera parada fue en Díaz Mirón, en donde se notificó a los que encabezaban la marcha, que ésta no estaba permitida, que no siguiéramos. A los que no alcanzamos a oír esto, se nos informó que la marcha seguiría, se vocearon aún más fuertes las consignas y se empezó a entonar el Himno Nacional. Seguimos la caminata y conforme avanzábamos las bocacalles que salen a Av. De los Maestros, la escena de Carpio se repetía. Mi hermana y yo habíamos quedado del lado contrario a la normal, de tal forma que veíamos perfectamente lo que ocurría. A estas alturas el temor empezó a adueñarse de nosotros, era evidente que algo ocurriría. Al pasar por Sor Juana, le dije que pasara lo que pasara no me soltara. Antes de llegar a Amado Nervo, la columna de adelante que ya había llegado hasta ahí fue rota por los primeros grupos de halcones. El movimiento nos hizo retroceder de nuevo hasta Sor Juana de una forma desordenada; pero alcanzamos a ver cómo la fila de granaderos se abría para dar paso al segundo grupo de atacantes que blandían grandes varas dirigiéndose a donde estábamos nosotros. Tomadas de la mano corrimos a una tienda, que alcanzó a cerrar la cortina antes de que entráramos; nos quedamos paradas junto a la pared buscando en dónde meternos: enfrente estaban los muros de la Normal, a la derecha la esquina de Sor Juana y Av. De los Maestros, en donde los halcones golpeaban brutalmente a los manifestantes. Era tanta la confusión que primero no alcanzamos a distinguir quién era quién, buscamos con la vista a nuestros compañeros, hubo un momento en que el grupo paramilitar se replegó y corrimos a detener a un estudiantes que gritaba impotente. Mi hermana se adelantó y a mí me detuvo un compañero que a empellones me metió a una vecindad, pero al darme cuenta de que estaba sola volví a salir y me volvieron a detener. Le expliqué al “chavo” que tenía que ir por mi hermana, me acompaño y la encontramos; pero ella estaba tan enojada que se resistía a venir, tuvimos casi que arrastrarla. Una vez adentro de la vecindad empezamos a organizarnos; tres de nosotros iríamos a ver cómo estaban las cosas afuera, casi no se oía nada, parecía que todo había acabado. Ya dispuestos a salir, oímos el primer disparo. Unos no podían creer que fueran tiros de arma de fuego y decían que eran “palomas”, sólo para asustarnos; sin movernos esperamos algunos segundos y se volvieron a oír los tiros ahora acompañados de gritos. Nos atrevimos a abrir la puerta y vimos como afuera había una lucha dispareja entre muchachitos de preparatoria y los prepotentes halcones; pero ni una arma de fuego; pese a las persistentes ráfagas. De pronto un jovencito que corría trabajosamente venía hacia la vecindad, y tenía el pantalón lleno de sangre. Lo habían herido. Cayó unos metros antes de llegar. Corrimos a levantarlo y lo metimos, en el momento en que un grupo de halcones al darse cuenta corrían hacia nosotros. Cerramos apresuradamente y llevamos al muchacho al último cuarto-vivienda, en donde nos metimos como 8 gentes. La señora que ahí vivía trataba de calmarnos y nos ofrecía café. El lugar era tan reducido y sin ventilación que pronto empezó a cargarse el ambiente. La dueña nos decía que no nos preocupáramos, que ahí no iban a entrar, pues en 1968 nunca lo habían hecho. Seguimos oyendo tiros, a veces espaciadamente y de pronto se intensificaban. Alguien dijo que si traíamos credencial de estudiantes había que deshacerse de ellas, pues eran a éstos a los que más les daban en el caso de que nos agarraran. Yo me negué a hacerlo y propuse que se las dejáramos a la señora o nos las lleváramos, pues en el caso de que nos pasara algo, incluso si nos mataban, por lo menos sabrían quiénes éramos y la señora podría avisar; ella nos decía que sí, pero que por lo pronto tratáramos de calmarnos y nos quedáramos ahí el tiempo necesario, mientras pasaba todo. La impotencia que sentíamos, nos impulsaba a querer salir; pero la cordura nos detenía. Después de una media hora o tres cuartos de hora, dejan de oírse los tiros por un tiempo bastante largo. Entonces decidimos salir de dos en dos y atravesar hasta la Normal, con la esperanza de encontrar ahí más compañeros; la señora nos pedía que esperáramos un poco, pero nuestra angustia era tal que salimos con el compañero herido, que nunca se quejó (nunca lo volví a ver). Primero salieron dos con él, después mi hermana y otro muchacho y seguíamos yo y otra muchacha; los otros ya habían entrado a la Normal, y era nuestro turno. Íbamos a la mitad cuando se empezaron a oír de nuevo los tiros. Yo me detuve y mi compañera siguió corriendo, alcanzando a entrar. Cuando empecé a correr, apareció un coche pequeño junto a mí y un señor que me invitó a subir, sin pensarlo, lo hice. Me preguntó que a dónde iba y le dije que enfrente; luego me preguntó qué hacía ahí, y me dí cuenta de que los únicos que podían andar circulando libremente por la calle, no eran precisamente hombres de buena voluntad. Le inventé que había ido a la modista para hacerme un vestido y que no entendía qué estaba pasando. Tuvo que meterse a la Normal, pues San Cosme era campo de batalla. Bajé y me reuní con los demás, que estaban muy asustados porque yo no llegaba y además porque en ese momento entraba una ambulancia seguida por un grupo de halcones que evidentemente pretendían pararla. Tuvimos que quedarnos en el patio. Algunos delos que habían estado todo el tiempo adentro, nos pidieron que nos identificáramos, lo hicimos y les preguntamos qué estaba pasando. Nos explicaron que habían cerrado todas las salidas y que una vez que habían desintegrado la marcha con “bastones eléctricos”, las gentes corrieron a refugiarse donde pudieron; entonces empezaron los disparos y las persecuciones. A algunos los alcanzaron en las entradas del Metro, que habían sido cerradas; ellos habían visto cómo sacaban a los heridos de las ambulancias, como lo habían intentado con la que acababa de entrar. De pronto, por la puerta por donde habíamos llegado empezamos a oír los gritos que lanzaban unos 20 jóvenes con varas, y tuvimos que correr, hasta la salida que da a San Cosme. Afuera había más halcones, que agarraron a los primeros que salieron. Nosotros seguimos corriendo hasta el camellón, en donde nos detuvimos. La calle estaba prácticamente vacía. A la altura de Melchor Ocampo había varias patrullas que cerraban el paso; atrás, en la Normal, los halcones se adueñaban de las instalaciones, frente a nosotros, todos los locales estaban cerrados. De pronto, vimos un auto que venía en dirección Poniente-Oriente y le hicimos la seña de que se parara. Unos cuantos metros adelante se detuvo y se echó en reversa. El chofer dijo que subiéramos. Éramos cuatro: mi hermana, yo, un muchacho y una chica. Nos subimos y arrancó. Un poco antes de llegar a la barrera sentimos un fuerte golpe en el coche; le habían lanzado algo; pero no se detuvo, sólo hizo una seña y gritó una mala palabra. Al llegar al cordón, hizo de nuevo la seña y mostró algo, lo dejaron pasar sin ningún contratiempo. Nos dimos cuenta de que era agente. Nos preguntó que hacíamos y le contestamos que nunca pensamos que las cosas se irían a poner así. Preguntó a donde queríamos que nos llevara y le dijimos que al Monumento a la Madre (fue lo primero que se nos ocurrió, pues estábamos casi enfrente del lugar). Sin más se paró y bajamos en el monumento. La normalidad y tranquilidad de la calle nos hirió profundamente. Nadie sabía lo que estaba ocurriendo un poco más atrás. Mi pantalón beige estaba manchado de sangre del herido que nunca más volví a ver.

