Religión y lucha por la liberación nacional y el socialismo

 (“Tesis política” de las FLN de principios de los años 80’s)

Una aclaración necesaria:

“Quien no conoce la historia de su patria, es un extranjero en su propia Patria”; el apotegma iniciaba el libro de texto de historia Patria en las escuelas de México en la segunda mitad del Siglo XX. Éramos el fruto de la larga lucha revolucionaria de México. Teníamos historia, himno y bandera. Poco a poco, se fueron excluyendo los cursos de historia de la educación básica. Pero nosotros no olvidamos. Las “Tesis Políticas” escritas por las FLN a principio de los años 80’s del siglo pasado nos muestran que el deber de estudiar y llevar salud física y mental a nuestro pueblo ha sido una constante en sus esfuerzos emancipatorios. La creación de escuelas y hospitales no son preocupación exclusiva del ahora: ante la carencia evidente de las mismas, el que lo hiciera una organización ‘política y militar’ en forma clandestina, sin usar las armas aún siendo perseguida, forma parte de ésta historia Patria.

Hoy presentamos la “Tesis política sobre la Religión”, escrita por las FLN para uso público, no clandestino. En ella no se habla de las FLN, pero sí de la necesidad de avanzar en las relaciones entre militantes revolucionarios y religiosos honestos. Con la próxima visita del Papa Francisco a México, consideramos pertinente expresar nuestro punto de vista histórico sobre las religiones. Además, consideramos importante seguir participando en la construcción de la “ciencia de la historia”, a partir de documentos fidedignos que han sido crisol en la concreción de los esfuerzos y luchas de nuestro pueblo por su liberación; de poco sirve hoy, para este propósito y a nuestros ojos, rebobinar la mitología, mistificar procesos o hacer de la historia, cuento.

Son estas tesis políticas serias, escritas con el debido respeto a quien las lee, las que hicieron que la “Cra. Bárbara” decidiera participar activamente en la lucha por la liberación de su pueblo y de su Fe. La Compañera Bárbara era oriunda de Santa Bárbara, Chihuahua, miembra de una congregación religiosa francesa adscrita a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, y militante comprometida de las Fuerzas de Liberación Nacional desde principios de los años ochentas, y después de ella muchas otras y otros siguieron su ejemplo. Sean ustedes testigas de la historia y, como hizo ella, elija ahora o “calle para siempre”.


 

RELIGION Y LUCHA
POR LA LIBERACION
NACIONAL Y EL
SOCIALISMO.

La unidad de esta lucha verdaderamente revolucionaria de la clase oprimida por la creación de un paraíso en la tierra es más importante para nosotros que la unidad de opinión del proletariado acerca del paraíso celestial”.

V.I. Lenin, 3 de diciembre de 1905.

“Por lo tanto no nos vamos a dejar dividir, como tantas veces lo hemos planteado, en estos problemas angustiosos de Colombia; qué nos va y qué nos viene estar discutiendo entre católicos y comunistas si Dios existe o si Dios no existe, si todos estamos convencidos de que la miseria sí existe ¿Por qué estamos encerrados por ahí en los cafetines, discutiendo si el alma es mortal o si el alma es inmortal, cuando sabemos que la miseria si es mortal?”

Camilo Torres, 6 de agosto de 1965.

Introducción

Nuestro pueblo es profundamente religioso; su fe trasciende las manifestaciones visibles del culto externo: No sólo es religioso porque asista a las celebraciones, sino porque casi todos los actos de la vida cotidiana están matizados por esa fe. Será con ella y frecuentemente a través de ella, que el pueblo se irá incorporando al proceso revolucionario. Con ello se liberará de las cadenas de explotación y opresión con que nos ata el imperialismo, a la vez que vaya revolucionando también la propia fe.

La religión no juega ni jugará un papel unívoco en nuestra guerra revolucionaria. Entre los eslabones de la cadena que tiene atado a nuestro pueblo están los del conformismo, la pasividad, el individualismo y el divisionismo, fomentados por las instituciones religiosas abierta o solapadamente aliadas al imperialismo, o incluso directamente patrocinadas por él.

En la medida en que aumenten las contradicciones económicas se intensificarán los esfuerzos mediatizadores de esas iglesias reaccionarias, que se harán aún más reaccionarias y anticomunistas. En esa misma medida aumentará la necesidad de los creyentes y religiosos honestos, de liberarse de la opresión imperialista, liberando con ello su fe, la que está siendo manipulada por la burguesía para mantener sus privilegios. Conforme se vaya profundizando la crisis del imperialismo, los religiosos y creyentes honestos serán perseguidos, torturados y asesinados, por lo que verán cada día más claramente que la revolución es su única alternativa de liberación religiosa.

La religión es, pues, un elemento importante –diríamos incluso que a veces fundamental- en la lucha de clases, ya no sólo como instrumento de dominación sino de liberación, entendida ésta no como hecho individual, sino nacional y de clase.

Por ello se hace necesario analizar a la religión como parte de la lucha de clases, para delimitar al enemigo y para dotar a los revolucionarios –religiosos o no- con armas para la lucha ideológica. Como veremos, la discusión no pasa por el cuestionamiento de la existencia de Dios, sino por la necesidad de establecer si existen o no contradicciones de fondo entre la fe y la militancia revolucionaria, porque de no existir, se hace imperiosa la tarea de lograr una unidad estratégica de las fuerzas –religiosas o no- comprometidas con la lucha por la toma del poder por el pueblo.

Ese escrito pretende mostrar a los revolucionarios cristianos que la lucha por la liberación nacional y el socialismo no está contra la religión; pretende también mostrar a los revolucionarios no creyentes que los cristianos tienen motivaciones no sólo de clase, sino precisamente religiosas para hacer la revolución.

Nuestro análisis parte del papel que ha desempeñado la religión en la lucha de clases en México a través de la historia, plantea los avances del pensamiento cristiano derivados de la revolución latinoamericana, reseña algunos puntos relevantes de la discusión entre marxistas y cristianos, y señala la vinculación de los religiosos y creyentes avanzados con la lucha armada por la liberación nacional y el socialismo como una cuestión práctica e inmediata.

1.Esbozo histórico

Las religiones prehispánicas fueron prácticamente arrasadas por la conquista y sus remanentes carecen actualmente de relevancia. Tampoco tienen importancia desde la perspectiva histórica que nos ocupa, aquellas religiones no cristianas que llegaron al país con pequeños núcleos de inmigrantes. Por ello nos referiremos solamente a las religiones cristianas, entre las que obviamente destaca el catolicismo.

Si afirmamos que las iglesias cristianas se han aliado y han formado parte de las clases dominantes a través de la historia, no somos novedosos. Tampoco tenemos la intención de satanizarlas como enemigas del pueblo, sino más bien la de establecer el punto de partida de la evolución que han seguido los cristianos para llegar –necesariamente- a la opción revolucionaria.

