Compañero Sebastián

Compañero, recibe en estas letras algunas de las palabras que recordaremos de tus trabajos; para nosotros y nosotras siempre fuiste y serás un compañero de lucha, de esas luchas que permiten crear y renacer, de esas luchas que con risas y encuentros podemos conocernos y reconocernos.

Ahora otros caminos surgen, otros pasos caminan en la memoria de los que vienen, en el ejemplo de quienes como tú se convierten en consecuencia y compromiso.

Ahora la tierra te recibe y con ella te recibimos de nuevo en la lucha consecuente, en las redes que abajo se abrazan, en las raíces que dan y darán nuevos frutos.

Compañero Nicolás ¡PRESENTE!

Grupo Editorial Casa de todas y todos 23 de septiembre de 2023.




¡¡Porque vivos los llevaron, vivos los queremos!!

Este 28 de agosto se cumplieron 45 años de la primera Huelga de Hambre por la presentación y liberación de todos los presos y desaparecidos políticos del país. Familiares de mujeres y hombres ausentes, aglutinados en el Comité Eureka exigen hasta nuestros días verdad, justicia y un alto a la simulación de las instituciones oficiales que buscan a toda costa limpiar la imagen de las corporaciones policiales y militares que ejecutaron un sinnúmero de desapariciones y asesinatos.

“Estamos aquí en el marco de aquella huelga de hambre en protesta ante este gobierno que sigue simulando, mientras no dé una respuesta es igual que todos los anteriores. Exigimos la presentación con vida de todos los desaparecidos y que no haya persecución para nadie” señaló, María Concepción, hermana de Jesús Ávila González.

Por ello Junto con las doñas y todas las compañeras y compañeros del Comité Eureka decimos:

¡VIVOS LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!

GRUPO EDITORIAL DE LA CASA DE TODAS Y TODOS




Nosotros el pueblo, somos la Revolución

Y jurad que si veréis que invadida

se ve de nuevo nuestra patria bella,

 laureles mil conquistareis para ella,

o moriréis por ella con placer

-Dolores Jiménez

Para entender nuestro presente, es importante conocer la historia de nuestros pueblos, de procesos que llevaron a cabo personas conscientes de la lucha, ejemplo del quehacer revolucionario, en pensamiento y práctica, personas que dedicaron y entregaron sus vidas por la revolución. Por eso, hoy recordamos a mujeres y hombres que construyeron una de las luchas sociales más importantes del siglo XX: la Revolución Mexicana de 1910; en contra del burgués, del hacendado y de todo aquel que se había enriquecido con el trabajo del pueblo trabajador.

La historia oficial, la que el mal gobierno manda leer, quiere confundirnos al decir que Revolución Mexicana significa un evento lineal, cuando fue un proceso con contrastes y cambios, conformada por grupos políticos con distintos objetivos. En libros y discursos públicos hablan sobre falsos héroes que no servían al pueblo mexicano, sino protegían intereses de la misma clase política que decía despreciar el régimen de Porfirio Díaz, cuando su intención era tomar el poder manteniendo beneficios sólo para los suyos a costa de desigualdad e injusticia; por eso recordamos, para que exista un reducido grupo de ricos debe existir una mayoría de explotados que con su fuerza de trabajo sostienen los despilfarros del acumulador capitalista.

El acontecer de la Revolución

A grandes rasgos, el estallido de la guerra revolucionaria fue consecuencia de las condiciones de opresión, pobreza y marginación que se vivía. En 1892 surgen las primeras movilizaciones en el centro de la Ciudad de México, cuyos antecedentes son decenas de levantamientos campesinos e indígenas esporádicos y efímeros en distintos puntos del país contra la dictadura porfirista, en 1900 se crean los primeros círculos liberales del Partido Liberal Mexicano (PLM) conducido por los hermanos Magón, los cuales se extenderán a 16 estados de la república y el sur de Estados Unidos.

En 1910, la insurrección campesina forjaba el eco de las montañas que llegaba a las ciudades, para transformarse en grandes movilizaciones de oprimidos que pronto formaron rebeliones contra la dictadura, también se constituyen ejércitos revolucionarios populares, conformados, principalmente, por campesinos e indígenas de diferentes etnias que buscaban una verdadera transformación social, con enlaces, bases y redes internacionalistas.

El Ejército Liberal (Ejército Libertario o del PLM) -con la consigna ¡Viva Tierra y Libertad!-, pese a su breve existencia, tuvo antecedentes en las rebeliones de Acayucan, Río Blanco, de los pueblos Yaquis y en febrero 1911, uno de sus epicentros fue el inicio de campaña en Baja California. Por otro lado, el Ejército Libertador del Sur (ELS, Ejército Zapatista) nació en el centro de México extendiéndose a varios estados de la república, alzó el Plan de Ayala, desarrolló 54 fábricas nacionales, recuperó tierras ancestrales, además de ocupar las principales ciudades durante más de un año, creando escuelas y hospitales; mientras, en el norte del país, Villa conformó la llamada División del Norte con más de 40 mil combatientes que abarcaban grandes extensiones territoriales, transformando el latifundio en algunos proyectos de revolución social.

Desde los pueblos originarios existe una doble forma de participación, dentro de los ejércitos revolucionarios y continuando su propio proceso de lucha y resistencia. Finalmente, desde una perspectiva de clase, del lado de los ricos y hacendados estará el clero, el ejército federal que apoya a Madero, Huerta y Carranza, Obregón y 90 años de dictadura de partido de Estado.

Después de la toma de la ciudad de México por el Ejército Libertador, y la entrada a la misma ciudad en común acuerdo de Zapatistas y Villistas, hay un momento coyuntural de confrontación de los proyectos de nación de todas las facciones políticas que confluyen en la Convención Revolucionaria de Aguascalientes en 1915 y se diluye en 1916 por las irreconciliables diferencias de políticas y de clase.

La invasión norteamericana de 1914, en coordinación con Carranza, no fue cualquier cosa, con una fuerza de casi 5 mil soldados enviados para perseguir a Villa. Los americanos por el norte y Carranza por el sur, quien fraguaba, como autor intelectual, el asesinato de Zapata en Chinameca, Morelos en 1919 -ambas acciones promovidas por el traidor Carranza-, y lograra exterminar opositores de 1916 y se abriera paso para proclamarse presidente constitucional en 1917. Esta acción política genocida en contra los pueblos en México, incendió, saqueó, desapareció comunidades enteras incluyendo jóvenes, mujeres y niños. Luego de los asesinatos de Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón y Francisco Villa, comienza una nueva etapa de cooptación de sus ejércitos populares, persecución atroz de quienes no claudicaron, olvido y desprecio para los pueblos en general. La visión de clase burguesa constitucionalista se impone en el país (1).

