Posted On 2 abril, 2020 By In Actividades, Editorial With 2037 Views

Abril, 2020:

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“Sólo quien ama con pasión a su pueblo,  puede odiar con la misma intensidad a quien le oprime: el imperialismo”.

Abril del 2020 es uno diferente a otros, tanto en México, nuestro país, como en el mundo entero. Vivimos el forzoso cambio de nuestra cotidianidad, nos vemos obligadas y obligados en adaptar formas de convivencia que no son las nuestras: vemos calles vacías, medios de transporte tan desabastecidos como los almacenes de abarrotes y víveres, histeria dentro de los hospitales; estamos limitadas de abrazar o dar la mano a nuestras amigas y conocidas; debemos abstenernos de nuestras reuniones para platicar o para celebrar cualquier acontecimiento pretexto para convivir, quienes pueden pagarlo, salen con cubrebocas y antibacteriales. Nos preguntamos: ¿La ficción rebasa a la realidad o la realidad rebasa la ficción?

Dentro de este cuestionamiento, retomamos a Nestor Kohan, reflexionando sobre los contextos inesperados: “¿Tendrán por fin razón los preconizadores del “fin del trabajo” (Jeremy Rifkin), el “agotamiento de la política” (Daniel Bell), el ocaso de los “grandes relatos” (Jean-François Lyotard), el “fin de la historia” (Francis Fukuyama), la opacidad de la “forma-sindicato” (Toni Negri)? ¿Habremos llegado acaso al fin del capitalismo senil?”. Estás, son preguntas, hacia las que aún no tenemos respuesta.

Sin embargo, permanecemos nosotras y nosotros con perseverancia, como lo hemos hecho por 50 años: resistiendo. Por eso, no dejaremos de escribir nuestras efemérides para recordar a los compañeros y compañeras que nos dejaron principios éticos y morales irrenunciables, ni de expresar la opinión de compañeros que, aspirando a la colectividad, participan en el Grupo Editorial con sus aportaciones.

En abril, conmemoramos el nacimiento de los compañeros Ricardo y Fidelino, quienes forman parte de la Lista de Ocosingo; además, del de la compañera Soledad, quien a los 24 años fue asesinada por el Ejército Federal en San Miguel Nepantla en 1974. Ella fue de las primeras compañeras en incorporarse como militantes profesionales a la organización madre Fuerzas de Liberación Nacional. Para recordarla, extraemos una semblanza del compañero Mario: “Porque para ella la revolución era sinónimo de amar. Sólo quien ama con pasión a su pueblo puede odiar con la misma intensidad a quien le oprime: el imperialismo. Amaba sobre todo a los niños, como si fueran propios…” [http://casadetodasytodos.org/editorial/abril-soledad-ricardo-y-fidelino/].

Abril es también el mes en que oficialmente se celebra el Día del Niño conmemorado en México cada 30 de abril desde el año 1924; instituido por la Organización de Naciones Unidas después de la Declaración de Ginebra en la se reconocieron por primera vez los derechos del niño (y las niñas, apuntamos); sin embargo, la aparición de la niñez en la Constitución se ha convertido en una celebración sin arraigo, ni repercusión, carente de historia.  Este día ha sido tomado por la mercadotecnia desmedida legitimándola como una celebración que se vuelve de consumo “obligatorio” a nivel nacional desde las escuelas, iglesias, instituciones e industrias que, oportunistas, se suman a las fechas registradas en el calendario publicitario para servir al mercado de la desigualdad, mercantilizando una etapa del desarrollo para reducirla al del consumo.