Para un observador crítico tampoco es un asunto nuevo el que la iglesia católica se debate en graves contradicciones internas que, a no dudar, la llevarán a un nuevo cisma. Y entre los cristianos no católicos brotan sectas nuevas casi como si fueran hongos. Esto sucede porque ni el pensamiento ni las instituciones religiosas son inmutables; son atravesados por las luchas sociales, las que acaban por modificar profundamente a las iglesias, haciendo que se separen los sectores en pugna o que se concilien dentro de un nuevo orden. Este fenómeno nada tiene de nuevo; por el contrario, es inherente a la propia iglesia desde que esta existe, como veremos enseguida.

Los conquistadores españoles trajeron a México el cristianismo recién escindido de la contrarreforma, creador de la inquisición que en España perseguía implacablemente a moros, judíos y herejes; ese cristianismo sustentado por una iglesia rica y con poderes casi absolutos, que se debatía entre la santidad y la corrupción.

Desde luego que el móvil principal de los conquistadores españoles no fue el de imponer su religión sino el lucro, de tal manera que la iglesia se constituyó de inmediato en un mecanismo de enriquecimiento. Este se logró como siempre se logra, a través de la violencia: La economía mercantil se implantó empezando por la conquista, siguiendo con el despojo y acabando con la explotación. A esta violencia se ligó la imposición religiosa del vencedor, al grado de que los primeros franciscanos ya decían que donde no hay plata, no entra la religión.

El clero contribuyó a la economía colonial concentrando a la población indígena, amaestrándola y organizándola en unidades productivas. Ya antes de finalizar el siglo XVI, la iglesia adquirió grandes extensiones de tierra utilizando para ello, además de las habilidades mundanas de los clérigos, los métodos nada piadosos de la inquisición. Mas no todos los sectores de la iglesia se identificaron con la clase dominante.

La sed de riquezas de los conquistadores fue calmada con las encomiendas, que pronto se mostraron ineficaces para desarrollar la economía colonial, porque no habían suficientes trabajadores debido a la matanza de indígenas. Se buscó entonces racionalizar el reclutamiento y la distribución de la mano de obra a través de los repartimientos, que conllevaban la excesiva explotación y maltrato de los trabajadores. Estas prácticas de trabajo forzado coexistieron con el intento de generalizar el trabajo asalariado, necesario para el desarrollo de la economía mercantil.

En este contexto contradictorio del desarrollo del trabajo asalariado, la escasa oferta de brazos, el genocidio y la explotación excesiva, y la servidumbre que ataba a los trabajadores, lucharon los frailes avanzados como Las Casas, Quiroga o Zumárraga, para proteger a los indígenas de la voracidad española. En su lucha tuvieron que enfrentar a su propia iglesia, empeñada también en exprimir al pueblo.

La idea de colonizar pacíficamente las Indias con labradores y artesanos que vivieran con justicia del producto de su trabajo y fueran propietarios de la tierra, de que “gente española casara con gente india para formar una de las mejores repúblicas”, la idea –en fin- por la que fuera decapitado Tomás Moro, nunca pudo llevarse a cabo porque todavía no nacía la clase social que habrá de enterrar para siempre la lucha de clases; tampoco había nacido la ciencia de la historia.

La economía colonial se consolidó, quedando la iglesia como uno de sus puntales. Cuando más fuerte se veía comenzó a resquebrajarse por sus contradicciones económicas: La pugna entre la servidumbre y el trabajo libre, entre los gremios y los obrajes, entre la encomienda y la hacienda, entre el campo y las ciudades, entre metrópoli y colonia, entre las clases privilegiadas y las masas desposeídas, entre los valores arcaicos y una economía mercantil en crecimiento, se fueron acentuando y haciendo más agudas.

La concentración de riquezas lograda por la iglesia colonial –mediante la explotación del trabajo, la usura y el despojo a través de la inquisición- llegó a amenazar a la corona española, por lo que esta tomó la tardía medida de expulsar a los jesuitas durante la segunda mitad del siglo XVIII. Esto no sirvió para remediar las contradicciones: A pesar de la confiscación de las tierras del clero (que se repetiría un siglo más tarde), este no perdió sus privilegios porque el agravamiento de las contradicciones económicas obligó a los agricultores y terratenientes a acudir a la iglesia en busca de créditos; así, al cabo de pocos años esta institución había vuelto a acumular una enorme riqueza derivada de los préstamos hipotecarios.

Frente a los españoles ricos estaban los criollos, que anhelaban su emancipación ya que –como agricultores o empleados modestos que eran- veían crecer sus deudas, mientras que crecían también las fortunas de los peninsulares. Entre tanto, el grueso del pueblo –indios, negros y castas- se debatían en la miseria y el desempleo. La resquebrajada estructura colonial no resistía el embate del capitalismo mundial.

Una vez más, como en los albores de la colonia, surgieron a principios del siglo XIX, del seno de la iglesia, los defensores de la causa popular. En esta ocasión habrían de guiar al pueblo por el camino de la revolución para conseguir nuestra primera independencia. El cura Hidalgo abolió el tributo, liberó a los esclavos y confiscó la riqueza de los españoles. Llevó a cabo, pues, un programa popular. Entretanto, el alto clero excomulgaba y restablecía la inquisición, argumentaba que la doctrina cristiana exigía la obediencia al rey y bendecía –un poco más tarde- al ridículo imperio de Iturbide.

José María Morelos fue más que un cura surgido del pueblo; fue también un militar genial, que supo apoyar sus ideas libertarias con el único recurso que podía hacerlas triunfar: las armas. Para reedificar –decía- es necesario destruir lo antiguo.

Junto a Hidalgo, Morelos y Matamoros lucharon otros cuatrocientos clérigos y frailes por la creación de una patria; estos próceres religiosos y tantos otros cristianos dieron sus vidas por aquella primera independencia. Acabaron con la colonia, pero las condiciones históricas aún no estaban dadas para la liberación definitiva.

De la guerra de independencia emergió el clero como una fuerza política de primer orden; sin embargo, en su seno existían intereses encontrados: Una cúspide de criollos ricos y una base de mestizos e indígenas pobres. La iglesia católica vivía de las rentas, se enriquecía por medio del diezmo y los préstamos hipotecarios y concentraba otra vez grandes extensiones de tierra con producción latifundista.

López de Santa Anna concedió hacia mediados del siglo XIX grandes privilegios a la iglesia, los que esta no estaba dispuesta a perder, así que ayudó a los norteamericanos en la guerra que costó a México la mitad del territorio nacional; se cuidó muy bien de no poner sus riquezas a la disposición de quienes defendían la Patria, por temer a que el pueblo armado se volviera contra los ricos. Cabe resaltar que hubo muchos curas, frailes y monjas patrióticos, que enfrentaron dignamente calle por calle, a los invasores, después de que el ejército de Santa Anna hubo huido cobardemente.