Sin embargo, tal y como se declaró en el Plan de Ayala: “así como nuestras armas las levantamos para elevarlo al Poder [a Madero] ahora las volveremos contra él por haber faltado a sus compromisos con el pueblo mexicano y haber traicionado la revolución; no somos personalistas, somos partidarios de los principios y no de los hombres”. Las demandas del Plan de Ayala han sido parte del programa de lucha de movimientos campesinos, obreros, médicos, maestros, de la clase trabajadora que se organiza para que tierras, montes, subsuelo y aguas usurpadas sean devueltas a sus herederos originales, para que las condiciones de vida sean transformadas y vivamos dignamente.

Las mujeres en la Revolución

Esta fotografía, una de las más famosas y conocidas, tiene en primer plano a Villa y Zapata, vemos niños, hombres y una mujer: De pie entre los dos generales, Dolores “Lola” Jiménez y Muro, apodada “La Antorcha de la Revolución”, conocida por sus convicciones y oposición que, a pesar de tener más de sesenta años de edad, fue detenida en la Cárcel de Belén donde continúo escribiendo (2).

Fue miembro activo del Partido Liberal Mexicano junto a Juana Belén Gutiérrez, Elisa Acuña y Sara Estela, sentando las bases tanto del Programa como de la Junta Organizadora del PLM; también colaboró en la redacción del Plan de Tacubaya y fue autora de la introducción del Plan de Ayala; protectora del reparto agrario, colaboró en las filas de Zapata desconociendo a Madero como jefe de la revolución por incumplimiento de los acuerdos del Plan de San Luis a través de la redacción del Plan de Ayala; posteriormente, combatió y escribió desde la clandestinidad de las montañas tras la irrupción de Victoriano Huerta en la presidencia. “Lola” dejó claro tanto en su actuar como en sus escritos anónimos (muchos de ellos extraviados) que el cambio que buscaba la revolución social era nueva estructura económica, social y cultural, no sólo un cambio de gobierno o presidente; una lucha que permea a nuestros días, siendo los políticos neoliberales promotores del imperialismo diferentes caras de la misma moneda que engorda al capital (3).

Así como hombres valientes empuñaron palos y armas, hubo muchas más mujeres que participaron durante la época de la Revolución, de algunas de ellas conocemos su participación en la historia como Juana Ramona R. Flores, Carmen Vélez, Margarita Neri, Rosa Bobadilla o Amelia Robles, que hemos mencionado en el texto “Mujeres revolucionarias, la memoria de nuestras tierras, de nuestras luchas” (4).

Herederas y herederos de la Revolución

Sin embargo, muchas mujeres continúan en el anonimato y muchas ocasiones invisibilizadas y hasta olvidadas; si bien actuaron clandestinas como espías, escritoras o en mandos militares y trincheras, un gran número más permitió el desarrollo de la guerra con su trabajo en silencio; sin la participación de las mujeres no se alcanza la revolución, pues tradicionalmente, las labores de cuidados, alimentación e higiene recaen en nosotras las mujeres, siendo trabajos por lo general no reconocidos y no remunerados. Por eso, valoramos y renombramos el trabajo de todas las mujeres que empuñaron armas y participaron en la vida militar,

Así, continúa la lista de muchas mujeres y hombres anónimos, que llevaron adelante la Revolución Mexicana, hombres y mujeres sin nombre ni rostro, sin protagonismo alguno, pues no lucharon por ser reconocidas, sino como un deber de ciudadanas, de mexicanas, sin importar del norte o del sur, que vivieron su época y fueron consecuentes con sus ideales de libertad y justicia. Mujeres y hombres que se sumaron a las tropas con diferentes responsabilidades, desde dirigir una brigada del ejército hasta abastecer de armas y provisiones, fue la fuerza colectiva lo que permitió los triunfos de la Revolución, como lo dijo Zapata en 1918 con palabras que siguen vigentes:

            “Hermanos de las ciudades, venid al encuentro de vuestros hermanos de los campos; hermanos del taller, venid a abrazar a vuestros hermanos del arado; hermanos de las minas, del ferrocarril, del pueblo, salvad a los ríos, las montañas, los mares y confundid vuestro anhelo de libertad con nuestro anhelo, vuestra ansia de justicia con nuestra ansia (…)

(…) Obreros de Puebla, de Orizaba, de Monterrey, de Guanajuato, de Cananea, de Parral, de Pachuca, del Ébano, de Necaxa, obreros y operarios de las fábricas y de las minas de la República, acudid a nuestro llamado fraternal, ayudadnos con el empuje valiente de vuestro esfuerzo; que ya cruje, que ya se bambolea esa armazón de la tiranía carrancista que, cimentada en el fango de la infidencia, forjada en la fragua de las ambiciones y amarrada con los reptiles inmundos de la impostura y de la perfidia, quiso un día erguirse a la faz del mundo, como el edificio grandioso de las conquistas de la revolución reivindicadora de nuestros derechos a la vida!

(…)

¡Salud, hermanos obreros, salud, vuestro amigo el campesino os espera! (5).

El derecho a la protesta que vivimos es efímero, pues continúa siendo reprimido por un gobierno aliado de los empresarios, donde el pueblo ve mermado su poder adquisitivo, con un salario mínimo, que, aunque haya aumentado, en los hechos rinde mucho menos por el incremento en los precios. (6); las condiciones laborales por las que se luchó en Cananea y Río Blanco no son respetadas cuando compañeros obreros, compañeros mineros, pierden su vida en el lugar de trabajo por falta de seguridad, somos millones de trabajadores que no tenemos prestaciones, aún con la jornada de 8 horas reconocida constitucionalmente; en los hechos, nuestros jornadas son de 10, 12, 15 horas y más, sin seguridad social;  mientras enfermedades curables no son tratadas por falta del servicio médico y acceso a medicinas… y así podríamos seguir enlistando muchísimas situaciones no resueltas por lo que no podemos dejar de luchar. Continuamos en la exigencia por encontrar a nuestros desaparecidos; NO a la militarización del país; rechazamos partidos políticos absurdos que no piensan ni en el pueblo ni en los trabajadores y rechazamos su sistema corrupto e imperialista. Defendemos la dignidad y los derechos para todas y todos.

A más de cien años de iniciada la Revolución, con logros alcanzados y por alcanzar, continua vigente la lucha de clases, pues la producción y reproducción del capital se da sobre la base de nuestro trabajo en el campo y en las ciudades y contra eso también luchamos, obreras, obreros y campesinos que somos: un pueblo trabajador.

¡Vivir por la Patria! o ¡Morir por la Libertad!

Comisión de Mujeres del PFLN

  1. Pineda, Francisco. 2016. La Rebelión de los Pueblos y la Unidad. Significación histórica de la revolución campesina de México.
  2. JAIVEN, Ana Lau. Conferencia Magistral: La Historia de las Mujeres en México (2016): https://www.youtube.com/watch?v=EKlwAmjcX-w&t=412s
  3. LOPEZ y Hernández. La Soledad Y El Fuego De Dolores Jiménez Y Muro (2001) https://historiaygenero.files.wordpress.com/2008/04/lasoledadyelfuegodedoloresjimenezymuro-orestalopezyvariniahernandez.pdf
  4. https://lacasadetodasytodos.org/portada/3164/
  5. https://lacasadetodasytodos.org/memoria/carta-de-emiliano-zapata-a-los-obreros-de-la-republica/
  6. http://maquilasquematan.blogspot.com/search/label/Opini%C3%B3n



Nuestra América: nuestras madres, nuestras tierras

“Y así las cosas, vinieron a hacernos evacuar.