Al día siguiente, las averiguaciones, las renuncias, protestas, desplegados, etc.. Igual que en 1968, no se aclaró lo ocurrido, ni se señaló a los culpables, ahora la mayoría de ellos son altos funcionarios y la gente ha olvidado. El extravío del “Expediente 10 de junio” fue anunciado la última semana de mayo por la Sría de gobernación y la manifestación para conmemorar la fecha apenas fue mencionada.

El punto es recordar que lo importante no es tomar la calle, sino luchar por la toma del poder.




Compañero Ángel…. ¡presente!…

Hemos recibido la triste noticia de que nuestro compañero Ángel de Jovel, hoy San Cristóbal de las Casas, ha muerto.

Chiapaneco de cuna humilde, logró, por medio de una beca, cursar los estudios de economía en la Ciudad de México. Regresó a Chiapas y fue fundador de Radio Comunidad Indígena, puso énfasis en terminar con el racismo imperante y apoyar a las comunidades indígenas. Fue despedido, pero él no cesó en esa lucha y asesoraba a los pueblos en sus justas demandas en la recuperación de sus tierras, por lo que fue acusado de instigador y encarcelado injustamente.

El alzamiento zapatista de 1994 lo sorprendió en la cárcel. Fue liberado por compañeros insurgentes pero él no huyó. Sabedor de su inocencia, terminó el juicio en su contra y desde entonces, dedicó cada día de su existencia a apoyar las causas de los pueblos en contra del racismo, el despojo y el mejoramiento de su economía autónoma.

Los compañeros de la Casa de todas y todos lo recordamos siempre con fraterno respeto y seguiremos su ejemplo. Nos sumamos al duelo de su familia, los acompañamos en su dolor y decimos con el orgullo de haberlo conocido…

Compañero Ángel…. ¡presente!…

¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!




Hoy es 14 de febrero

Hoy es 14 de febrero, y es digno dedicar unas palabras a nuestros compañeros quienes, en 1974, entregaron su vida por la libertad de nuestra patria en la Casa grande de Nepantla. Muchos de quienes leemos estas líneas, no habíamos nacido aún. Sabemos hoy sus nombres y sabemos también de sus pasos, hemos leído las palabras por las que se sintieron convocados a organizarse en la riesgosa tarea de llevar adelante un proceso revolucionario.

Hemos entendido algunas de las razones de ese tiempo: el fervor del ejemplo revolucionario a la vuelta de la isla, la movilización juvenil en las calles, los cantos de un naciente mundo que fue ahogado en mazmorras, acribillado a mansalva, arrojado anónimamente al océano, incinerado su verdor en las selvas y montañas. Fue por medio de la guerra imperialista, guerra sucia, impuesta a los pueblos del mundo, que el enemigo intentó cegar la visibilidad de un mundo más justo, libre y democrático. Y cuando decimos enemigo, hablamos del capitalismo, ese sistema que sigue hoy ocultando de la vista común la posibilidad real de un mundo distinto y mejor.

Pero ese mundo está presente. Permanece, fundamentalmente, por que –como dijo Salvador Allende- “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”; esto es, por que su base objetiva es el pueblo trabajador que aspira en lo general a un mejor mañana, donde -por decir poco- los derechos fundamentales se cumplan para todas y todos. En el hecho concreto de que el trabajo humano sea el único esfuerzo con la capacidad de generar valor, en esa verdad objetiva, cobra realidad de forma irreductible el perenne impulso del pueblo trabajador por mejorar su entorno.

Esa frase de Allende, registrada en el fragor de su último combate y poseedora de una resonancia única en el concierto de la historia, tiene otro polo además de los pueblos que la hacen. Esa frase habla también de un “nosotros”.

La lectura predominante de la historia nos pinta el decurso del siglo XX como un enfrentamiento entre bloques contrapuestos, perfectamente definidos; desde esa lectura, la frase “la historia es nuestra” puede ser enunciada por cualquiera de los bloques y lo único que cambia es el bando y sus colores. Esa lectura monolítica de la historia pasa por alto a los pueblos, los sustituye con personajes, siglas y banderas. Esa lectura sólo favorece al enemigo, pues le permite retratarse como el definitivo vencedor; ha permitido, además, la desarticulación de buena parte de las herramientas teóricas y organizativas mediante las cuales los pueblos lograron avanzar hacia su emancipación.

En el contexto intelectual que ha aflorado de esa lectura, los pueblos son factores económicos o súbditos de un conjunto de creencias; pero día a día, desde ese entramado se conjura la posibilidad de que sean nuevamente agentes históricos. Al pueblo le es permitido revolucionar, a través de su trabajo, a la industria, a las telecomunicaciones, al transporte y a todo el aparato productivo; a transformar el modo en que se mira a sí mismo ante un espejo, el cómo se nombra; a revolucionarlo todo, absolutamente todo, menos a las condiciones que lo mantienen oprimido.

Hablar de revolución se torna herético; como si al nombrar esa palabra fuesen convocados los dolores de toda guerra, los errores de todo régimen, los absurdos de todo abuso; como si conflagrar un proceso revolucionario implicara aspirar a cometer los mismos errores que se dieron en el pasado. Además, se omite con frecuencia de la reflexión el hecho de que gran parte de las riquezas sociales que hoy se defienden, así como prácticamente todos los derechos que –medianamente- arropan a nuestros pueblos, son producto de procesos de revolución social. Resulta complicado venerar y defender la flor negando la raíz.

La libertad individual y la igualdad jurídica ante la ley son producto de una revolución social; la independencia mexicana como nación –tan acotada en los hechos- es producto de una revolución social; los remanentes de la Constitución que no se han visto afectados por el avance neoliberal, en caso de que los haya, fueron producto de una revolución social. La libertad es un imposible para quien vive presa de su propio miedo; y también lo es defenderse. Y el enemigo, lo sabe, lo calcula, lo administra; ha hecho ciencia de ello.