La guerra de 1847 y las innumerables guerritas entre criollos, entre criollos y latifundistas, entre criollos y mestizos, habían dejado sin recursos al país, de modo que el gobierno emitió la llamada ley Lerdo, mediante la cual se desamortizaban los bienes de la iglesia que nunca, por cierto, llegaron a manos del pueblo; por el contrario, la mencionada ley era profundamente antipopular e injusta, pues expropiaba también las tierras comunales de los indígenas. Está claro que la iglesia se opuso a la expropiación, así como a la tibia constitución de 1857, mediante todos los recursos de que disponía, incluso el de negar los servicios religiosos a la población (tal y como lo hiciera 70 años después para iniciar la guerra de los cristeros).

Aun cuando fuera despojada de gran parte de sus cuantiosos bienes, la iglesia siguió teniendo el suficiente poder como para tratar de volver por sus fueros a contracorriente de la historia. Así, apoyó a los reaccionarios en la guerra contra Juárez, quien acabó por restarle poder político; se alió a la intervención francesa y tuvo fricciones con el imperialismo de Maximiliano porque los franceses pretendían desarrollar al capitalismo más allá de los intereses del alto clero. El porfiriato siguió respecto a la iglesia la política de Juárez, pero ni así se alió la institución al pueblo. Combatió a Madero por espiritista y apoyó la guerra contra el pueblo encarnado en las fuerzas de Zapata y Villa.

Para 1922, el clero trató de dirigir el movimiento obrero creando la confederación Nacional Católica del Trabajo, habiendo declarado el arzobispo estar en desacuerdo con los principios del socialismo y recomendado a los obreros cristiana obediencia a Dios; su alocución terminaba así: “Pobres, amad vuestra condición humilde y vuestro trabajo; poned vuestras miradas en el cielo; allí está la verdadera riqueza. Una sola cosa pido: a los Ricos, amor. A los pobres, resignación”.

Pero la iglesia de los años 20 no pudo apropiarse del movimiento obrero controlado por Luis N. Morones. Así que volvió sus ojos codiciosos de poder al campo, donde habían campesinos pobres e inconformes con la persecución religiosa de los gobiernos de Carranza y Obregón y con sus miserables condiciones de existencia, a las que la reforma agraria no había llegado a poner remedio.

La iglesia de los años 20 cerró filas en su pugna por el poder contra el gobierno encabezado por Calles. Dejó de prestar servicios religiosos y orilló a los campesinos a la rebelión armada en 1926. Para el año siguiente la iglesia ya había entrado en componendas tanto con el gobierno mexicano como con el norteamericano (interesado en la estabilización del país para poder extraer mejor sus riquezas), así que dio una vez más la espalda al pueblo –esta vez armado por ella- para rescatar su cuota de poder al lado de los opresores.

Derrotado el movimiento cristero, la iglesia, esa iglesia defensora de sus privilegios de la que estamos hablando, optó por no seguir enfrentando a otras fracciones de la clase dominante. No tanto porque hubiera renunciado a la recuperación de sus privilegios perdidos, sino porque durante aquellas décadas de los años veinte y treinta hubo un flujo revolucionario en el mundo que le mostró a su verdadero enemigo: los pobres, el pueblo trabajador del campo y de la ciudad.

La iglesia de los años 40 cerró filas con el resto de las estructuras del Estado mexicano, que tenía una ideología liberal burguesa y se mostraba anticlerical por encima, pero apoyaba al clero conservador por debajo de la mesa. De este modo puede seguir usando los templos que fueron declarados propiedad de la Nación desde la promulgación de las leyes de Reforma, también puede construir nuevos templos aunque queden nominalmente como propiedades del Estado; puede fundar y mantener escuelas y universidades pasando por encima de la Constitución; puede crear asociaciones de “beneficencia” y desarrollo comunitario, agrupaciones de jóvenes, hospitales y asilos; puede mantener y fomentar organizaciones de laicos que participen activamente en la orientación política del país e incluso puede tener cierto peso económico. Puede hasta obedecer al Vaticano, potencia extranjera con la que México no tiene relaciones diplomáticas. A cambio de todos estos privilegios, la iglesia debe de abstenerse de “participar en política”, esto es, de hacer declaraciones públicas que no favorezcan al régimen en turno; sus miembros no pueden participar en las elecciones, aunque patrocina grupos y partidos políticos como Acción Nacional o la Unión Nacional Sinarquista, ahora Partido Demócrata Mexicano.

2

Conforme fue avanzando la crisis del imperialismo, se desmoronó el modelo desarrollista hasta hace pocos años activamente promovido por la iglesia. La ideología de la “unidad nacional” cambió porque ya no quedaba lugar para la demagogia populista. La crisis económica “pone en juego el destino de la nación” dice la burguesía, haciendo recaer todo su peso sobre los hombros del pueblo trabajador; la unidad nacional se convierte en seguridad nacional: Se declara la guerra a las “ideas exóticas”, a las tentaciones liberadoras surgidas del tan cercano ejemplo de Centroamérica.

En este contexto, la iglesia católica se despliega nuevamente, tal y como lo hiciera hace 130 años, pues la burguesía debe hacer uso ahora de todos sus recursos para mediatizar las luchas populares. Viene la más alta autoridad vaticana pasando por encima de todos los preceptos constitucionales, a predicar conformismo y anticomunismo, a hablar de una “justicia” donde deben coexistir explotadores y explotados y a tratar de restablecer la política de desmovilización obrera que ya había promovido sin éxito 58 años antes.

La visita papal de 1979 no sólo mostró la posición reaccionaria del clero tradicional, sino el profundo arraigo cristiano de nuestro pueblo, el que se volcó espontáneamente a las calles, sorprendiendo incluso a la oligarquía que orquestara una campaña publicitaria sin precedentes para preparar la visita.

Hoy día, las más altas autoridades eclesiásticas del país se pronuncian casi a diario a favor del gobierno, llamando al pueblo a mantener la calma ante la creciente miseria producto de la crisis, condenan por todos los medios a su disposición el compromiso que han adquirido los religiosos y creyentes más avanzados con las luchas populares, y favorecen abiertamente la escalada represiva del Estado, apoyando iniciativas como la de instaurar la pena de muerte.

Con esto, la iglesia llega al final del camino junto a los opresores bajo cuya sombra se cobija. En esta revolución que comienza ya no podrán ganar los opresores porque nunca más habrá opresores ni oprimidos: la iglesia ya no se podrá alinear con los privilegiados porque al triunfo de esta revolución se habrán acabado los privilegios. La iglesia tradicional se resiste a perder sus privilegios y actúa recrudeciendo su posición intentando frenar al pueblo; trata de aparecer como conciliadora, situada por encima de los problemas de este mundo, pero sólo logra alejar a la feligresía y dividir al clero.

En cuanto a las otras iglesias de denominación cristiana, irrumpieron tardíamente en nuestra historia, porque la reforma religiosa del siglo XVI nos llegó, como ya señalábamos, no con el protestantismo sino con las contrarreforma. Las iglesias protestantes vinieron por dos caminos diferentes a México: Junto a los inmigrantes europeos del siglo pasado una vez expulsados los españoles, y como parte del proyecto neo-colonial del imperialismo norteamericano.