Vinieron a estacionarse en el mercado. (de Tlaltelolco

Fue cuando quedó vencido el tlatelolca, el gran tigre, el gran águila, el gran guerrero.

Con esto dio su final conclusión la batalla.

Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos.

Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas.

Sus faldellines llevaban arremangados,

los alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos. Fue también cuando le hicieron un doselete con mantas al capitán allí en el mercado, sobre un templete.

Y fue cuando colocaron la catapulta aquí en el templete.

En el mercado la batalla fue por cinco días.”

Miguel León Portilla. Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. Capítulo 1 Memoria Mexica de la Conquista. Pag. 299

Este 12 de octubre conmemoramos el día de la resistencia de los pueblos indígenas ante la invasión española, luchamos por Nuestra América, para nosotros como pueblos originarios es el Cemanáhuac de los pueblos nahua, en Mixteco Ñu´u nchá´í o Ñuu ayivi; para los Tzotziles es Balumil; en Wixárika Tatei yurienaka; en Navajo es Ni´asdzaán;  en Rarámuri: Kawi; en Lacandón: Lu´um ha, Kab, Kaba; en Ikootj: Nangaj ieth; en Cuicateco es el Yaedi ñuu´; en Zapoteco es Guidxilayú. La Madre Tierra, la Pacha Mama de los pueblos de América del Sur, el Abya yala de los pueblos Kuna, la Patria Grande del Libertador, Simón Bolívar.

Desde Occidente, en esta fecha del calendario gregoriano, rememoran y rinden homenaje a los encubridores del genocidio, saqueo, despojo, de la invasión, de la guerra de conquista; le llaman descubrimiento de américa olvidando que antes de ellos los pueblos de nuestra América teníamos historia en nuestras tierras, en nuestras Matrias.

Los pueblos originarios hemos estado defendiendo, recuperando, ocupando, resignificando y reivindicando, los más de 500 años de resistencia indígena, negra y popular. Para nosotros son por lo menos cinco siglos de lucha continua frente al poder, contra el imperialismo, el colonialismo y el exterminio de nuestros pueblos; contra el saqueo, el despojo de nuestras tierras, montes y aguas, contra la explotación, el sometimiento, la esclavitud y el genocidio, por la defensa de nuestra existencia y permanencia como pueblos vivos y libres. Marx identificaba estos métodos como el sistema colonial que:  

“…se fundan sobre la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al poder del Estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad… El trato dado a los aborígenes alcanzaba los niveles más vesánicos, desde luego, en las plantaciones destinadas exclusivamente al comercio de exportación, como las Indias Occidentales, y en los países ricos y densamente poblados, entregados al saqueo y el cuchillo, como México… La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica… Si el dinero, como dice Augier, ‘viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla’, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.” [1]

La guerra de conquista, el exterminio y devastación de pueblos originarios, hizo posible la riqueza de Europa, se instauró un sistema colonial, un poder mundial, una estrategia de larga duración, que, hasta nuestros días se mantiene, por lo que seguimos luchando contra ese lastre. A partir de entonces, desde el poder se nos nombró “indios”, a los pueblos originarios; se instituyó el racismo como principio organizador del sistema capitalista. “Indio, india”, serán los pobres de todo, despojados de todo, de sus tierras, de sus cuerpos, de sus lenguas, de sus culturas, de sus mundos-territorios; de nuestras filosofías, seríamos las y los desalojados, desamparados, desaparecidos, descalzos, desconfiados, traidores, desvergonzados, desconocedores, desfalcados, ladrones, desgraciados, crueles, desiguales, desnutridos, burros, despiadados, salvajes, caníbales, sodomíticos, desplazados, desprotegidos, desterrados, disfuncionales, patarajadas, disímiles, inamistosos, disipados, alocados, disminuidos, viciosos, disparatados, míseros, distantes, cobardes, ignorantes, incultos, iletrados, imperdonables, ilícitos, vengativos, impúdicos, mugrosos, puercos, impunes, inalcanzables, maleducados, incapaces, inconstantes, insensatos, comepiojos, incontrolables, brutos, indefensos, mentirosos, mañosos, indolentes, rebeldes, haraganes, indomables, insumisos, infantiles, inocentes, malditos, insensibles, imprudentes, ingratos, inclementes, abobados, inconstantes, desobedientes, convenencieros, bestiales, supersticiosos, hechiceros, agoreros, nigrománticos, adoctrinados, los pinches pueblos…seríamos las y los incivilizados que habría que “civilizar”, las y los infieles que habría que cristianizar, las otras y los otros a conquistar, a humillar, a derrotar, a aplastar, a exterminar, a borrar; pueblos sin territorio, sociedades preestatales, grupos minoritarios; entre muchas otras más formas en que se nos dice despreciativamente a los pueblos originarios, como lo describen los antiguos documentos de frailes, monjes y todos los eclesiásticos, como hasta ahora sigue perviviendo en la cotidianidad de nuestras vidas, en los medios masivos de comunicación, en las calles, muchas veces, en nuestras propias casas.

Esa ideología ha servido a las estructuras de poder para justificar las guerras, para justificar las desigualdades económicas, sociales, políticas e ideológicas, para jerarquizar y monopolizar la fuerza de trabajo de hombres y mujeres, para crear el mayor ejército industrial de reserva para el capital, para ideológicamente arrebatarnos nuestra identidad como pueblos, para establecer como único criterio: “tienes, eres”, los ricos valen, los pobres no.

A la par de la invasión en América, los pueblos de África también fueron devastados, el impacto fue inmenso, millones de personas asesinadas, torturadas y sometidas a la esclavitud, es incuantificable el dolor y el odio.  Frente al poder y contra Monarquías, Sultanatos, Estados, Reinos e Imperios, desde los tiempos remotos del origen de las culturas del proceso civilizatorio, los pueblos originarios, los pueblos negros han generado procesos de liberación en sus territorios de origen y en la América, territorio también creado y transformado por ellas y ellos. El proceso de cimarronaje en las montañas del continente, en las costas, selvas, desiertos y los rincones más inhóspitos, agrupaba a miles de individuos, comunidades y grupos cimarrones indígenas y afroamericanos se reposicionaban en las montañas para vivir libres, con resistencia y en permanentes ofensivas; la configuración actual de muchos de los territorios, pueblos y comunidades obedece a esta estrategia de lucha.

Los pueblos originarios y africanos nos hemos disputado el existir, el persistir y el ganar una lucha que hasta ahora no termina, la fuerza de las resistencias de los pueblos en la guerra, desde los corazones, las mentes y las almas. Mientras más se nos intenta reducir, segregar, desaparecer, mutilar o disolver en la categoría de “india, indio”, con nuestra diversidad, complejidad, multiplicidad de posibilidades de existir, con nuestros miles de rostros-corazones como pueblos que somos, los pueblos dignos nos remontamos a las experiencias de lucha, rebeliones, insurrecciones, que hemos emprendido durante más de 500 años.