Nuestra confianza está en el pueblo, en su probada capacidad de ser agente de su propio destino. No podemos permitir que el miedo impere entre nosotros, mientras se suman día con día penas y agravios. Mientras la herencia de esos procesos de revolución social es desmantelada, despojada de su carácter popular, y tornada en propiedad privada, no sólo en nuestro país, sino en franca guerra ante los pueblos enteros del mundo. En agravio de la vida misma.

Co. Salvador, Co. Manuel, Co. Maria Luisa, Co. Sol, Co. Gabriel,

¡Presentes!

¿Qué significado tiene la palabra “nuestro” entre quienes ponen su vida para que todo sea común?

¡Vivir por la patria o morir por la libertad!

Grupo editorial de la Casa de Todas y Todos

*La fotografía que acompaña este artículo es corresponsalía de Chubakai.




Religión y lucha por la liberación nacional y el socialismo

 (“Tesis política” de las FLN de principios de los años 80’s)

Una aclaración necesaria:

“Quien no conoce la historia de su patria, es un extranjero en su propia Patria”; el apotegma iniciaba el libro de texto de historia Patria en las escuelas de México en la segunda mitad del Siglo XX. Éramos el fruto de la larga lucha revolucionaria de México. Teníamos historia, himno y bandera. Poco a poco, se fueron excluyendo los cursos de historia de la educación básica. Pero nosotros no olvidamos. Las “Tesis Políticas” escritas por las FLN a principio de los años 80’s del siglo pasado nos muestran que el deber de estudiar y llevar salud física y mental a nuestro pueblo ha sido una constante en sus esfuerzos emancipatorios. La creación de escuelas y hospitales no son preocupación exclusiva del ahora: ante la carencia evidente de las mismas, el que lo hiciera una organización ‘política y militar’ en forma clandestina, sin usar las armas aún siendo perseguida, forma parte de ésta historia Patria.

Hoy presentamos la “Tesis política sobre la Religión”, escrita por las FLN para uso público, no clandestino. En ella no se habla de las FLN, pero sí de la necesidad de avanzar en las relaciones entre militantes revolucionarios y religiosos honestos. Con la próxima visita del Papa Francisco a México, consideramos pertinente expresar nuestro punto de vista histórico sobre las religiones. Además, consideramos importante seguir participando en la construcción de la “ciencia de la historia”, a partir de documentos fidedignos que han sido crisol en la concreción de los esfuerzos y luchas de nuestro pueblo por su liberación; de poco sirve hoy, para este propósito y a nuestros ojos, rebobinar la mitología, mistificar procesos o hacer de la historia, cuento.

Son estas tesis políticas serias, escritas con el debido respeto a quien las lee, las que hicieron que la “Cra. Bárbara” decidiera participar activamente en la lucha por la liberación de su pueblo y de su Fe. La Compañera Bárbara era oriunda de Santa Bárbara, Chihuahua, miembra de una congregación religiosa francesa adscrita a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, y militante comprometida de las Fuerzas de Liberación Nacional desde principios de los años ochentas, y después de ella muchas otras y otros siguieron su ejemplo. Sean ustedes testigas de la historia y, como hizo ella, elija ahora o “calle para siempre”.


 

RELIGION Y LUCHA
POR LA LIBERACION
NACIONAL Y EL
SOCIALISMO.

La unidad de esta lucha verdaderamente revolucionaria de la clase oprimida por la creación de un paraíso en la tierra es más importante para nosotros que la unidad de opinión del proletariado acerca del paraíso celestial”.

V.I. Lenin, 3 de diciembre de 1905.

Camilo Torres, 6 de agosto de 1965.

Introducción

La religión no juega ni jugará un papel unívoco en nuestra guerra revolucionaria. Entre los eslabones de la cadena que tiene atado a nuestro pueblo están los del conformismo, la pasividad, el individualismo y el divisionismo, fomentados por las instituciones religiosas abierta o solapadamente aliadas al imperialismo, o incluso directamente patrocinadas por él.

En la medida en que aumenten las contradicciones económicas se intensificarán los esfuerzos mediatizadores de esas iglesias reaccionarias, que se harán aún más reaccionarias y anticomunistas. En esa misma medida aumentará la necesidad de los creyentes y religiosos honestos, de liberarse de la opresión imperialista, liberando con ello su fe, la que está siendo manipulada por la burguesía para mantener sus privilegios. Conforme se vaya profundizando la crisis del imperialismo, los religiosos y creyentes honestos serán perseguidos, torturados y asesinados, por lo que verán cada día más claramente que la revolución es su única alternativa de liberación religiosa.

La religión es, pues, un elemento importante –diríamos incluso que a veces fundamental- en la lucha de clases, ya no sólo como instrumento de dominación sino de liberación, entendida ésta no como hecho individual, sino nacional y de clase.

Por ello se hace necesario analizar a la religión como parte de la lucha de clases, para delimitar al enemigo y para dotar a los revolucionarios –religiosos o no- con armas para la lucha ideológica. Como veremos, la discusión no pasa por el cuestionamiento de la existencia de Dios, sino por la necesidad de establecer si existen o no contradicciones de fondo entre la fe y la militancia revolucionaria, porque de no existir, se hace imperiosa la tarea de lograr una unidad estratégica de las fuerzas –religiosas o no- comprometidas con la lucha por la toma del poder por el pueblo.

Nuestro análisis parte del papel que ha desempeñado la religión en la lucha de clases en México a través de la historia, plantea los avances del pensamiento cristiano derivados de la revolución latinoamericana, reseña algunos puntos relevantes de la discusión entre marxistas y cristianos, y señala la vinculación de los religiosos y creyentes avanzados con la lucha armada por la liberación nacional y el socialismo como una cuestión práctica e inmediata.

1.Esbozo histórico

Las religiones prehispánicas fueron prácticamente arrasadas por la conquista y sus remanentes carecen actualmente de relevancia. Tampoco tienen importancia desde la perspectiva histórica que nos ocupa, aquellas religiones no cristianas que llegaron al país con pequeños núcleos de inmigrantes. Por ello nos referiremos solamente a las religiones cristianas, entre las que obviamente destaca el catolicismo.

Si afirmamos que las iglesias cristianas se han aliado y han formado parte de las clases dominantes a través de la historia, no somos novedosos. Tampoco tenemos la intención de satanizarlas como enemigas del pueblo, sino más bien la de establecer el punto de partida de la evolución que han seguido los cristianos para llegar –necesariamente- a la opción revolucionaria.

Desde luego que el móvil principal de los conquistadores españoles no fue el de imponer su religión sino el lucro, de tal manera que la iglesia se constituyó de inmediato en un mecanismo de enriquecimiento. Este se logró como siempre se logra, a través de la violencia: La economía mercantil se implantó empezando por la conquista, siguiendo con el despojo y acabando con la explotación. A esta violencia se ligó la imposición religiosa del vencedor, al grado de que los primeros franciscanos ya decían que donde no hay plata, no entra la religión.