3En el primer caso, las iglesias se limitaron al servicio religioso de los británicos o alemanes busca-fortunas recién inmigrados, casi sin haber realizado labor proselitismo. No así en el segundo caso, en el que se trata de fundaciones con enormes recursos financieros provenientes de la oligarquía norteamericana. Estas fundaciones realizan labores “filantrópicas” con el claro propósito de dividir y domesticar a nuestro pueblo.

A partir de la década de los años 30 el imperialismo norteamericano intensificó la penetración ideológica y militar en nuestro país a través de diversas sectas como los “Testigos de Jehova” o la “Iglesia Fundamentalista del Verbo de Dios”, y de agrupaciones supuestamente religiosas como el “Instituto Lingüístico de Verano” o los “Cuerpos de Paz”. Cabe resaltar que dicha penetración se lleva a cabo ante la mirada complaciente y aun con la colaboración del Estado. “Más vale una misión que cien ametralladoras” decía cierto ministro de la iglesia metodista, encargado de la Fundación Rockefeller.

2. La iglesia cede ante el empuje revolucionario

Por supuesto que el desarrollo hasta aquí descrito del cristianismo institucional no está circunscrito a México, sino que se da en todos los países en los que predominan las religiones cristianas. Para la década de los años 60, el Vaticano se encontró con que estaba cada vez más aislado de las masas católicas debido a su postura antipopular. En consecuencia, el Papa Juan XXIII siguió una política de acercamiento con los países socialistas y emitió un documento en el que admite que los comunistas realizan las acciones propuestas por la moral cristiana, aunque partan de una base teórica errónea (de acuerdo al papa). Por su parte, Paulo VI avanzó en la puesta al día de la iglesia, mediante la realización del II Concilio Vaticano y la emisión de su encíclica “Populorum Progresio”. Estas medidas hicieron posible que muchos religiosos y religiosas honestos utilizaran su ministerio en todo el mundo subdesarrollado para favorecer las luchas de liberación nacional y por el socialismo.

Hubo otros dos acontecimientos que sacudieron a la iglesia católica durante esa misma década: El más relevante fue la participación del cura Camilo Torres en el Ejército de Liberación Nacional de Colombia, y su fundamentación teológica de que la militancia guerrillera es la única alternativa cristiana del momento. El otro acontecimiento fue la reunión de obispos latinoamericanos en Medellín; en ella, la iglesia católica latinoamericana ratificó su compromiso con los pobres y justificó la guerra popular contra la opresión imperialista.

Desde entonces dejó de ser novedad la participación de religiosos en los movimientos armados en Nicaragua, Brasil, El Salvador, Colombia o Guatemala.

1En México, los cristianos progresistas buscan obtener su legitimidad dentro de la iglesia tradicional, a la vez que se involucran con organizaciones políticas real o supuestamente de oposición. A pesar del reflujo reaccionario inducido por el Vaticano, han tenido algunos logros como el de haber arrancado una declaración que reiteraba el compromiso de la iglesia con los pobres en la III Conferencia Episcopal Latinoamericana, realizada en Puebla, a pesar del espíritu ultramontano reinante. Por otro lado, los obispos de la Región Pacífico Sur y otros en diferentes lugares del país han manifestado la necesidad de que los católicos participen políticamente en defensa de los intereses populares. Obispos y sacerdotes honestos denuncian permanentemente el deterioro en la calidad de la vida de la población y logran una cierta politización de las masas.

Sacerdotes y religiosas, ministros, diáconos y laicos realizan, frecuentemente en conjuntos ecuménicos, trabajos de base con obreros, campesinos y colonos; este trabajo no es espiritual en el sentido que la tradición le ha querido dar: No es mera contemplación, sino la reflexión consecuente de una práctica que trate de desplegar la fuerza creativa del pueblo en obras de beneficio común. Los cristianos avanzados realizan una concientización notable a través de estos trabajos, la que muestra al pueblo a su enemigo, así como su propia capacidad de lucha.

Sin embargo, esta obra político-espiritual no ha cristalizado en un proyecto global, histórico, que guíe al pueblo hacia su liberación definitiva. Este hecho, más que señalar una limitación del cristianismo avanzado lo que muestra –a decir de los propios teólogos- es que la labor de la religión no es esa. Los cristianos adquieren el compromiso revolucionario porque forman parte del pueblo; su fe los fortalece en la lucha, pero la estrategia y la táctica de esa lucha no puede originarse en el Evangelio.

Es por ello que los cristianos buscan honestamente el acercamiento con diversas corrientes progresistas y con el marxismo, a la vez que se van incorporando a la militancia en partidos y organizaciones políticas. Esto ha provocado, dicho sea de paso, que los oportunistas traten de utilizar el trabajo cristiano de base; afortunadamente han topado, en la mayoría de los casos, con la cautela largamente practicada por las comunidades religiosas.

3. Discusión entre cristianos y marxistas

Lo que se ha dado en llamar diálogo entre marxistas y cristianos no ha sido fácil. Se ha visto obstaculizado en la práctica por el oportunismo de “izquierda” y por una desconfianza, por lo demás explicable, de parte de los religiosos y creyentes. Pero debe resaltarse que son precisamente estos quienes más activamente han buscado ese diálogo.

Son dos las actitudes supuestamente marxistas las que obstaculizan la participación revolucionaria de los cristianos: La primera es el sectarismo provocado por una lectura rígida del marxismo-leninismo: Si los libros dicen que “la religión es el opio del pueblo”, es así, por más que los religiosos y creyentes hayan demostrado –incluso con el generoso sacrificio de sus vidas- su capacidad revolucionaria en nuestra América Latina. Ya hemos señalado que los primeros interesados en que la religión deje de ser manipulada por la burguesía son los propios cristianos revolucionarios.

El segundo obstáculo, quizá más grave que el anterior, consiste en que los revolucionarios materialistas frecuentemente consideran de manera mecánica a la fe como algo transitorio, como una especie de enfermedad infantil que desaparecerá al triunfo de la revolución. En consecuencia los compañeros cristianos son considerados como militantes a los que les falta algo, que tienen limitaciones –superables- producidas por su fe. La terca realidad se ha encargado de mostrar que esto no es así, sino muy al contrario, que los creyentes tienen en su fe al elemento más profundamente motivador de su militancia revolucionaria y que, además, la militancia revolucionaria acrecenta su fe.

La fe ha mostrado ser un elemento dinámico y creativo que además de reconstruirse a través de la militancia revolucionaria, es capaz de realizar aportes valiosos tanto para la destrucción de la vieja sociedad como para la construcción de otra donde impere la justicia, el amor, la solidaridad y la esperanza en el futuro.