En lo que ahora conocemos como América vivimos más de 1000 millones de personas, así también se sabe de la existencia de alrededor de 1000 “lenguas vivas”[2], en el continente. Este último dato de lenguas como elemento de análisis y rasgo identitario de los pueblos originarios de toda América, sabemos que es mucho menor de lo que pervive en nuestro territorio, pues producto de las guerras y de las estrategias desde el poder, no se tiene certeza numérica de las lenguas y pueblos originarios.  Aún con estas limitaciones, somos por lo menos mil pueblos que resistimos y que luchamos por la vida, porque podamos vivir en paz, por tierra y libertad en América y el mundo.

De estos mil millones de personas, al menos la mitad somos MUJERES. En toda esta historia de larga duración, las mujeres hemos participado activamente en los procesos de resistencia, liberación, lucha…. de nuestros territorios. Antes de la guerra de conquista, durante ella en los procesos de resistencia y construcción del cimarronaje contra la invasión española, las mujeres negras y de los pueblos originarios sobrevivimos a las condiciones de esclavitud, hostigamiento, del huir a salto de mata; logramos reposicionarnos en la lucha histórica, no sólo en las tareas domésticas de acompañamiento, de cuidado y trabajo dentro de los palenques donde además éramos la gran minoría pues la mayoría de nosotras no sobrevivía la persecución; rescatamos las semillas y sembramos nueva vida en territorios liberados a partir de la lucha y la reproducción social y biológica, resguardamos las formas milenarias heredadas de cuidar nuestra salud, nuestros cuerpos, nuestras vidas, en lo que hoy conocemos como medicina tradicional y partería.

Históricamente las mujeres de los pueblos originarios, como muchas otras mujeres hemos sido cuidadoras, sostenedoras, reproductoras de vida y de un sistema social, pero también hemos sido y somos quienes hemos decidido libre, consciente y voluntariamente nuestra participación como cocineras, sanadoras, mensajeras, combatientes, comandando ejércitos, articulado procesos políticos entre pueblos y regiones con grado político militar. En condiciones de guerra nos hemos hermanado con mujeres y hombres que tenemos una perspectiva de clase, de lucha, de memoria histórica y de lucha por nuestros derechos específicos, hemos sobrevivido a las guerras de exterminio, para cuidar, sostener, reproducir, transmitir y retransmitir la memoria, la historia, la esperanza, la conciencia revolucionaria y voluntad férrea del cuidado de la vida toda.

Hemos combatido en los procesos de independencia de los pueblos naciones[3], en los procesos revolucionarios[4], en las guerrillas y luchas armadas de toda América por la liberación de sus naciones[5]; frente al sistema capitalista neoliberal por la defensa de los territorios; contra el genocidio: infanticidios, feminicidios y desapariciones forzadas, contra la impunidad y por la justicia, contra las dictaduras militares, contra el imperialismo,…Tenemos ejemplos dignos y admirables luchas como las de las Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, el Comité ¡Eureka! en México[6], el Comité de Padres y Madres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, las Madres Buscadoras de Sonora y todas esas madres buscadoras de personas desaparecidas en América Latina,  así también todas aquellas mujeres que participan activamente en cientos de organizaciones sociales civiles de los pueblos originarios, las estudiantes y maestras organizadas por una educación digna para todas y todos, las trabajadoras y campesinas que heroicamente han dado su vida y siguen poniendo el cuerpo y alma por un mundo más justo, por la defensa de los cuerpos-territorios nuestros; nuestras luchas son tan diversas, complejas y múltiples como pueblos en América y el mundo habemos.

¡Vivir por la patria o morir por la libertad!

Comisión de Mujeres del PFLN


[1] Marx, K. (1998): El capital. Libro Primero, El proceso de producción del capital, Tomo I, Vol. 3 Marx, K. (1998): El capital. Libro Primero, El proceso de producción del capital, Tomo I, Vol. 3

[2] Ethnologue: languages of the world https://www.ethnologue.com/

[3] Mujeres en la Independencia de México https://lacasadetodasytodos.org/portada/mujeres-en-la-independencia-de-mexico/

[4] Mujeres revolucionarias, la memoria de nuestras tierras, de nuestras luchas https://lacasadetodasytodos.org/portada/3164/

[5] Mujeres revolucionarias: 1969-2022 https://lacasadetodasytodos.org/portada/mujeres-revolucionarias-1969-2022/

[6] La primavera volverá… https://lacasadetodasytodos.org/portada/la-primavera-volvera/




Mujeres en la independencia de México

Que la esclavitud se proscriba para siempre,

y lo mismo la distinción de castas,

quedando todos iguales

y sólo distinguirá a un americano de otro,

el vicio y la virtud.

Sentimientos de la Nación 1813, José María Morelos y Pavón

Las mujeres y los hombres que participaron en la lucha independentista, que inició en 1810, nos dieron patria y libertad, ellas y ellos tenían muy claros los valores y razones por los cuales luchaban y con los que deseaban construir un México independiente.

Después de la llegada de los españoles, la población indígena originaria fue eliminada casi por completo y, para el desarrollo capitalista, había que buscar fuerza de trabajo esclava, así que la historia de nuestro país en esos años de expansión colonialista y concreción del capitalismo europeo, se definió por relaciones de esclavitud. Los europeos secuestraron a miles de pobladores de territorios africanos para la explotación de su fuerza de trabajo en los territorios americanos. Así que la presencia de la población afrodescendiente en nuestro país ha estado presente desde aquellos años; es nuestra tercera raíz.

La concentración de capital en Europa no podía llevarse a cabo sin el trabajo esclavo, de hombres y mujeres, tanto en las minas de oro y plata, como en las plantaciones coloniales, la miseria del pueblo y las condiciones de explotación y opresión, llevó a que la población en la Nueva España buscara cómo rebelarse, cómo organizarse ante la injusticia con la que los enviados por la corona española, trataban a seres humanos.

La sociedad estaba dividida en castas, además de los españoles, estaban los criollos, mestizos, mulatos, moriscos y 11 más. Los que más entendían la problemática –por ser letrados– y la necesidad de independizarse y abolir la esclavitud eran los criollos, sin embargo, cuando Hidalgo se levanta en Dolores, el movimiento a favor de la independencia se transforma: hombres y mujeres –por cientos– se suman a la lucha. Su miseria, su falta de organización convierten al movimiento en júbilo, anárquico y explosivo. Conforme éste avanza se van sumando más hombres y mujeres campesinas, peones de haciendas o miembros de las comunidades indias y se conforma un movimiento de miles, armados con garrotes, hondas y machetes. A ellos se unen las y los trabajadores de la ciudad, trabajadores de oficios, mineros, plebe de la ciudad, presos liberados por el ejército revolucionario, 20 mil indígenas de varias regiones. Para 1811, el ejército insurgente estaba conformado por 80 mil combatientes. Es a ese pueblo a lo que Hidalgo llamó “la nación”, con quienes a su lado caminó emitiendo decretos para una soberanía efectiva, suprimiendo las castas y exaltando el derecho a la libertad.