El clero contribuyó a la economía colonial concentrando a la población indígena, amaestrándola y organizándola en unidades productivas. Ya antes de finalizar el siglo XVI, la iglesia adquirió grandes extensiones de tierra utilizando para ello, además de las habilidades mundanas de los clérigos, los métodos nada piadosos de la inquisición. Mas no todos los sectores de la iglesia se identificaron con la clase dominante.

La sed de riquezas de los conquistadores fue calmada con las encomiendas, que pronto se mostraron ineficaces para desarrollar la economía colonial, porque no habían suficientes trabajadores debido a la matanza de indígenas. Se buscó entonces racionalizar el reclutamiento y la distribución de la mano de obra a través de los repartimientos, que conllevaban la excesiva explotación y maltrato de los trabajadores. Estas prácticas de trabajo forzado coexistieron con el intento de generalizar el trabajo asalariado, necesario para el desarrollo de la economía mercantil.

En este contexto contradictorio del desarrollo del trabajo asalariado, la escasa oferta de brazos, el genocidio y la explotación excesiva, y la servidumbre que ataba a los trabajadores, lucharon los frailes avanzados como Las Casas, Quiroga o Zumárraga, para proteger a los indígenas de la voracidad española. En su lucha tuvieron que enfrentar a su propia iglesia, empeñada también en exprimir al pueblo.

La economía colonial se consolidó, quedando la iglesia como uno de sus puntales. Cuando más fuerte se veía comenzó a resquebrajarse por sus contradicciones económicas: La pugna entre la servidumbre y el trabajo libre, entre los gremios y los obrajes, entre la encomienda y la hacienda, entre el campo y las ciudades, entre metrópoli y colonia, entre las clases privilegiadas y las masas desposeídas, entre los valores arcaicos y una economía mercantil en crecimiento, se fueron acentuando y haciendo más agudas.

Frente a los españoles ricos estaban los criollos, que anhelaban su emancipación ya que –como agricultores o empleados modestos que eran- veían crecer sus deudas, mientras que crecían también las fortunas de los peninsulares. Entre tanto, el grueso del pueblo –indios, negros y castas- se debatían en la miseria y el desempleo. La resquebrajada estructura colonial no resistía el embate del capitalismo mundial.

Una vez más, como en los albores de la colonia, surgieron a principios del siglo XIX, del seno de la iglesia, los defensores de la causa popular. En esta ocasión habrían de guiar al pueblo por el camino de la revolución para conseguir nuestra primera independencia. El cura Hidalgo abolió el tributo, liberó a los esclavos y confiscó la riqueza de los españoles. Llevó a cabo, pues, un programa popular. Entretanto, el alto clero excomulgaba y restablecía la inquisición, argumentaba que la doctrina cristiana exigía la obediencia al rey y bendecía –un poco más tarde- al ridículo imperio de Iturbide.

Pero la iglesia de los años 20 no pudo apropiarse del movimiento obrero controlado por Luis N. Morones. Así que volvió sus ojos codiciosos de poder al campo, donde habían campesinos pobres e inconformes con la persecución religiosa de los gobiernos de Carranza y Obregón y con sus miserables condiciones de existencia, a las que la reforma agraria no había llegado a poner remedio.

La iglesia de los años 20 cerró filas en su pugna por el poder contra el gobierno encabezado por Calles. Dejó de prestar servicios religiosos y orilló a los campesinos a la rebelión armada en 1926. Para el año siguiente la iglesia ya había entrado en componendas tanto con el gobierno mexicano como con el norteamericano (interesado en la estabilización del país para poder extraer mejor sus riquezas), así que dio una vez más la espalda al pueblo –esta vez armado por ella- para rescatar su cuota de poder al lado de los opresores.

Derrotado el movimiento cristero, la iglesia, esa iglesia defensora de sus privilegios de la que estamos hablando, optó por no seguir enfrentando a otras fracciones de la clase dominante. No tanto porque hubiera renunciado a la recuperación de sus privilegios perdidos, sino porque durante aquellas décadas de los años veinte y treinta hubo un flujo revolucionario en el mundo que le mostró a su verdadero enemigo: los pobres, el pueblo trabajador del campo y de la ciudad.

2

En este contexto, la iglesia católica se despliega nuevamente, tal y como lo hiciera hace 130 años, pues la burguesía debe hacer uso ahora de todos sus recursos para mediatizar las luchas populares. Viene la más alta autoridad vaticana pasando por encima de todos los preceptos constitucionales, a predicar conformismo y anticomunismo, a hablar de una “justicia” donde deben coexistir explotadores y explotados y a tratar de restablecer la política de desmovilización obrera que ya había promovido sin éxito 58 años antes.

La visita papal de 1979 no sólo mostró la posición reaccionaria del clero tradicional, sino el profundo arraigo cristiano de nuestro pueblo, el que se volcó espontáneamente a las calles, sorprendiendo incluso a la oligarquía que orquestara una campaña publicitaria sin precedentes para preparar la visita.

Hoy día, las más altas autoridades eclesiásticas del país se pronuncian casi a diario a favor del gobierno, llamando al pueblo a mantener la calma ante la creciente miseria producto de la crisis, condenan por todos los medios a su disposición el compromiso que han adquirido los religiosos y creyentes más avanzados con las luchas populares, y favorecen abiertamente la escalada represiva del Estado, apoyando iniciativas como la de instaurar la pena de muerte.

En cuanto a las otras iglesias de denominación cristiana, irrumpieron tardíamente en nuestra historia, porque la reforma religiosa del siglo XVI nos llegó, como ya señalábamos, no con el protestantismo sino con las contrarreforma. Las iglesias protestantes vinieron por dos caminos diferentes a México: Junto a los inmigrantes europeos del siglo pasado una vez expulsados los españoles, y como parte del proyecto neo-colonial del imperialismo norteamericano.

3En el primer caso, las iglesias se limitaron al servicio religioso de los británicos o alemanes busca-fortunas recién inmigrados, casi sin haber realizado labor proselitismo. No así en el segundo caso, en el que se trata de fundaciones con enormes recursos financieros provenientes de la oligarquía norteamericana. Estas fundaciones realizan labores “filantrópicas” con el claro propósito de dividir y domesticar a nuestro pueblo.

A partir de la década de los años 30 el imperialismo norteamericano intensificó la penetración ideológica y militar en nuestro país a través de diversas sectas como los “Testigos de Jehova” o la “Iglesia Fundamentalista del Verbo de Dios”, y de agrupaciones supuestamente religiosas como el “Instituto Lingüístico de Verano” o los “Cuerpos de Paz”. Cabe resaltar que dicha penetración se lleva a cabo ante la mirada complaciente y aun con la colaboración del Estado. “Más vale una misión que cien ametralladoras” decía cierto ministro de la iglesia metodista, encargado de la Fundación Rockefeller.