Todo esto plantea nuevos problemas a la crítica marxista de la religión, la cual de ninguna manera debe pasar por la negación del derecho que se han ganado los cristianos a hacer la revolución, derecho más legítimo que el de aquellos que en el nombre del marxismo permanecen cómodamente sentados tras sus escritorios. La unidad entre cristianos y marxistas se ha dado en las cárceles fascistas y se está dando en las trincheras de las guerras de liberación nacional y por el socialismo. Esto es lo que debe recoger la teoría, la que tendrá siempre presente que la unidad cristiano-marxista parte de la práctica revolucionaria.

Los marxistas no ocultamos a los cristianos que somos materialistas, es decir, que sabemos que las condiciones de existencia determinan a la conciencia. Esto significa que concebimos a la religión como un producto humano, determinado por las condiciones materiales en que se desarrolla la sociedad. Tampoco ocultamos que al triunfo de la revolución el pueblo vencedor creará un Estado que garantice la más completa libertad religiosa, la cual conlleva la libertad de no profesar ninguna religión; este Estado será obviamente laico. También es cierto que estamos contra las iglesias que se desempeñan como enemigas del pueblo. Todos estos elementos, ya viejos y sabidos ¿obstaculizan de alguna manera la alianza estratégica entre cristianos y marxistas? La respuesta es NO. No por dos razones: En primer término porque es más lo que nos une que lo que nos separa; tal es el caso de nuestra búsqueda común de la justicia y nuestro común compromiso con los pobres, es decir, con el pueblo trabajador de la ciudad y del campo. Y en segundo lugar porque la única posibilidad históricamente viable de destrucción de la vieja sociedad para liberar al cristianismo de sus trabas es precisamente el socialismo, al cual arribaremos si aplicamos correctamente la ciencia de la historia, que no es sino el marxismo-leninismo.

El esfuerzo que han realizado los cristianos por acercarse al marxismo ha sido considerable a pesar de los obstáculos arriba descritos, al grado que no pocos teólogos progresistas han leído la obra de Marx con mayor seriedad y profundidad que muchos autoproclamados marxistas. Estos cristianos han realizado una admirable autocrítica, originada en la crítica marxista de la religión, han comprendido la lucha de clases y se han involucrado en ella reinterpretando su compromiso a la luz del Evangelio.

No obstante, queda entre los cristianos revolucionarios una reserva, un obstáculo por superar desde el punto de vista teórico. Plantean que la teología política desacraliza la naturaleza y las instituciones, relativizando las nuevas instituciones creadas por la revolución triunfante. La liberación es concebida como un proceso (al que califican de dialéctico pero que es concebido mecánicamente) de desinstitucionalización, de modo que una vez liberada una formación social hay que comenzar a liberar a la siguiente. El argumento incluye al socialismo, pero se abstiene de analizar lo que sucederá en la sociedad sin clases.

Otra vertiente del mismo problema es la lectura deshistorificada de la obra de Marx, en la que existe la tendencia a tomar frases sueltas, a manera de versículos, otorgándole a cada una de ellas un valor independiente del contexto en que fueron expresadas. La obra de Marx se convierte así exactamente en lo opuesto a lo que quiso su autor: en un texto dogmático con “verdades” absolutas.

De este tipo de lectura se deriva, bajo la influencia del anticomunismo reinante, una crítica más o menos superficial de los “seguidores” de Marx, que no son sino los constructores de las vanguardias revolucionarias de los países que han logrado liberarse del imperialismo. Marx está bien, dirán de buena fe estos teólogos, pero Lenin se equivocó. Añaden a su argumento que actualmente no hay sociedades de verdad socialistas tal y como las imaginara Marx (como si las sociedades se construyeran con la idea) porque han caído en el “materialismo ateo”, en la “burocracia” y en el “capitalismo de Estado”.

La objeción al socialismo real conduce a la negación de los referentes históricos de la lucha por el socialismo, con la consiguiente negación del camino que ha de llevar a nuestro pueblo a la toma del poder (y que obviamente no puede ser el mismo que siguiera la Unión Soviética, Cuba o cualquier otro país socialista). Mediante este esquema se relativiza a tal grado al socialismo, que se oculta su origen en el capitalismo; se veía también el papel del imperialismo beligerante que actúa contra las sociedades socialistas recién constituidas estorbando su desarrollo.

La mencionada objeción al socialismo real conduce necesariamente a posiciones anticomunistas; la historia ha demostrado que quienes toman ese camino (en Polonia o Nicaragua por ejemplo) terminan militando en las filas contrarrevolucionarias. Esto no quiere decir que estemos contra la crítica; muy por el contario, sin la crítica no es posible la revolución misma. Solo que debe hacerse en términos concretos, históricos, y desde una perspectiva comprometida con la revolución. De nada sirve el uso de adjetivos como “totalitarismo” u otros por el estilo; dejemos que el enemigo sea quien haga ese tipo de crítica que solamente es propaganda ¿Cómo es posible que critiquemos al vaticano o a los voceros del gobierno norteamericano por sus posiciones y acciones reaccionarias y al mismo tiempo les demos crédito cuando nos endilgan historias sobre la persecución religiosa en la Unión Soviética o acerca del “heroísmo” del “sindicato” Solidaridad y sus dirigentes en Polonia?

Buena parte de la discusión entre marxistas y cristianos se dio en el marco de la euforia post-franquista en España y durante el breve gobierno de la Unidad Popular en chile. Parecía entonces que era posible la “vía democrática” al poder, que no haría falta la dictadura del proletariado, que se podría alcanzar la “sociedad plural”. Pero la lucha de clases no se resuelve con tanta facilidad. No nos engañemos: La revolución de nuestra sociedad, la mexicana, requiere de un proceso particularmente cruento y prolongado. La alianza estratégica entre revolucionarios cristianos y marxistas se inscribe necesariamente en el reconocimiento de que nuestro camino es la guerra popular prolongada.

Si mencionamos la guerra, evidentemente estamos hablando de muerte; ya no sólo de morir, sino de matar. ¿No nos han dicho desde que éramos niños, que lo cristiano no es matar, sino poner la otra mejilla? Este argumento ha sido superado con creces, tanto por los marxistas como por los nuevos lectores del Evangelio. Los opresores llaman violencia a las acciones que el pueblo toma contra ellos; su propia violencia la llaman justicia, a la vez que ocultan la violencia cotidiana inherente al sistema: A la tortura le llaman “confesión”, a la cárcel “reeducación” y al secuestro “desaparición”. Las fuerzas represivas no asesinan, sino que “cumplen con su deber”. La muerte lenta por hambre se llama “desnutrición” y la violencia en el trabajo sobreexplotado “accidente”. La violencia oculta del imperialismo es mucho más terrible que la evidente, porque nos deja indefensos y deja impunes a los genocidas.

Una vez reconocida la necesidad de la guerra justa, queda sólo por determinar el momento histórico en que se hace posible e imperioso para el pueblo pasar a la ofensiva. La crisis irreversible en la que se ha precipitado el imperialismo, con toda su secuela de miseria y represión, señala que se ha llegado ese momento, que ni cristianos ni marxistas tenemos derecho a posponer.