Por 14 años (de 1810 a 1824) el pueblo de México participó en insurrecciones populares, guerra de guerrillas en las montañas de México hasta llegar a desarrollar una guerra a nivel nacional. En cada una de estas estas etapas, las niñas, jóvenes, madres y abuelas fueron conscientes para luchar por la libertad de los pueblos.

Anteponer la lucha colectiva y de los pueblos, ante lo individual, implica una dosis constante de consciencia y sacrificio, pero para las mujeres esta cuota suele ser más alta, porque la sociedad no aprueba que ellas se alejen de sus familias y por lo tanto se les reduce al espacio de lo privado, muchos menos en una etapa de la historia en la que la iglesia católica tenía el poder y la dominación ideológica; por tanto, fue de gran relevancia que las mujeres se sumaran a estos movimientos políticos y armados revolucionarios e independentistas.

Lucrecia Toriz

La historia institucional se ha encargado de que el pueblo piense que las principales heroínas de la patria solamente fueron tres o cuatro mujeres: Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Gertrudis Bocanegra y La Güera Rodríguez, a las cuales no pretendemos demeritar, más bien buscamos visibilizar a todas aquellas que, desde las haciendas, las minas y los campos dieron su vida por un México independiente y quedaron olvidadas en el tiempo.

Mujeres combatientes con definiciones políticas que participaron en diferentes trabajos como en las comunicaciones secretas, transportando armas o mensajes, administrando y abasteciendo recursos a los frentes de guerra, confeccionando uniformes y estandartes, procurando la salud y la alimentación de los insurgentes. Mujeres que vieron combatir a sus esposos, hermanos o hijos y que los perdieron en la lucha, mujeres que fueron torturadas, violadas, ultrajadas y asesinadas en los procesos de la guerra de independencia.

El tribunal de la inquisición reaccionó inmediatamente a la insurrección del pueblo y la violencia hacia las mujeres fue brutal, capturaron a varias esposas e hijas de insurgentes, algunas de ellas fueron: María Luisa Camba, Tomasa Estévez, Carmen Camacho, Luisa Lozano, Gertrudis Gómez, Luz Gargollo y Josefa Matamoros, todas ellas encarceladas, fusiladas y exhibidas públicamente. En varias regiones del país, las mujeres fueron apresadas y usadas como moneda de cambio para que los insurgentes se rindieran y entregaran.

Existe poca información sobre la biografía de las mujeres independentistas; sin embargo, nombramos a algunas de ellas: Antonia Nava de Catalán, guerrerense, esposa y madre comprometida con el regimiento de la Sierra Madre del Sur, Fermina Rivera, morelense, tomó las armas en muchas batallas bajo el mando de Vicente Guerrero, María Teresa de la Sota Riva, veracruzana que desde joven simpatizó con la causa independentista y una vez casada, puso a disposición su casa y recursos personales. Cayetana Borja, guanajuatense que como muchas mujeres que participaron en la guerra y al ser capturadas pelearon por la libertad. Magdalena y Francisca Godoy, mujeres veracruzanas que compartieron su patrimonio familiar, cuidaron a los heridos del frente de Orizaba y apoyaron en la fabricación de cartuchos e insumos militares.

María Herrera, que combatió junto a Xavier Mina, quemó su hacienda con tal de evitar que el enemigo acampara y tomara su casa. Petra Teruel de Velasco, poblana que entregó todos sus bienes a la causa y apoyó en la fuga de Guadalupe Victoria.  Tomasa Estévez, guanajuatense que salió desde el primer día a apoyar con el envío de correspondencia, fue soldadera y enfermera.

Carmen de las Piedras de Elías, zacatecana, mujer estratega que ofreció sus bienes y recursos a la tropa de Ignacio López Rayón, dispuesta a emboscar e implementar diversos planes militares contra Calleja del Rey. La Insurgente Manuela Medina, guerrerense que financió toda una compañía militar para luchar con Morelos, fue además la primera jinete a la cabeza de un regimiento de puros hombres.

Hemos mencionado sólo algunas de las mujeres que participaron en la Independencia, historias mínimas de vida que fueron rescatadas por algunos cronistas e historiadoras que se han dado a la tarea de buscar en archivos muertos de esta época histórica y recuperar a todas aquellas mujeres que quedaron en el anonimato.

Todas estas mexicanas fueron ejemplo de heroísmo, valor, entereza y desapego a los bienes materiales; sin embargo ni la Nación, ni el Estado las tomó en cuenta, desprestigiaron su lucha, desconocieron su habilidades y logros en el campo de batalla, negándoles un rango militar y ninguna participó en las discusiones del constituyente.

Las mujeres del Partido de las Fuerzas de Liberación Nacional reconocemos a estas mujeres en la historia, respetamos y admiramos su ejemplo y compromiso en la lucha por la emancipación política de México; honramos su vida recordándolas y nombrándolas, nos organizamos y esforzamos día a día por ser mejores compañeras, buscamos la igualdad y la unidad, no las divisiones arbitrarias que separan, tenemos el compromiso de trabajar todos los días por un México más justo pero también, en la intimidad de nuestra militancia consideramos importante sembrar en cada una de nosotras la generosidad, el respeto y solidaridad con todas las mujeres que luchan contra el sistema capitalista y patriarcal. A más de doscientos años de la lucha por la real independencia de nuestro país, reafirmamos nuestra postura, tal como las mujeres y hombres que participaron en esta gesta histórica, de seguir luchando por la liberación de los pueblos del mundo.

Comisión de Mujeres del PFLN

¡Vivir por la patria o morir por la libertad!

Canciones de la época de la Independencia




“Pancho”, Francisco” o “Frank” son para nosotros la misma persona

Se trata de
nuestro compañero Comisario Político más activo de las FLN de México.

Hoy nos
deja, su recuerdo y sus enseñanzas perduran.

En 1979 ingresó a nuestras casas siendo muy
joven. Como dominaba dos idiomas nativos y hablaba también el castellano,
sirvió como intérprete y militante del trabajo político en las comunidades,
explicando y organizando entrenamientos y sobre todo cursos políticos.

Después, en 1983, fue uno de los primeros tres campesinos
indígenas fundadores en formar las filas del EZLN. Su trabajo consistía en
bajar de la montaña y visitar las comunidades para integrarlas a la lucha. Poco
a poco en 10 años, de 1983 a 1993, las FLN pasaron de ser un movimiento
político-militar, con estructuras verticales, de mandos a subordinados, a una
organización política de nuevo tipo, o sea, democrática y al mismo tiempo
militar.

Son muchos los trabajos que Frank desarrolló y próximamente en nuestro IV libro de la serie Dignificar la Historia, incluiremos su último aporte político.

Los restos del compañero Frank, en su comunidad natal Lázaro Cárdenas, donde le acompañan familiares y compañeros.

Sin duda una vida dedicada a ¡Vivir por la
Patria! o ¡Morir por la Libertad!