2. La iglesia cede ante el empuje revolucionario

Por supuesto que el desarrollo hasta aquí descrito del cristianismo institucional no está circunscrito a México, sino que se da en todos los países en los que predominan las religiones cristianas. Para la década de los años 60, el Vaticano se encontró con que estaba cada vez más aislado de las masas católicas debido a su postura antipopular. En consecuencia, el Papa Juan XXIII siguió una política de acercamiento con los países socialistas y emitió un documento en el que admite que los comunistas realizan las acciones propuestas por la moral cristiana, aunque partan de una base teórica errónea (de acuerdo al papa). Por su parte, Paulo VI avanzó en la puesta al día de la iglesia, mediante la realización del II Concilio Vaticano y la emisión de su encíclica “Populorum Progresio”. Estas medidas hicieron posible que muchos religiosos y religiosas honestos utilizaran su ministerio en todo el mundo subdesarrollado para favorecer las luchas de liberación nacional y por el socialismo.

Desde entonces dejó de ser novedad la participación de religiosos en los movimientos armados en Nicaragua, Brasil, El Salvador, Colombia o Guatemala.

1En México, los cristianos progresistas buscan obtener su legitimidad dentro de la iglesia tradicional, a la vez que se involucran con organizaciones políticas real o supuestamente de oposición. A pesar del reflujo reaccionario inducido por el Vaticano, han tenido algunos logros como el de haber arrancado una declaración que reiteraba el compromiso de la iglesia con los pobres en la III Conferencia Episcopal Latinoamericana, realizada en Puebla, a pesar del espíritu ultramontano reinante. Por otro lado, los obispos de la Región Pacífico Sur y otros en diferentes lugares del país han manifestado la necesidad de que los católicos participen políticamente en defensa de los intereses populares. Obispos y sacerdotes honestos denuncian permanentemente el deterioro en la calidad de la vida de la población y logran una cierta politización de las masas.

es mera contemplación, sino la reflexión consecuente de una práctica que trate de desplegar la fuerza creativa del pueblo en obras de beneficio común. Los cristianos avanzados realizan una concientización notable a través de estos trabajos, la que muestra al pueblo a su enemigo, así como su propia capacidad de lucha.

3. Discusión entre cristianos y marxistas

Lo que se ha dado en llamar diálogo entre marxistas y cristianos no ha sido fácil. Se ha visto obstaculizado en la práctica por el oportunismo de “izquierda” y por una desconfianza, por lo demás explicable, de parte de los religiosos y creyentes. Pero debe resaltarse que son precisamente estos quienes más activamente han buscado ese diálogo.

Son dos las actitudes supuestamente marxistas las que obstaculizan la participación revolucionaria de los cristianos: La primera es el sectarismo provocado por una lectura rígida del marxismo-leninismo: Si los libros dicen que “la religión es el opio del pueblo”, es así, por más que los religiosos y creyentes hayan demostrado –incluso con el generoso sacrificio de sus vidas- su capacidad revolucionaria en nuestra América Latina. Ya hemos señalado que los primeros interesados en que la religión deje de ser manipulada por la burguesía son los propios cristianos revolucionarios.

El segundo obstáculo, quizá más grave que el anterior, consiste en que los revolucionarios materialistas frecuentemente consideran de manera mecánica a la fe como algo transitorio, como una especie de enfermedad infantil que desaparecerá al triunfo de la revolución. En consecuencia los compañeros cristianos son considerados como militantes a los que les falta algo, que tienen limitaciones –superables- producidas por su fe. La terca realidad se ha encargado de mostrar que esto no es así, sino muy al contrario, que los creyentes tienen en su fe al elemento más profundamente motivador de su militancia revolucionaria y que, además, la militancia revolucionaria acrecenta su fe.

La fe ha mostrado ser un elemento dinámico y creativo que además de reconstruirse a través de la militancia revolucionaria, es capaz de realizar aportes valiosos tanto para la destrucción de la vieja sociedad como para la construcción de otra donde impere la justicia, el amor, la solidaridad y la esperanza en el futuro.

Todo esto plantea nuevos problemas a la crítica marxista de la religión, la cual de ninguna manera debe pasar por la negación del derecho que se han ganado los cristianos a hacer la revolución, derecho más legítimo que el de aquellos que en el nombre del marxismo permanecen cómodamente sentados tras sus escritorios. La unidad entre cristianos y marxistas se ha dado en las cárceles fascistas y se está dando en las trincheras de las guerras de liberación nacional y por el socialismo. Esto es lo que debe recoger la teoría, la que tendrá siempre presente que la unidad cristiano-marxista parte de la práctica revolucionaria.

El esfuerzo que han realizado los cristianos por acercarse al marxismo ha sido considerable a pesar de los obstáculos arriba descritos, al grado que no pocos teólogos progresistas han leído la obra de Marx con mayor seriedad y profundidad que muchos autoproclamados marxistas. Estos cristianos han realizado una admirable autocrítica, originada en la crítica marxista de la religión, han comprendido la lucha de clases y se han involucrado en ella reinterpretando su compromiso a la luz del Evangelio.

No obstante, queda entre los cristianos revolucionarios una reserva, un obstáculo por superar desde el punto de vista teórico. Plantean que la teología política desacraliza la naturaleza y las instituciones, relativizando las nuevas instituciones creadas por la revolución triunfante. La liberación es concebida como un proceso (al que califican de dialéctico pero que es concebido mecánicamente) de desinstitucionalización, de modo que una vez liberada una formación social hay que comenzar a liberar a la siguiente. El argumento incluye al socialismo, pero se abstiene de analizar lo que sucederá en la sociedad sin clases.

Otra vertiente del mismo problema es la lectura deshistorificada de la obra de Marx, en la que existe la tendencia a tomar frases sueltas, a manera de versículos, otorgándole a cada una de ellas un valor independiente del contexto en que fueron expresadas. La obra de Marx se convierte así exactamente en lo opuesto a lo que quiso su autor: en un texto dogmático con “verdades” absolutas.

De este tipo de lectura se deriva, bajo la influencia del anticomunismo reinante, una crítica más o menos superficial de los “seguidores” de Marx, que no son sino los constructores de las vanguardias revolucionarias de los países que han logrado liberarse del imperialismo. Marx está bien, dirán de buena fe estos teólogos, pero Lenin se equivocó. Añaden a su argumento que actualmente no hay sociedades de verdad socialistas tal y como las imaginara Marx (como si las sociedades se construyeran con la idea) porque han caído en el “materialismo ateo”, en la “burocracia” y en el “capitalismo de Estado”.