Ante esto, nosotras mostramos otras preocupaciones sobre la infancia, la infancia que crece hoy y que hereda las consecuencias de una sociedad de consumo que conocemos bajo el imperio neoliberal, un mundo en el cual un 1% de la población, integrada por dirigentes políticos, desde el Estado, la monarquía, la iglesia, deciden el destino de la clase trabajadora, ejecutando políticas de exterminio, dando prioridad a mantener la producción económica por encima de la vida humana; lejos de la opulencia comercial que pueda significar, vemos los niños y las niñas como humanos en desarrollo, conscientes de su entorno. Para ello nos apoyamos en J.R. Ubieto con lo siguiente:

“La infancia no es un momento cronológico, sino un tiempo lógico tal como mostró el psicoanalista Jacques Lacan (1971). La infancia es un primer tiempo para mirar, un tiempo abierto a lo inacabado, a lo que está por venir y por construir. Un tiempo también para fracasar y aprender de los tropiezos. Un tiempo para las sorpresas y la curiosidad. El saber que allí se explora, incluido por supuesto el saber sobre el sexo, tiempo habrá de ponerlo a prueba más tarde, en el «despertar de la primavera». Es un momento lógico necesario, decía también Freud (1981), para formar aquellos síntomas y defensas, como el pudor, la vergüenza, los ideales, con los que hacer frente a ese real que constituye lo más íntimo y propio de cada uno. Es el tiempo en el que la sexualidad y la muerte se viven pero necesitan ciertos velos antes de abordarlas directamente. Por eso no se puede eliminar ese tiempo de latencia, en el que cada uno y cada una vamos construyendo lo que será después nuestro modo singular de estar en el mundo.” (2018; p.65).

Si las sociedades capitalistas, bajo la cortina parental de la protección y de la vigilancia, son el ejemplo tangible de la destrucción de los sistemas de protección social y las garantías individuales, les ofrecemos nuestra nula confianza. Creemos que han convertido las luchas de los derechos sociales ─como derechos laborales para los y las obreras del mundo, la reducción de horas laborales y la eliminación del trabajo infantil- en exigencias mancilladas por las políticas neoliberales dentro del capitalismo mundial.

La visibilidad de las infancias frente a un mundo desigual tuvo  presencia desde el S. XVIII a partir de las sociedad industriales en las que niñas y niños fueron sometidos y controlados -como en muchas partes lo siguen siendo- para la satisfacción del capital ya sea desde el manejo de máquinas, limpieza, servidumbre, entre otras. Y como bien dice Coriat (2008), estas imposiciones forman parte de “las primeras políticas burguesas sistemáticas de administración de la fuerza de trabajo”. Así se legitimó la desigualdad de la niñez quienes, junto a la figura de la madre, forman el núcleo invisible del sistema, pasando como figuras desapercibidas cultural y socialmente por medio del control, el sometimiento y la desmedida explotación.

La imposición dominante de la explotación y el utilitarismo al que se exponen las infancias en realidades inhumanas de inequidad e injusticia social, han seguido el patrón de convertir cuanto sea posible en mercancía, como el amor, el juego, la recreación y especialmente lo que nos interesa en esta editorial, la reproducción social; ya que consideramos que desde el nacimiento mujeres y hombres, son convertidos en dóciles y homogéneos reproductores de la dominación capitalista y patriarcal.

Para el sistema de producción capitalista, toda etapa es importante para ideologizar a la población y asignar la división sexual de los trabajos, de ello es evidencia la distribución de las tareas de la vida cotidiana en roles, basta con pararse en una tienda de juguetes para analizar el destino que desean para la infancia: las niñas son el blanco de los productos que normalizan la idea de la maternidad como único destino para las mujeres, así como las labores de cuidado y crianza gratuita que esto conlleva, y los niños, en cambio, son educados para la guerra y la competitividad. Los videojuegos, por ejemplo, normalizan la concepción de que el ejército (estadounidense, generalmente) no solo es el “bueno” sino que es con quien hay que organizarse para combatir. Bajo la mirada imperialista, es desde la infancia que se edifica al soldado.