Comandante I. Germán

25 de julio del 2020




Transmisión en vivo del converatorio “Vigencia de la lucha antiimperialista: 230 años de Xavier Mina”

Intercambio de visiones entre historiador e historiadora del País Vasco y México, pueblos hermanos.

https://www.facebook.com/134119500728891/videos/2355510624698002/



¡Zapata vive!

Francisco Pineda Gómez

Fragmento del libro de próxima aparición, La guerra zapatista, 1916-1919. Se publica en Proceso con autorización de Ediciones Era.

Chinameca, Morelos, jueves 10 de abril de 1919. Luego de un toque de
clarín, la tropa del ejército carrancista ensilló y emprendió su marcha rumbo a
Cuautla. El sol comenzaba a esconderse en el monte; eran las seis y media de la
tarde.

El cuerpo
del general Emiliano Zapata cabalgó, por última vez, con el pecho sangrante y
amarrado, a lomo de caballo. Hombres, mujeres y niños de la Tierra Caliente
salieron a ver la columna militar que pasaba por las rancherías. En la noche,
la partida arribó a Cuautla.

Ese día,
en Palacio Nacional, Venustiano Carranza se reunió con “prominentes hombres de
negocios” de Chicago. En sus “carros palacio” de ferrocarril, con fotógrafos y
cinematografistas, también llegaron a México contingentes de las compañías petroleras,
mineras, industriales, comerciales y bancarias de Estados Unidos.

Mr. J. H.
Haile, presidente de la Cámara de Comercio de San Antonio, Texas, expresó
alegremente: “en México no ha habido revolución”. Mientras tanto, acorazados
yanquis se colocaron frente a la costa de Tampico para exigir la entrega
incondicional del petróleo mexicano.

Coronel José Carmen Aldana, Ejército Libertador:
Íbamos a ver el cuerpo pa’ saber si jue Zapata o no. Por eso dormimos ahí […].
Ya llegamos, estaba la gente afuera […]. Nosotros buscábamos el dedo, acá mocho, aquí.
Dice un guacho: “Ora sí cabrones, ya quedaron huérfanos, ya su padre se lo llevó la chingada. Despídanse de su jefe”.
Agarraban la mano del jefe así y otros por ver su dedo. ¡Adiós, mi general!
Dicen: “Ahora, despídanse de su padre”.
– Sí, adiós mi general. Se nos acabó el orgullo.
– Es Zapata, ¿verdad que él es? ¿Cómo jijos de la chingada dicen que no? ¡Ése es Zapata!
– No es. ¡No es, cabrones!
Les metían chingadazos.

En
Cuautla, el jefe de la operación para asesinar a Zapata, general Pablo
González, ordenó que el doctor Loera inyectara el cadáver a fin de que fuera
exhibido en la Inspección General de Policía. Miles de personas desfilaron
delante del cuerpo; no sólo eran habitantes de Cuautla y poblados de la región,
también llegaron de la ciudad de México.

¿Están
completos los dedos de la mano derecha? ¿Tiene el lunar de la cara? ¿La
cicatriz de una cornada en la pierna? ¿Y el lunar con forma de mano en el
pecho? De inmediato, se expandió un rumor en el pueblo. No es Zapata.

Eusebio
Jáuregui –campesino de veinticinco años de edad, antiguo jefe de la escolta de
Emiliano– al principio sostuvo que el cuerpo no era de Zapata, pero después se
desdijo. La prensa aseguró: “todos confirman la declaración de Jáuregui hecha
ante el notario público”. Dos días después, en el panteón municipal de Cuautla,
Jáuregui fue fusilado por un pelotón carrancista.

La
soldadesca se exaspera, maldice, golpea, fusila. “No hay ninguna duda. ¡Es
Emiliano Zapata!” Los diarios hacen eco. “Las dudas hechas nacer por los
escépticos o por los interesados en cultivar aún la incredulidad de los
zapatistas in mente, desapareció al
fin: Zapata identificado hasta por sus partidarios y parientes, lo fue sin duda
en todo el país, por las fotografías que del cadáver ha publicado la prensa.”

Capitán segundo de caballería Serafín Plasencia Gutiérrez, Ejército Libertador:
Y dice: “¿Usted, conoció a Zapata?”
–Sí, cómo no.
–Pase a ver.
Ya pasó a ver. Zapata tenía una cornada aquí, mire, en medio de la pantorrilla. Sí, lo alcanzó siempre el toro y le agarró aquí. Tenía aquí un lunar negro, de este lado, grande […]. De menos tenía que tener la cicatriz. Tenía un dedo mocho […]. Y el muerto no tenía nada de eso.
Por esa razón dijo ese jefe: “No es. No es, señor Guajardo”.
–Ah, ¿no es?

Que lo fusila, luego, luego. Claro que, después, la gente pues tenía miedo; todos decían, aunque no fuera, pues que él es, que él era y que sí fue.
Y a última hora, fue Juan Bustamante; el que mandaba los toros y todo el ganado de Coahuixtla, fue el caporal. Y le dice Guajardo: “¿Usted conoció a Zapata?”
–Cómo no lo voy a conocer, era mi compadre.
Y, luego, luego, pasó. Luego, dijo que no era.
Que le dice: “¡Ey, Guajardo!” –ése sí le contestó feo– “pendejo, no tengas ciego al pueblo. ¡No es!”
Y que lo sacan a culatazos a Juan Bustamante.
Entonces, que entra el señor Mora.
–¿Usted conoció al señor Zapata?
–Sí, cómo no.
Había sido mayordomo, después ayudante, había sido de la hacienda de Coahuixtla, y que entra. Luego, vio que no era.
–¿Es Zapata o no es Zapata?
Le dice: “Ay, señores, me van a matar por la mentira. Mátenme por la verdad. ¡No es!”

El sábado
en la tarde, ocho prisioneros rebeldes, escoltados, entraron a la pieza donde
se exhibía el cadáver. El pueblo se había congregado ya en la plaza. Tres
mujeres –unos reportes dijeron que primas; otros, que sobrinas de Zapata– se
negaron a encabezar el cortejo fúnebre. En su lugar, desfilaron los generales,
tenientes coroneles, mayores y oficiales del ejército federal, según los
diarios.

Fotógrafos
y camarógrafos registraron escenas para la prensa y el primer noticiario
cinematográfico de la capital. La multitud se agolpaba y la marcha inició con
dificultad rumbo al cementerio. Al caminar, se abrieron puertas y ventanas.

El
féretro fue conducido a hombros por los presos zapatistas Encarnación Vega,
Manuel Vega, Rafael García, Serapio Marca, Carmen Morales, José Romero, José de
la Cruz y Jesús Guzmán.

Afuera
del panteón, la muchedumbre abrió paso. El cadáver de Zapata fue llevado a una
fosa situada a la izquierda de la entrada, en la segunda fila, cerca de la
pared que limita el cementerio. Su cabeza quedó orientada a la puesta del sol,
muy cerca de un árbol de guayaba.