4. La alianza como cuestión práctica

Cuando una organización revolucionaria convoca sin aventurerismo, sin la manipulación de quienes buscan votos u otros beneficios oportunistas, mostrando un trabajo constante y tenaz, a luchar por un proyecto histórico en que tenga necesaria cabida todo el pueblo para hacer la guerra contra el enemigo común que es el imperialismo, los religiosos y creyentes honestos se muestran dispuestos a integrar su esfuerzo a la revolución.

Esa organización debe mostrar un respeto irrestricto a las creencias religiosas del pueblo, por lo que no puede objetar el credo religioso de los que en ella militen. Deberá ser la lucha revolucionaria la que defina el carácter verdaderamente revolucionario de quienes en ella participen, y no la improductiva discusión entre materialistas e idealistas.

La búsqueda de unidad de todas las fuerzas revolucionarias del país definirá a la organización revolucionaria como laica, ya que proselitismo religioso dentro de sus filas rompería la unidad. A su vez, a ningún militante de la organización le sería dado opinar en el nombre de esta sobre la interpretación de las cuestiones religiosas que sólo competen a las distintas iglesias.

El marxismo-leninismo ha mostrado su validez en todas las revoluciones triunfantes de este siglo. Por ello todos los militantes, religiosos o no, de una organización revolucionaria como la que estamos planteando, tendrán la obligación de capacitarse teóricamente en el marxismo-leninismo. Además, no debe permitirse que el clero reaccionario se apropie de algunos elementos del marxismo-leninismo para dar explicaciones no científicas de la realidad, derivadas de la lectura fragmentaria de los clásicos, substituyendo la unidad de la teoría y la práctica revolucionarias por un simple discurso de apariencia revolucionaria.

El respeto a la religión debe asumir formas concretas: Permiso a los militantes para celebrar sus ritos, prohibición de que sean objeto de críticas o burlas, existencia de capellanes en la organización, y cabida de escritos y argumentos de los religiosos a favor de la revolución en las publicaciones abiertas o clandestinas.

La revolución ha de recibir el aporte cristiano al igual que todos los demás aportes del pueblo. Los trabajos que esperan a ser realizados son de una variedad enorme y tienen como única limitación las posibilidades creativas del pueblo, habida cuenta del grado de avance de la lucha. Para algunos de esos trabajos, los cristianos –particularmente los religiosos y religiosas- tienen el compromiso específico de lograr que los creyentes caminen por la senda revolucionaria. Para la realización de los más, se requiere la conciencia de la necesidad de la revolución y de que esta es posible.

El germen de esa conciencia ya existe entre los cristianos honestos de nuestro país.


Epílogo

Hasta aquí el documento histórico que hoy damos a conocer.

Independientemente de las manifestaciones de Fe de nuestro pueblo y de la reconocida rapacidad de los políticos mexicanos por aprovechar la visita del papa para lavar su imagen, seguimos pensando como nuestra “Tesis Política”, que sean bienvenidos todos los seres humanos de buena fe, dispuestos a

Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”




Compañera Rosita ¡presente!

18 de diciembre… Aniversario de su nacimiento…..

En la Casa de todas y todos existe un lugar conocido por ser la cocina de la antigua Casa. Ahí la compañera Rosita, que así la bautizaron los compañeros que la visitaban pues había nacido cerca de Nueva Rosita, Coahuila, elaboraba no sólo los alimentos para su consumo personal, sino también aquellos otros que enviaba a la montaña para alimentar a las compañeras y compañeros que integraban lo que con el paso de los años se convirtió en el verdadero Ejército del Pueblo. El EZLN.

Era la época del terror, la que se llamó ”la guerra fría” y en México “la guerra sucia”. El estado mexicano creo las cámaras de tortura y cárceles clandestinas que aún existen, donde la mal llamada “brigada blanca” actuaba con toda impunidad bajo las órdenes de agentes extranjeros.

Sin embargo, un grupo de mujeres entre las cuales se encontró nuestra compañera Rosita no se intimidaron y siguieron hasta el fin de sus vidas buscando a sus hijos y reclamando poner fin a la impunidad, por eso intentaron destruir la casa. Resulta paradójico que aún hoy nuestra patria sufra por la muerte sin investigación ninguna de más de 100,000 mexicanos y 30,000 desaparecidos incluidos los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, y que tengamos que seguir diciendo:

¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!

Quienes pretenden aterrorizar al pueblo de México no conocen su historia, ni su dignidad, ignoran que los mexicanos “Sí tenemos madres” o “doñas”, y junto con ellas, memoria, y todas son nuestro perenne ejemplo. Como ha siempre nuestro deber celebramos a nuestras compañeras y compañeros en su cumpleaños, hoy en el aniversario de su nacimiento, recordamos a la compañera Rosita y con ella a las mujeres mexicanas que no se rinden.

Presentamos una fotografía de ella, de los años 60 s´ del siglo pasado, elaborando los alimentos en la casa de todas y todos. Así la recordamos: con amor filial y respeto.

Compañera Rosita ¡presente!
Vivir por la Patria o Morir por la Libertad
Grupo Editorial de la Casa de todas y todos
18 de diciembre del 2015




Octubre, la memoria para la libertad

Muchos son los días que convocan a recordar, pero también a caminar en la lucha por la libertad. ¡No se olvida! y ¡no están solos! son dos de los ejes articuladores que históricamente los movimientos retoman para encontrarse, para hermanar sus procesos.

Si el dos de octubre es una memoria viva, es también un referente para luchar de manera digna, para recordar la historia de los pueblos, de sus resistencias en mil formas e historias, en los territorios del mundo, y ya que la memoria dignifica, es necesario también acompañarla de organización para buscar la paz, para buscar justicia, tierra y libertad.

Entre el contexto del país en 1968 y el contexto actual, existen semejanzas y diferencias que necesitamos considerar al organizar la lucha y resistencia popular. Un elemento común entre el Estado de entonces y el de hoy es su naturaleza represiva, antidemocrática y antipopular. Así que las consignas de ¡No se olvida! y ¡no están solos!, se repiten antes como ahora pues los jóvenes y estudiantes luchan también con el recuerdo de sus compañeros, salen a las calles por justicia, caminan hasta encontrarse, caminan para no olvidar y para hermanarse: De Tlatelolco a Ayotzinapa. ¡Justicia!

De la misma manera, diferentes sectores sociales resisten la embestida criminal del Estado y suman sus esfuerzos para encontrarse, para escuchar sus reclamos y demandas, para buscar acuerdos comunes que ayuden a articular la lucha nacional por un nuevo proyecto de Nación incluyente, libre y democrática que recoja las aspiraciones justas de nuestro pueblo.