Dentro de la modernidad se intenta que domine un aprendizaje normalizado y sistematizado para los intereses de grupos de élite, políticos y económicos: aunado a la otra realidad reducida para las infancias como la sobreprotección y la normalización de comportamientos y modelos de hogar o familia que difícilmente pueden ser adoptados por las clases obreras y trabajadora de servicios.

El reclamo de las y los que soñamos con las infancias no controladas es que erradiquemos la idea de un único plan para las niñas y los niños, y que formemos, a través del acompañamiento para la subsistencia en la vida, se incluya el vínculo de la palabra y la conversación. Fomentamos así, un acompañamiento diferente que nos haga responsables a todas las personas de una crianza colectiva, con el objetivo de que, al salir de la infancia y hacerse mayores, sean personas responsables, sin la tentación del parasitismo (dependencia objetos), la inhibición (saber, trabajo) o la violencia (auto/hétero).

El infante es, cuando no el presente, la futura clase trabajadora que será oprimida para sostener el sistema de producción. La práctica capital es considerar la infancia como fuerza de trabajo en vías de desarrollo, y bajo esa óptica, se encuentra el otro extremo: la vejez. Quienes ya brindaron su fuerza de trabajo y que ahora, al no estar insertos en la cadena de productividad, viven el horror de la “medicina de guerra”.  Sobrevive el que va a continuar con las labores de vida, asistimos con desconcierto a la crisis sanitaria.

Consideramos criminal la política que reduce la dignidad humana para valorar un ser humano según su fuerza de trabajo. Mostramos con un botón que basta para ver al capitalismo en su grotesca expresión, por si quedara alguna duda, una nota de prensa de un diario español reza: Multimillonarios de EEUU reclaman la vuelta al trabajo aunque eso suponga que muera gente – [http://www.eldiario.es//internacional/coronavirus-EEUU_0_1009649972.html]:

“Podemos traer gradualmente de vuelta a esas personas y ver qué sucede. Algunos enfermarán, algunos incluso puede que mueran, no lo sé-“  dice uno de ellos. Y continúa, “los multimillonarios norteamericanos con mucho dinero metido en fondos de inversión lo tienen claro: hay que volver al trabajo cuanto antes y, si eso supone la pérdida de vidas humanas por el aumento de contagios, ese es un riesgo que hay que asumir”.

La postura que esta nota nos muestra, contrasta con los principios internacionalistas de países como Cuba, que nuevamente brinda una lección moral, ética, social y humana al mundo entero al enviar sus brigadas de médicos y enfermeras a diferentes países como a Italia. Precisamente a la ciudad de Lombardía llegaron 52 especialistas cubanos, tal como antes lo hicieron al apoyar la lucha contra el ébola en África, el cólera en Haití y en el terremoto que afectó a miles de personas en Pakistán y también lo hacen en China, en países como Venezuela, Granada, Nicaragua, Surinam y Jamaica, solo por mencionar algunos.

Si aquellos que son nuestros representantes, son los mismos que sirven al capital, que profundizan la brecha de la desigualdad, que usan a los grupos vulnerables para producir ganancias a su complacencia sin la mínima de ética, están en el lugar equivocado. Se les reprocha explícitamente su falsa soberanía y se niega su falso paternalismo protector. La crisis sanitaria actual hace visible la división de clases y las políticas de exterminio de los grupos políticos en el mundo. Los parques y las escuelas lucen como territorios fantasmas, no se mira la ternura de la infancia en ningún lado.

 La vulnerabilidad de la vida, en todas las etapas de desarrollo del ser humano, nos pone ante la urgente necesidad de volver a considerar los paradigmas bajo los cuales nos organizamos como sociedad.

CORIAT, Benjamin. El taller y el cronómetro. Ensayo sobre el taylorismo, el fordismo y la producción en masa. 14a ed. México: Siglo XXI, 2005. ISBN 968-23-1571-9.

Ubieto, J. R. (2019). Los malestares actuales de las infancias. Revista Catalana de Pedagogia, 63-87.

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