Mayor de caballería Félix Vázquez Jiménez, San Juan Ixtayopan, Tláhuac, Ejército Libertador:
¿Y no decidieron licenciarse?
Pues, yo por mi parte no, señorita. Pero, mis compañeros sí se licenciaron.
Y usted, ¿por qué no se licenció, si ya la mayoría había dejado las armas?
Pues, porque yo dije que nunca me iba a rendir; que mejor aventaba las carabinas, pero ser rendido nunca.
¿Qué pensaba usted hacer?
Pues nada [llora]. Es triste de que esté uno con… Agarra uno a Emiliano Zapata… se voltea uno solito… Pues, mejor muerto, que ser rendido.

Arrodillada,
una señora aguardó en silencio. Antes de que los enterradores empezaran a
cubrir el féretro, la mujer se irguió, tomó un puñado de tierra y lo arrojó
sobre la caja. En seguida se retiró, secándose la cara con el rebozo. Los
golpes sordos del martillo y las paladas de tierra que caen sobre el ataúd se
escuchan a distancia, en medio del silencio profundo. Suenan las campanas: seis
de la tarde.

La
noticia del asesinato de Emiliano Zapata se propagó de inmediato en la prensa.
El 11 de abril, uno de los diarios más importantes de la capital, Excélsior, encabezó su primera plana con
caracteres rojos, a ocho columnas, con la siguiente leyenda: “Murió Emiliano Zapata:
el zapatismo ha muerto”.

Ése fue
el sentido que se quiso imponer al acontecimiento. El Universal comentó en la primera página: “Emiliano Zapata, el
jefe más tenaz de la región suriana ha muerto ya; el zapatismo, sin su viejo
hombre-bandera, ha terminado”. Por su parte, El Demócrata expresó en otro encabezado: “Ahora es fácil la tarea
de exterminar los restos del endeble zapatismo”.

Todos los
diarios de Nueva York publicaron la noticia. The New York Herald editorializó el asesinato de Emiliano Zapata,
con una incitación abierta: “Si la actividad de las tropas del gobierno de
México continúa, no es remoto predecir que Villa quedará también suprimido
[…]. El derecho a existir de cualquier gobierno de México depende de la
habilidad que demuestre para exterminar a sus enemigos”.

En ese
momento para la resistencia popular el problema no era alcanzar la libertad o
producir un modelo, sino tan sólo salir del callejón sin salida que había
impuesto el gobierno con la imagen de la muerte. Y aquella noche, en Cuautla,
se abrió una salida para ese callejón.

El poder
maquinó un rostro de muerte. La resistencia salió del encuadre, desplazando la
mirada. Buscó en la mano, en las piernas y en el pecho las señales que autentificaran
su propia verdad.

¡No es Zapata, cabrones!

¡Zapata vive, la lucha sigue!




Operaciones especiales para asesinar a Emiliano Zapata

Dr. Francisco Pineda Gómez*

Las operaciones militares para asesinar a Emiliano Zapata comenzaron en 1911, inmediatamente después de que se organizara el Ejército Libertador. Ese año, hubo cuatro intentos fallidos que muestran, desde el inicio, cuáles fueron las fuerzas y las estrategias empleadas contra la revolución campesina de México.

Primero
fue una emboscada que montó el ejército federal en Jojutla —el 28 de abril de
1911— con apoyo de Ambrosio Figueroa y Guillermo García Aragón, maderistas.
Estos últimos pusieron el ingrediente del engaño necesario para llevar a Zapata
a la trampa. Hicieron creer que harían un ataque conjunto sobre Jojutla. Pero,
antes de emprender el ataque, el general en jefe del Ejército Libertador
recibió información de cómo estaban dispuestas las fuerzas federales y
maderistas en Jojutla. Figueroa acampó cerca de la ciudad sin ser atacado,
mientras que la artillería y las ametralladoras porfiristas se habían
concentrado en la zona donde los zapatistas iniciarían el asalto. En esta
ocasión y en otras posteriores, el trabajo de información de los insurgentes
salvó la vida de Zapata.

Ambrosio
Figueroa, cacique de Huitzuco, Guerrero, tenía relaciones estrechas con las
haciendas de Jojutla, en especial con los hermanos Felipe y Tomás Ruiz de
Velasco. Desde ese campo, la oligarquía, se gestó el arreglo entre Figueroa y
el porfirismo. La iniciativa vino de Guillermo de Landa y Escandón, senador
porfirista en dos ocasiones, gobernador del Distrito Federal y sobrino del
general Pablo Escandón, hacendado y gobernador de Morelos. El acuerdo con
Ambrosio Figueroa se realizó a través del teniente coronel Fausto Beltrán,
aquél que estará al mando de la emboscada en Jojutla. Para los maderistas, el
principal resultado fue que Porfirio Díaz designara a Francisco Figueroa
—hermano de Ambrosio— como gobernador provisional en el estado de Guerrero.

Luego que
falló la primera emboscada para asesinar a Emiliano Zapata, los porfiristas
trataron de someterlo con ofrecimientos económicos. La respuesta del jefe
insurrecto fue la ofensiva: el ataque y toma de Cuautla. Pero, además, Zapata escribió
una carta que fue publicada el 10 de mayo de 1911: “Es necesario que desechen esa farsa ridícula,
que los hace tan indignos y tan despreciables y que tuvieran más tacto para
tratar con gente honrada […]. Yo me he levantado, no por enriquecerme, sino
para defender y cumplir ese sacrosanto deber que tiene el pueblo mexicano honradoy estoy dispuesto a morir a la
hora que sea”.[i]

El jefe del Ejército Libertador enfatizó
así los campos del enfrentamiento social: por un lado, el pueblo mexicano
honrado; por otro, el enriquecimiento y la farsa ridícula de los indignos y
despreciables.

Así, desde las primeras semanas de la multitud
insurrecta, quedó la marca imborrable en la memoria que guardamos de Emiliano
Zapata, como símbolo de la dignidad y la honradez, en las luchas del pueblo
trabajador mexicano.

Las fuerzas de la oligarquía

Al otro día de la toma de Cuautla, el maderismo y el porfirismo
llegaron a un arreglo en Ciudad Juárez. El secretario de Relaciones Exteriores,
Francisco León de la Barra, quedó como presidente provisional; fue abogado,
diputado y embajador porfirista en Brasil, Argentina, Uruguay, Bélgica, Holanda
y Estados Unidos.

Después,
en febrero de 1913, León de la Barra apoyará el golpe de Estado contra Madero y
nuevamente será secretario de Relaciones Exteriores. Al siguiente día del
asesinato de Madero y Pino Suárez, en Lecumberri, el canciller huertista arguyó
—ante el embajador de Estados Unidos— que su gobierno había trasladado a Madero
y Pino Suárez a la penitenciaría porque ahí estarían más cómodos, que en
Palacio Nacional, y más seguros (tal cual). Así consta en el archivo del
Departamento de Estado.[ii]
Durante su presidencia provisional se realizaron otros dos intentos para
asesinar a Emiliano Zapata.