Buena parte de la discusión entre marxistas y cristianos se dio en el marco de la euforia post-franquista en España y durante el breve gobierno de la Unidad Popular en chile. Parecía entonces que era posible la “vía democrática” al poder, que no haría falta la dictadura del proletariado, que se podría alcanzar la “sociedad plural”. Pero la lucha de clases no se resuelve con tanta facilidad. No nos engañemos: La revolución de nuestra sociedad, la mexicana, requiere de un proceso particularmente cruento y prolongado. La alianza estratégica entre revolucionarios cristianos y marxistas se inscribe necesariamente en el reconocimiento de que nuestro camino es la guerra popular prolongada.

Una vez reconocida la necesidad de la guerra justa, queda sólo por determinar el momento histórico en que se hace posible e imperioso para el pueblo pasar a la ofensiva. La crisis irreversible en la que se ha precipitado el imperialismo, con toda su secuela de miseria y represión, señala que se ha llegado ese momento, que ni cristianos ni marxistas tenemos derecho a posponer.

4. La alianza como cuestión práctica

Cuando una organización revolucionaria convoca sin aventurerismo, sin la manipulación de quienes buscan votos u otros beneficios oportunistas, mostrando un trabajo constante y tenaz, a luchar por un proyecto histórico en que tenga necesaria cabida todo el pueblo para hacer la guerra contra el enemigo común que es el imperialismo, los religiosos y creyentes honestos se muestran dispuestos a integrar su esfuerzo a la revolución.

Esa organización debe mostrar un respeto irrestricto a las creencias religiosas del pueblo, por lo que no puede objetar el credo religioso de los que en ella militen. Deberá ser la lucha revolucionaria la que defina el carácter verdaderamente revolucionario de quienes en ella participen, y no la improductiva discusión entre materialistas e idealistas.

La búsqueda de unidad de todas las fuerzas revolucionarias del país definirá a la organización revolucionaria como laica, ya que proselitismo religioso dentro de sus filas rompería la unidad. A su vez, a ningún militante de la organización le sería dado opinar en el nombre de esta sobre la interpretación de las cuestiones religiosas que sólo competen a las distintas iglesias.

El marxismo-leninismo ha mostrado su validez en todas las revoluciones triunfantes de este siglo. Por ello todos los militantes, religiosos o no, de una organización revolucionaria como la que estamos planteando, tendrán la obligación de capacitarse teóricamente en el marxismo-leninismo. Además, no debe permitirse que el clero reaccionario se apropie de algunos elementos del marxismo-leninismo para dar explicaciones no científicas de la realidad, derivadas de la lectura fragmentaria de los clásicos, substituyendo la unidad de la teoría y la práctica revolucionarias por un simple discurso de apariencia revolucionaria.

El respeto a la religión debe asumir formas concretas: Permiso a los militantes para celebrar sus ritos, prohibición de que sean objeto de críticas o burlas, existencia de capellanes en la organización, y cabida de escritos y argumentos de los religiosos a favor de la revolución en las publicaciones abiertas o clandestinas.

La revolución ha de recibir el aporte cristiano al igual que todos los demás aportes del pueblo. Los trabajos que esperan a ser realizados son de una variedad enorme y tienen como única limitación las posibilidades creativas del pueblo, habida cuenta del grado de avance de la lucha. Para algunos de esos trabajos, los cristianos –particularmente los religiosos y religiosas- tienen el compromiso específico de lograr que los creyentes caminen por la senda revolucionaria. Para la realización de los más, se requiere la conciencia de la necesidad de la revolución y de que esta es posible.

El germen de esa conciencia ya existe entre los cristianos honestos de nuestro país.


Epílogo

Hasta aquí el documento histórico que hoy damos a conocer.

Independientemente de las manifestaciones de Fe de nuestro pueblo y de la reconocida rapacidad de los políticos mexicanos por aprovechar la visita del papa para lavar su imagen, seguimos pensando como nuestra “Tesis Política”, que sean bienvenidos todos los seres humanos de buena fe, dispuestos a

Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”




Compañera Rosita ¡presente!

18 de diciembre… Aniversario de su nacimiento…..

En la Casa de todas y todos existe un lugar conocido por ser la cocina de la antigua Casa. Ahí la compañera Rosita, que así la bautizaron los compañeros que la visitaban pues había nacido cerca de Nueva Rosita, Coahuila, elaboraba no sólo los alimentos para su consumo personal, sino también aquellos otros que enviaba a la montaña para alimentar a las compañeras y compañeros que integraban lo que con el paso de los años se convirtió en el verdadero Ejército del Pueblo. El EZLN.

Era la época del terror, la que se llamó ”la guerra fría” y en México “la guerra sucia”. El estado mexicano creo las cámaras de tortura y cárceles clandestinas que aún existen, donde la mal llamada “brigada blanca” actuaba con toda impunidad bajo las órdenes de agentes extranjeros.

Sin embargo, un grupo de mujeres entre las cuales se encontró nuestra compañera Rosita no se intimidaron y siguieron hasta el fin de sus vidas buscando a sus hijos y reclamando poner fin a la impunidad, por eso intentaron destruir la casa. Resulta paradójico que aún hoy nuestra patria sufra por la muerte sin investigación ninguna de más de 100,000 mexicanos y 30,000 desaparecidos incluidos los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, y que tengamos que seguir diciendo:

¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!

Quienes pretenden aterrorizar al pueblo de México no conocen su historia, ni su dignidad, ignoran que los mexicanos “Sí tenemos madres” o “doñas”, y junto con ellas, memoria, y todas son nuestro perenne ejemplo. Como ha siempre nuestro deber celebramos a nuestras compañeras y compañeros en su cumpleaños, hoy en el aniversario de su nacimiento, recordamos a la compañera Rosita y con ella a las mujeres mexicanas que no se rinden.

Presentamos una fotografía de ella, de los años 60 s´ del siglo pasado, elaborando los alimentos en la casa de todas y todos. Así la recordamos: con amor filial y respeto.

Compañera Rosita ¡presente!
Vivir por la Patria o Morir por la Libertad
Grupo Editorial de la Casa de todas y todos
18 de diciembre del 2015




Octubre, la memoria para la libertad

Muchos son los días que convocan a recordar, pero también a caminar en la lucha por la libertad. ¡No se olvida! y ¡no están solos! son dos de los ejes articuladores que históricamente los movimientos retoman para encontrarse, para hermanar sus procesos.

Si el dos de octubre es una memoria viva, es también un referente para luchar de manera digna, para recordar la historia de los pueblos, de sus resistencias en mil formas e historias, en los territorios del mundo, y ya que la memoria dignifica, es necesario también acompañarla de organización para buscar la paz, para buscar justicia, tierra y libertad.

