Posted On 24 enero, 2023 By In corresponsalias With 769 Views

El Estado ausente, la violencia como telón de fondo

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Compartimos esta reflexión de Héctor Paniagua Burguete y que nos envía a manera de corresponsalía.

El Estado ausente ha sido característico de la vida social, económica y política de Chiapas. Quizá, no haya otra entidad en el país que demuestre de forma más viva que la revolución no le hizo justicia. En todo caso, es el sistema capitalista quien le ha dado importancia -a Chiapas-, digamos, por su vocación productiva y por la mano de obra barata.

Tierras del confín, llegar a estas tierras es bastante limitado. Sus vías de comunicación se han modernizado hacia fines de siglo XX y apenas en lo que llevamos de este siglo, y no solo con limitaciones, sino con los intereses que tiene el mercado. Así, recordemos que en el régimen de la transición (2000-2006), el impulso de sus políticas tuvo como base el llamado Plan Puebla-Panamá, que sería un supuesto detonante de la región, el cual abarcaba un amplio territorio, más allá de México. Un reordenamiento territorial basado en mano de obra barata y materia prima.

Pero como todos sabemos, el escenario político fue un fracaso, ya que, crecieron los carteles de drogas, la desigualdad, así como la exclusión, haciendo a la pobreza algo más que un drama social, y la presencia del Estado, permaneció mediando entre empresarios nacionales y el capital transnacional.

Los gobiernos de Calderón (2006-2012), Peña Nieto (2012-2018), se distinguieron por enfrentar al crimen organizado, con miles de muertos y desaparecidos, y profundizando en la acumulación y despojo de territorios, otorgando concesiones para minas o la prospección de minerales, de los cuales el capital está muy “hambriento”. El mundo se convierte en territorios en disputa o, dicho de otro modo, se acrecienta la lucha contra el despojo y por la vida, desde abajo.

Así, hemos visto cómo el Estado es más una significación ausente en los territorios de los pobres, de los excluidos, dejando de lado el papel de intermediación en la sociedad, entre su ciudadanía y quienes gobiernan. Ya no es una sociedad digamos explotada, también dividida entre quienes mandan, y quienes obedecen.

Este Estado ausente, además es intermediario de la violencia visible, y de la no visible. Permite, justificado por la libertad, la acumulación y despojo que hacen empresas internacionales, provocando que las personas de las ciudades y del campo, se organicen y resistan el embate mediático, corruptor, que hoy se ha venido complejizando por la migración que, en su primera ola, lo hizo buscando mejoras económicas, como ha sido llegar a los Estados Unidos (la casa del Imperio); pero ahora lo hace por causa del crimen, del narcotráfico y sus carteles y el cambio climático. El gran desafío es poder hacer justicia ante tal barbarie, la movilización de millones de personas buscando mejores condiciones de vida, a lugares en donde no hay cabida.

En Chiapas, los diversos procesos de lucha, como el de las comunidades zapatistas, las de organizaciones afines a la Diócesis de San Cristóbal como el Pueblo Creyente, el Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio (MODEVITE); u otros como el Movimiento Social por la Tierra (MST); o el que hacen organizaciones en defensa de la tierra, usando formas de intercambio como las Escuelas Campesinas, la Agroecología, y Organizaciones de la Sociedad Civil, que acompañan procesos, o son parte de redes nacionales y transnacionales de solidaridad, se pueden enmarcar dentro de las luchas por la vida, en un contexto que se ha dado en llamar Emergencias Políticas Complejas (EPC), es decir; situaciones de violencia política, disputas territoriales, narcotráfico, entre otros eventos…

El capitalismo que depreda y se apropia de los amplios territorios de la vida. Ya no es solo al territorio desde una perspectiva geográfica, también es la del cuerpo, en específico el de las mujeres; también lo es de la niñez, la del migrante, la de los pueblos.

Con el nuevo gobierno (2018-2024), conocido ahora como la 4ª Transformación, ni las muertes, los desaparecidos, y los conflictos por el territorio, incluso la pobreza, y la desigualdad han desaparecido. Producto de la pandemia por el Sars-Cov2 virus que produce la enfermedad Covid-19, y que tuvo una gran letalidad y contagio, la propia crisis de capital que produce más pobres y menos ricos: ¡la inmoralidad!

¿Cuáles son entonces los problemas de hoy en el territorio llamado Chiapas, que además es frontera? Sin duda las condiciones de vida que pocas mejorías ha tenido, y en algunos municipios son peores. La violencia que ya no es solo política ahora es por la presencia creciente de grupos que trafican drogas, personas, armas y se hacen rico cobrando el llamado derecho de piso.

Chiapas es una especie de justicia en pausa, la impunidad es creciente, y por ello vemos a lo largo y ancho del territorio de Chiapas, bloqueos, protestas, muchas de ellas, difícil de deshebrar si no son personas ligadas a la delincuencia, y quienes tienen legítimas demandas como las tarifas eléctricas, o, como sucede en el valle de Jovel o San Cristóbal, una permanente lucha en contra de la edificación de vivienda, en lugares reconocidos como de protección ambiental (llamados humedales de montaña); pero que implica el agua y los bosques, que ante la depredación, ponen en jaque la viabilidad de la madre tierra en la región.

Hace poco, las ciudades de Oxchuc, Ocosingo, San Cristóbal, Chilón (en Bachajón); así como en la Costa chiapaneca, vivieron momentos entre la demanda legítima y la violencia política, producto de la división entre las estrategias de lucha y cómo percibe la ciudadanía las justas demandas populares, hartas de los bloqueos.

Esto es una evidencia de cómo el Estado ha dejado de cumplir una de sus funciones: la mediación. Además, ha dejado de intervenir en situaciones importantes como la desaparición de personas, muertes y secuestros, y las actividades propias del narcotráfico. Quedarnos en la reflexión de la representación política y la participación, es no mirar como el Estado ausente, nos lleva de la mano a uno fallido y esa es la cuestión de fondo, que desde el sur debe ser parte de la agenda de los actores sociales que hoy intentan provocar un cambio de fondo.

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