De eso trata Nuestra Propuesta: de ayudar a encontrarse, de caminar hacia el mismo propósito aunque cada quien siga caminos y formas diferentes. Creemos que la unidad se basa en el respeto a la diversidad de luchas que coincidan en acuerdos comunes para trabajar organizados en la liberación definitiva de nuestro país, secuestrado hoy por un Estado títere manejado por intereses imperialistas.

Nuestra responsabilidad es gigantesca. Pero nos guían los pasos de nuestros hermanos caídos, las luchas históricas de nuestro pueblo y miles de personas que han decidido caminar sin esperar cambios desde arriba, que han decidido construir su propio camino en un proceso colectivo de liberación nacional.

Grupo Editorial de la Casa de todas y todos.




Efemérides <br> Octubre, “no se olvida”….

“Las labores pequeñas (recoger un donativo, enviar una carta, dar un informe, comprar hilo común, etc.) son los pasos que hacen correr a las FLN, son indispensables, forman la disciplina y sin ellas las acciones más riesgosas son imposibles de realizar.”

Compañero Pedro

Marzo, 1970


Tres son los compañeros que recordamos en éste mes: Coco, Manuel y Pedrín, nacidos en octubre.

“Coco”

Así eligió ella llamarse cuando fue reclutada como militante urbana en 1969, como todos nosotros su formación política se inició realizando los “pequeños trabajos”, pero fundamentales para las F.L.N. En 1971 pasa a la clandestinidad y en 1974, era la 2ª responsable nacional y dirigía las actividades que nos permitieron evitar la destrucción total de nuestra organización.

Hoy, incluimos lo que se escribió sobre ella en 1976.

COMUNICADO CONFIDENCIAL A TODOS LOS MILITANTES DE LAS

FUERZAS DE LIBERACION NACIONAL

Recuerdo de la compañera Julieta Glokner Rossainz, Aurora.

La educación que le brindó su padre, permitió que desde su adolescencia, Aurora tuviese ya conciencia de los problemas sociales. Participó durante su vida civil en numerosos grupos políticos buscando siempre solución a los sufrimientos de su pueblo.

Así, participó en el Frente Electoral del Pueblo, y cuando procuraba, convencida ya de las incapacidades e impotencias de esos métodos, que el Partido Comunista Mexicano cambiase sus lineamientos, fue expulsada de las filas de la Juventud de ese organismo.

Visitó la República de Cuba en los primeros años del triunfo de la Revolución. Buscó afanosamente, sin lograr, pese a sus desvelos, conseguirlo, los contactos que le permitiesen participar en la lucha que el pueblo guatemalteco sostiene contra la dictadura, lucha que Aurora sintió también como propia y que motivaba en ella el deber internacionalista que, firmemente arraigado, poseía. Por ello, cuando nuestras FLN la contactaron, su militancia urbana fue ejemplar, a grado tal de que, histórica excepción, fue la única compañera urbana que conocía y visitaba nuestra casa de seguridad, como fue también la única en esa época que mereció, siendo militante urbana, la entrega de un arma para su defensa, distinción que le otorgara nuestra Dirección por sus sobresalientes méritos e íntegra disciplina.

En alguna vez realizó una comisión durante quince o veinte días en la sierra chiapaneca: su voluntad moral y convicción revolucionaria se vieron acrecentadas y sólidamente reforzadas al enfrentarse a las condiciones hostiles del medio, enteramente nuevo para ella, pero que solamente arraigó más determinación a sus actos, más esfuerzo en sus tareas, más confianza en la victoria final de su pueblo.

En julio de 1971, por razones de seguridad debe integrarse, y lo hace, a las filas profesionales de las FLN. Para ello, por las condiciones que nuestro método revolucionario nos impone, hubo de separarse de lo más querido entre lo querido: su pequeño hijo, Carlitos, quien tenía entonces cuatro o cinco años de edad. Lo hizo con la convicción profunda de la necesidad del método, con la certeza absoluta de la histórica victoria de nuestros pueblos. Alguna vez, cuando evocaba cariñosa el recuerdo de su hijito, al observar a unos pequeños boleritos que hambrientos le pedían algo de comer, profundamente conmovida, sentenció: “mi hijo al menos, tiene qué comer; éstos son ahora también, mis hijos”.

Algunos meses bastaron como profesional para pulir sus criterios. Entonces es designada responsable de la red urbana en el Distrito Federal. Ahí tuvo oportunidad Aurora, entonces conocida como Paz, de mostrar sus cualidades como organizador, la claridad de sus ideas políticas, la metodología en la corrección de las fallas propias y de sus subordinados; por sus empeños, la red urbana aumentó sus efectivos y algunos de sus integrantes se convirtieron en profesionales de nuestra organización.

Se aplicó al estudio de la medicina y sus avances teóricos unidos a su meticulosa observación, le valieron para considerarla como el mejor “ojo clínico” de entre nuestros compañeros no profesionales del ramo médico.

Como Salvador, basaba su superación personal en el trabajo y en la autocrítica: ambos factores influyeron decisivamente en Aurora y por consecuencia en los compañeros que personalmente la trataron.

Sabía mandar, porque supo antes aprender a obedecer.

Debemos reconocer su entrega total a la causa de la revolución: su claridad en acción y su creatividad, contribuyeron a acelerar en numerosas ocasiones la marcha de nuestra organización.

Jamás sombra alguna de cobardía empañó su solidaridad combativa: su vida importaba poco cuando la de sus compañeros corría riesgo.

Un día antes de su muerte, enfrentó decidida junto a dos de sus compañeros, el ataque de policías judiciales que en Villahermosa intentaron detenerlos, acción de la que resultó con escoriaciones leves producidas al romperse, por los impactos de las balas, el parabrisas del auto en que viajaban. Siempre presta, y lo demostró en esa ocasión, a velar porque los conocimientos de la organización que poseía no cayeran en poder del gobierno opresor, supo enfrentar con decisión, entrega y convicción marxista los momentos apremiantes que vivió.

Cuando ocurre su muerte, en el Sureste de México, los soldados que amedrentados clamaban su rendición y la del compañero Gonzalo que la acompañaba, sólo escucharon su voz firme y serena: “si pueden, vengan por nosotros”, voz rubricada por el tableteo de su pistola automática.

La confianza en su causa y la conciencia de su superioridad, forjaron su decisión de que quien intentase detenerla, conseguiría sólo su cuerpo, anegado en sangre, si no sucumbía antes, al pretenderlo.

“Muertes, martirio, sombra, hielo,

cubren de pronto la semilla y parece

enterrado el pueblo. Pero no me siento

solo en la noche.

Soy pueblo, pueblo innumerable.

Tengo en mi voz la fuerza

para atravesar el silencio.

Desde la muerte renacemos”

Las fuerzas del gobierno opresor, desconocen el talento que con su acción apagaron.

Hoy, primero de octubre, XXIX aniversario de su nacimiento, evocamos su recuerdo junto a nuestra certera consigna:

VIVIR POR LA PATRIA O MORIR POR LA LIBERTAD

Fuerzas de Liberación Nacional

1 de octubre de 1976

Para ellos el respeto a su memoria y nuestro siempre….