Entre el contexto del país en 1968 y el contexto actual, existen semejanzas y diferencias que necesitamos considerar al organizar la lucha y resistencia popular. Un elemento común entre el Estado de entonces y el de hoy es su naturaleza represiva, antidemocrática y antipopular. Así que las consignas de ¡No se olvida! y ¡no están solos!, se repiten antes como ahora pues los jóvenes y estudiantes luchan también con el recuerdo de sus compañeros, salen a las calles por justicia, caminan hasta encontrarse, caminan para no olvidar y para hermanarse: De Tlatelolco a Ayotzinapa. ¡Justicia!

De la misma manera, diferentes sectores sociales resisten la embestida criminal del Estado y suman sus esfuerzos para encontrarse, para escuchar sus reclamos y demandas, para buscar acuerdos comunes que ayuden a articular la lucha nacional por un nuevo proyecto de Nación incluyente, libre y democrática que recoja las aspiraciones justas de nuestro pueblo.

De eso trata Nuestra Propuesta: de ayudar a encontrarse, de caminar hacia el mismo propósito aunque cada quien siga caminos y formas diferentes. Creemos que la unidad se basa en el respeto a la diversidad de luchas que coincidan en acuerdos comunes para trabajar organizados en la liberación definitiva de nuestro país, secuestrado hoy por un Estado títere manejado por intereses imperialistas.

Nuestra responsabilidad es gigantesca. Pero nos guían los pasos de nuestros hermanos caídos, las luchas históricas de nuestro pueblo y miles de personas que han decidido caminar sin esperar cambios desde arriba, que han decidido construir su propio camino en un proceso colectivo de liberación nacional.

Grupo Editorial de la Casa de todas y todos.




Efemérides
Octubre, “no se olvida”….

“Las labores pequeñas (recoger un donativo, enviar una carta, dar un informe, comprar hilo común, etc.) son los pasos que hacen correr a las FLN, son indispensables, forman la disciplina y sin ellas las acciones más riesgosas son imposibles de realizar.”

Compañero Pedro

Marzo, 1970


Tres son los compañeros que recordamos en éste mes: Coco, Manuel y Pedrín, nacidos en octubre.

“Coco”

Así eligió ella llamarse cuando fue reclutada como militante urbana en 1969, como todos nosotros su formación política se inició realizando los “pequeños trabajos”, pero fundamentales para las F.L.N. En 1971 pasa a la clandestinidad y en 1974, era la 2ª responsable nacional y dirigía las actividades que nos permitieron evitar la destrucción total de nuestra organización.

Hoy, incluimos lo que se escribió sobre ella en 1976.

COMUNICADO CONFIDENCIAL A TODOS LOS MILITANTES DE LAS

FUERZAS DE LIBERACION NACIONAL

Recuerdo de la compañera Julieta Glokner Rossainz, Aurora.

La educación que le brindó su padre, permitió que desde su adolescencia, Aurora tuviese ya conciencia de los problemas sociales. Participó durante su vida civil en numerosos grupos políticos buscando siempre solución a los sufrimientos de su pueblo.

Así, participó en el Frente Electoral del Pueblo, y cuando procuraba, convencida ya de las incapacidades e impotencias de esos métodos, que el Partido Comunista Mexicano cambiase sus lineamientos, fue expulsada de las filas de la Juventud de ese organismo.

Visitó la República de Cuba en los primeros años del triunfo de la Revolución. Buscó afanosamente, sin lograr, pese a sus desvelos, conseguirlo, los contactos que le permitiesen participar en la lucha que el pueblo guatemalteco sostiene contra la dictadura, lucha que Aurora sintió también como propia y que motivaba en ella el deber internacionalista que, firmemente arraigado, poseía. Por ello, cuando nuestras FLN la contactaron, su militancia urbana fue ejemplar, a grado tal de que, histórica excepción, fue la única compañera urbana que conocía y visitaba nuestra casa de seguridad, como fue también la única en esa época que mereció, siendo militante urbana, la entrega de un arma para su defensa, distinción que le otorgara nuestra Dirección por sus sobresalientes méritos e íntegra disciplina.

En alguna vez realizó una comisión durante quince o veinte días en la sierra chiapaneca: su voluntad moral y convicción revolucionaria se vieron acrecentadas y sólidamente reforzadas al enfrentarse a las condiciones hostiles del medio, enteramente nuevo para ella, pero que solamente arraigó más determinación a sus actos, más esfuerzo en sus tareas, más confianza en la victoria final de su pueblo.

En julio de 1971, por razones de seguridad debe integrarse, y lo hace, a las filas profesionales de las FLN. Para ello, por las condiciones que nuestro método revolucionario nos impone, hubo de separarse de lo más querido entre lo querido: su pequeño hijo, Carlitos, quien tenía entonces cuatro o cinco años de edad. Lo hizo con la convicción profunda de la necesidad del método, con la certeza absoluta de la histórica victoria de nuestros pueblos. Alguna vez, cuando evocaba cariñosa el recuerdo de su hijito, al observar a unos pequeños boleritos que hambrientos le pedían algo de comer, profundamente conmovida, sentenció: “mi hijo al menos, tiene qué comer; éstos son ahora también, mis hijos”.

Algunos meses bastaron como profesional para pulir sus criterios. Entonces es designada responsable de la red urbana en el Distrito Federal. Ahí tuvo oportunidad Aurora, entonces conocida como Paz, de mostrar sus cualidades como organizador, la claridad de sus ideas políticas, la metodología en la corrección de las fallas propias y de sus subordinados; por sus empeños, la red urbana aumentó sus efectivos y algunos de sus integrantes se convirtieron en profesionales de nuestra organización.

Se aplicó al estudio de la medicina y sus avances teóricos unidos a su meticulosa observación, le valieron para considerarla como el mejor “ojo clínico” de entre nuestros compañeros no profesionales del ramo médico.

Como Salvador, basaba su superación personal en el trabajo y en la autocrítica: ambos factores influyeron decisivamente en Aurora y por consecuencia en los compañeros que personalmente la trataron.

Sabía mandar, porque supo antes aprender a obedecer.

Debemos reconocer su entrega total a la causa de la revolución: su claridad en acción y su creatividad, contribuyeron a acelerar en numerosas ocasiones la marcha de nuestra organización.

Jamás sombra alguna de cobardía empañó su solidaridad combativa: su vida importaba poco cuando la de sus compañeros corría riesgo.

Un día antes de su muerte, enfrentó decidida junto a dos de sus compañeros, el ataque de policías judiciales que en Villahermosa intentaron detenerlos, acción de la que resultó con escoriaciones leves producidas al romperse, por los impactos de las balas, el parabrisas del auto en que viajaban. Siempre presta, y lo demostró en esa ocasión, a velar porque los conocimientos de la organización que poseía no cayeran en poder del gobierno opresor, supo enfrentar con decisión, entrega y convicción marxista los momentos apremiantes que vivió.

Cuando ocurre su muerte, en el Sureste de México, los soldados que amedrentados clamaban su rendición y la del compañero Gonzalo que la acompañaba, sólo escucharon su voz firme y serena: “si pueden, vengan por nosotros”, voz rubricada por el tableteo de su pistola automática.

La confianza en su causa y la conciencia de su superioridad, forjaron su decisión de que quien intentase detenerla, conseguiría sólo su cuerpo, anegado en sangre, si no sucumbía antes, al pretenderlo.

“Muertes, martirio, sombra, hielo,

cubren de pronto la semilla y parece

enterrado el pueblo. Pero no me siento

solo en la noche.

Soy pueblo, pueblo innumerable.

Tengo en mi voz la fuerza

para atravesar el silencio.

Desde la muerte renacemos”

Las fuerzas del gobierno opresor, desconocen el talento que con su acción apagaron.

Hoy, primero de octubre, XXIX aniversario de su nacimiento, evocamos su recuerdo junto a nuestra certera consigna:

VIVIR POR LA PATRIA O MORIR POR LA LIBERTAD

Fuerzas de Liberación Nacional

1 de octubre de 1976

Para ellos el respeto a su memoria y nuestro siempre….

Vivir por la Patria o Morir por la Libertad.

Grupo Editorial de la Casa de todas y todos.




Nada es Gratuito en la Historia:
A 50 años del Asalto al Cuartel de Madera

“La lucha en que estamos empeñados, a la cual hemos consagrado todos nuestros esfuerzos
por destruir el actual orden de cosas y edificar una nueva sociedad en la que no haya
explotación ni injusticia, en la que no haya miseria, ignorancia ni insalubridad,
requiere grandes sacrificios”
Arturo Gámiz

Ciudad Madera, Chihuahua es un pueblo pequeño pero muy importante para nuestra historia. El 23 de septiembre de 1965 (hace 50 años), un grupo de guerrilleros intentó tomar por asalto el cuartel del ejército que apoyaba desde ahí al gobierno para reprimir y apoyar a los latifundistas en el saqueo de las recursos naturales de la Sierra Tarahumara. De los trece combatientes que participaron en el asalto, ocho perdieron la vida, la mayoría rematados a mansalva después de ser heridos y hechos prisioneros.

Entre las demandas enarboladas por los guerrilleros estaban el reparto de tierras, el alto a la devastación ecológica de la empresa “Bosques de Chihuahua” y detener la represión de militares, caciques y guardias blancas contra las comunidades de la sierra. Pero más allá de éstas demandas, los combatientes dirigidos por el profesor Arturo Gámiz se planteaban un cambio radical de la sociedad, un cambio revolucionario y antiimperialista, donde se pudieran eliminar las injusticias, la explotación y las desigualdades sociales. Para nuestro pueblo, el asalto frustrado al cuartel de Madera representó el llamado a terminar con el sistema imperialista en México, que como ya lo hemos dicho antes, tomará generaciones lograrlo.

Existen dos obras básicas sobre esa historia para comprender lo ocurrido; la primera, el libro “Madera” del profesor José Santos Valdés, quien hizo la primer reseña histórica del hecho y otra, la de nuestro compañero “Mario”, también maestro, también guerrillero, que viviendo en Chihuahua recogió la información necesaria para escribir como un deber más, el artículo aparecido en nuestra publicación “Lucha Ideológica”, que denominó: “Nada es Gratuito en la Historia”.

En un artículo titulado “La Participación de los Estudiantes en el Movimiento Revolucionario”, Arturo Gámiz llama al estudiantado a “no alimentar ya ninguna ilusión en la burguesía porque es la fuente de muchos descalabros”. Y agrega: “No esperen sufrir todos en carne propia lo que ya saben que la burguesía es muy capaz de hacer, (deben) prever todo en cada acción, tomar las medidas de prevención más acertadas y pasar a la ofensiva”.

Con el afán de rescatar las ideas del profesor Arturo Gámiz en el contexto social del país en aquel entonces, transcribimos parte del artículo mencionado líneas arriba:

“La lucha en que estamos empeñados, a la cual hemos consagrado todos nuestros esfuerzos por destruir el actual orden de cosas y edificar una nueva sociedad en la que no haya explotación ni injusticia, en la que no haya miseria, ignorancia ni insalubridad, requiere grandes sacrificios. Las represalias por cada acción son inevitables porque la burguesía jamás entregará el poder por las buenas…”

“Tomar prevenciones, calcular bien las fuerzas propias y las del enemigo, no caer en el aventurerismo pero tampoco asustarse, abandonar el puesto y correr. Esto es lo que se debe hacer, por encima de nuestra beca, de nuestro trabajo y aun de nuestra familia, están los intereses sagrados del proletariado”.

La Casa de Todas y Todos considera que el espíritu de lucha, sacrificio y disposición de dar la vida por construir una sociedad donde no exista la injusticia, desigualdad y la pobreza, es el ejemplo que nos deja la gesta histórica de los combatientes al mando de Arturo Gámiz. Creemos que lo justo de las luchas no se mide por su éxito, sino por las ideas enarboladas y por su propósito.

La Casa de todas y todos, siguiendo la tradición del trabajo colectivo, del estudio, rescate de la historia y búsqueda de caminos para transformar a fondo las condiciones de vida de nuestro pueblo que sufre, rinde un homenaje a los combatientes caídos en el asalto y destaca su entrega a la causa revolucionaria, con el apotegma del General Insurgente Vicente Guerrero: “Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”.

Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos.




¡¡¡ REGALO DE ANIVERSARIO !!!

Este 6 de agosto, Aniversario 46 de las Fuerzas de Liberación Nacional de México, ponemos a su disposición el

Cuaderno de Trabajo: Dignificar la Historia I.

Como en el cuaderno se expresa, no fue escrito con fines de lucro, quienes integramos el equipo de compañeros con el deber moral de preservar la memoria digna de nuestro pueblo, no descansamos ni cejamos en buscar justicia. No cobramos por ello, nunca lo hemos hecho. No somos historiadores, ni una empresa editorial. Somos gente consciente de que éste trabajo debe hacerse y lo hacemos.

Si usted se siente identificado con nuestras actividades y piensa que es importante ayudar a la reconstrucción de la Casa de todas y todos, hemos impreso una edición especial con pastas duras que puede solicitar y por solidaridad, aportar una cuota de ayuda.

Si no es el caso, pero le interesa la historia patria, solicite la edición normal con el mismo contenido pero sin costos de impresión caros. Y si usted no puede costear este precio, solicite la obra simplemente y se la obsequiaremos.

Entendemos la crisis del sistema y estamos seguros que la obra estará en buenas manos.

¡Conocer la verdad de la historia patria, nos hará libres!

¡Vivir por la Patria o Morir por la Libertad!

Grupo editorial de la Casa de todas y todos

Informes sobre el libro: casadetodasytodosdf@gmail.com