Vivir por la Patria o Morir por la Libertad.

Grupo Editorial de la Casa de todas y todos.




Nada es Gratuito en la Historia: <br> A 50 años del Asalto al Cuartel de Madera

“La lucha en que estamos empeñados, a la cual hemos consagrado todos nuestros esfuerzos
por destruir el actual orden de cosas y edificar una nueva sociedad en la que no haya
explotación ni injusticia, en la que no haya miseria, ignorancia ni insalubridad,
requiere grandes sacrificios”
Arturo Gámiz

Ciudad Madera, Chihuahua es un pueblo pequeño pero muy importante para nuestra historia. El 23 de septiembre de 1965 (hace 50 años), un grupo de guerrilleros intentó tomar por asalto el cuartel del ejército que apoyaba desde ahí al gobierno para reprimir y apoyar a los latifundistas en el saqueo de las recursos naturales de la Sierra Tarahumara. De los trece combatientes que participaron en el asalto, ocho perdieron la vida, la mayoría rematados a mansalva después de ser heridos y hechos prisioneros.

Entre las demandas enarboladas por los guerrilleros estaban el reparto de tierras, el alto a la devastación ecológica de la empresa “Bosques de Chihuahua” y detener la represión de militares, caciques y guardias blancas contra las comunidades de la sierra. Pero más allá de éstas demandas, los combatientes dirigidos por el profesor Arturo Gámiz se planteaban un cambio radical de la sociedad, un cambio revolucionario y antiimperialista, donde se pudieran eliminar las injusticias, la explotación y las desigualdades sociales. Para nuestro pueblo, el asalto frustrado al cuartel de Madera representó el llamado a terminar con el sistema imperialista en México, que como ya lo hemos dicho antes, tomará generaciones lograrlo.

Existen dos obras básicas sobre esa historia para comprender lo ocurrido; la primera, el libro “Madera” del profesor José Santos Valdés, quien hizo la primer reseña histórica del hecho y otra, la de nuestro compañero “Mario”, también maestro, también guerrillero, que viviendo en Chihuahua recogió la información necesaria para escribir como un deber más, el artículo aparecido en nuestra publicación “Lucha Ideológica”, que denominó: “Nada es Gratuito en la Historia”.

En un artículo titulado “La Participación de los Estudiantes en el Movimiento Revolucionario”, Arturo Gámiz llama al estudiantado a “no alimentar ya ninguna ilusión en la burguesía porque es la fuente de muchos descalabros”. Y agrega: “No esperen sufrir todos en carne propia lo que ya saben que la burguesía es muy capaz de hacer, (deben) prever todo en cada acción, tomar las medidas de prevención más acertadas y pasar a la ofensiva”.

Con el afán de rescatar las ideas del profesor Arturo Gámiz en el contexto social del país en aquel entonces, transcribimos parte del artículo mencionado líneas arriba:

“La lucha en que estamos empeñados, a la cual hemos consagrado todos nuestros esfuerzos por destruir el actual orden de cosas y edificar una nueva sociedad en la que no haya explotación ni injusticia, en la que no haya miseria, ignorancia ni insalubridad, requiere grandes sacrificios. Las represalias por cada acción son inevitables porque la burguesía jamás entregará el poder por las buenas…”

“Tomar prevenciones, calcular bien las fuerzas propias y las del enemigo, no caer en el aventurerismo pero tampoco asustarse, abandonar el puesto y correr. Esto es lo que se debe hacer, por encima de nuestra beca, de nuestro trabajo y aun de nuestra familia, están los intereses sagrados del proletariado”.

La Casa de Todas y Todos considera que el espíritu de lucha, sacrificio y disposición de dar la vida por construir una sociedad donde no exista la injusticia, desigualdad y la pobreza, es el ejemplo que nos deja la gesta histórica de los combatientes al mando de Arturo Gámiz. Creemos que lo justo de las luchas no se mide por su éxito, sino por las ideas enarboladas y por su propósito.

La Casa de todas y todos, siguiendo la tradición del trabajo colectivo, del estudio, rescate de la historia y búsqueda de caminos para transformar a fondo las condiciones de vida de nuestro pueblo que sufre, rinde un homenaje a los combatientes caídos en el asalto y destaca su entrega a la causa revolucionaria, con el apotegma del General Insurgente Vicente Guerrero: “Vivir por la Patria o Morir por la Libertad”.

Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos.




¡¡¡ REGALO DE ANIVERSARIO !!!

Este 6 de agosto, Aniversario 46 de las Fuerzas de Liberación Nacional de México, ponemos a su disposición el

Cuaderno de Trabajo: Dignificar la Historia I.

Como en el cuaderno se expresa, no fue escrito con fines de lucro, quienes integramos el equipo de compañeros con el deber moral de preservar la memoria digna de nuestro pueblo, no descansamos ni cejamos en buscar justicia. No cobramos por ello, nunca lo hemos hecho. No somos historiadores, ni una empresa editorial. Somos gente consciente de que éste trabajo debe hacerse y lo hacemos.

Si usted se siente identificado con nuestras actividades y piensa que es importante ayudar a la reconstrucción de la Casa de todas y todos, hemos impreso una edición especial con pastas duras que puede solicitar y por solidaridad, aportar una cuota de ayuda.

Si no es el caso, pero le interesa la historia patria, solicite la edición normal con el mismo contenido pero sin costos de impresión caros. Y si usted no puede costear este precio, solicite la obra simplemente y se la obsequiaremos.

Entendemos la crisis del sistema y estamos seguros que la obra estará en buenas manos.

¡Conocer la verdad de la historia patria, nos hará libres!

¡Vivir por la Patria o Morir por la Libertad!

Grupo editorial de la Casa de todas y todos

Informes sobre el libro: casadetodasytodosdf@gmail.com




Natalicio del Compañero Salvador

“…recordamos su esmero en que los trabajos de los compañeros se realizaran además de en forma provechosa, con criterio revolucionario, atendiendo incluso más a la forma en que se hacían que a los resultados que de él se obtuvieran …”




Fray Servando Teresa de Mier. Semblanza

Semblanza sobre Fray Servando Teresa de Mier en las Jornadas por el Rescate de la Memoria Histórica, en el marco de la Reinauguración de La Casa de Todas y Todos. Apodaca, Nuevo León. Agosto 2014




El valor de la Memoria Histórica

Participación de Neil Harvey en las Jornadas por el Rescate de la Memoria Histórica, en el marco de la Reinauguración de La Casa de Todas y Todos. Apodaca, Nuevo León. Agosto 2014




Qué es la Memoria Histórica

Participación de Carlos Sánchez en las Jornadas por el Rescate de la Memoria Histórica, en el marco de la Reinauguración de La Casa de Todas y Todos. Apodaca, Nuevo León. Agosto 2014