A la
caída de Porfirio Díaz, Emiliano Zapata se reunió con Francisco Madero, el 8 de
junio de 1911, en la ciudad de México. “En atención a los servicios que ha
prestado usted a la revolución —dijo Madero— voy a procurar se le gratifique
convenientemente de manera que pueda adquirir un buen rancho”. El jefe
insurrecto le respondió enojado, “yo no entré a la revolución para hacerme hacendado;
si valgo algo, es por la confianza que en mí han depositado los campesinos”.[iii]

Entonces
se puso en marcha la siguiente operación. Si los rebeldes no se doblegaban con
ofrecimientos, había que matarlos. Éste es un procedimiento fundamental del
poder: la corrupción y el asesinato, el exterminio político moral y el
exterminio físico, para acabar con las luchas del pueblo trabajador.

En julio
de ese año, un contingente zapatista asistió a la ciudad de Puebla para recibir
a Madero y se instalaron en la plaza de toros. El campamento daba el aspecto de
una feria, relataron dos testigos, “niños, mujeres y ancianos, por centenares,
se encontraban, unos durmiendo y otros entonando canciones populares”. La noche
del 12 de julio de 1911, el ejército federal atacó a los zapatistas: el fuego
de fusilería que vomitaban las ametralladoras y los cañonazos, que disparaban a
150 metros, masacraron a las familias y a los insurrectos.[iv]

A la
mañana siguiente, Madero arribó a Puebla y visitó el cuartel del Carmen, frente
a la plaza de toros. Allí felicitó a los asesinos “por su lealtad y disciplina”,
encareciéndoles que obraran siempre así, pues era necesario fortalecer al gobierno.
Además, pidió al presidente provisional que ascendiera al coronel asesino, Aureliano
Blanquet, al grado de general.[v]

Y se
montó la emboscada. Cuando Madero se enteró de que Zapata hacía preparativos
para atacar a Blanquet, Francisco Vázquez Gómez —candidato maderista a la
vicepresidencia, en 1910— envió un telegrama que se copió en papel membretado del Estado Mayor de la Presidencia de la
República:  “Urge saber si Zapata no se ha movido para
esta capital [Puebla], vigilando sus movimientos y dándome aviso; listos
federales de confianza por si se ofrece movilizarlos repentinamente; urge orden
de que entreguen al general [federal] Agustín del Pozo $ 20,000 hoy mismo,
situación seria”.[vi]

En
seguida, Victoriano Huerta inició la ocupación militar de Morelos, con apoyo de
tropas maderistas de Veracruz, Hidalgo, Puebla, Oaxaca y Guerrero. En el primer
contingente de estas fuerzas irregulares, el mando estuvo a cargo de Cándido
Aguilar, quien después será gobernador carrancista de Veracruz, secretario de
Relaciones Exteriores y yerno de Venustiano Carranza. Ambrosio Figueroa fue
designado gobernador y comandante militar de Morelos, por iniciativa de
Francisco Madero. Éste le escribió al cacique: “Espero que su patriotismo
aceptará esa invitación y nos pondrá en su lugar a Zapata, que ya no lo
aguantamos”.[vii]

Victoriano
Huerta hizo la campaña militar “sin consideración alguna” y así lo comunicó a
Francisco León de la Barra. El País
informó que el capitán Girard Sturtevant, agregado militar de la embajada
Estados Unidos, formaba parte del Estado Mayor del general Victoriano Huerta.
Según información oficial, ese capitán enviaba sus informes a la División de
Inteligencia Militar de Estados Unidos.[viii]
A su vez, por aquellos días, David E. Thompson, el embajador saliente de ese
país, visitó al gobernador Ambrosio Figueroa y tuvo “frases cariñosas” para él.
En 1906, Thompson promovió la persecución de los magonistas y la represión a
los mineros de Cananea. También logró que el imperio controlara el agua de
riego del río Colorado, dentro de territorio mexicano.

El 25 de
agosto, Tomás Ruiz de Velasco escribió al presidente de la república, Francisco
León de la Barra: “Ayer regresó [Ambrosio] Figueroa, quebró buen número [de
rebeldes…] Zapata en Jojutla […] ¿habrá modo de eliminarlo?” [ix]

El
presidente provisional trabajaba con ese objetivo. El 31 de agosto, informó a
Huerta: “Telegrafíame Zapata de Ayala, diciéndome que sólo tiene una pequeña
escolta. Comunícolo a usted para que conozca el punto de donde me telegrafía […]
puede usted proceder con libertad de acuerdo con [Ambrosio] Figueroa y [Gabriel]
Hernández”. Huerta se dirigió inmediatamente a Villa de Ayala y atacó la
población durante una hora. Pero Zapata ya no estaba ahí. Entonces informó al
presidente que, inmediatamente, enviaría una columna para apoyar al figueroista
Federico Morales, que estaba combatiendo a Emiliano Zapata, en Chinameca. León
de la Barra le respondió con insistencia, “puede usted proceder con libertad”.[x]

Ahí, en
Chinameca, ocurrió el nuevo intento para asesinar a Zapata. El general insurgente
Próspero García Aguirre relató que, llegando a la hacienda, los rebeldes pidieron
permiso para jugar unos toros; jugaron dos días y el administrador de la
hacienda llamó por teléfono a Cuautla para delatarlos.

“Zapata estaba
comiendo en la casa de Santiago Posada, cuando le llegó el parte de que el
gobierno lo sitiaba. Salió en su caballo y, ya en el obrador, se quedó parado
con quince hombres que lo rodeaban armados. Y el gobierno ya venía,
cuatrocientos hombres armados sobre él. Se apeó del caballo, metió mano al
rifle y empezó a tirar. Montó en el caballo, se revolvió con unos y salió.
Salió con dos y él, tres. Se fue pa’l cerro”.[xi]

Al
terminar su periodo provisional, Francisco León de la Barra dio un informe al
Congreso: “el problema del desarme y dispersión de las fuerzas
revolucionarias”, en Morelos, “fue mayor que en otras partes del país”, porque
los zapatistas “adoptaron una actitud insumisa”. Luego, señaló oposiciones
significativas del pensamiento oligárquico. En un campo, Victoriano Huerta, un
“jefe de prestigio”; en el otro, Emiliano Zapata, “el jefe del movimiento
sedicioso que se hizo popular entre las clases incultas del Estado por
ofrecimientos de repartición de las tierras, sin tener en cuenta los derechos
de propiedad”;[xii] es decir, el “derecho”
de los usurpadores de tierras, montes y aguas, desde la época de Hernán Cortés.

El
general en jefe Emiliano Zapata: “¿Cómo se hizo la conquista de México? Por
medio de las armas. ¿Cómo se apoderaron de las grandes posesiones de tierras los
conquistadores, que es la inmensa propiedad agraria que por más de cuatro
siglos se ha transmitido a diversas propiedades? Por medio de las armas. Pues
por medio de las armas debemos hacer porque vuelvan a sus legítimos dueños,
víctimas de la usurpación”.[xiii]

Villa de Ayala

Las operaciones militares más elaboradas para asesinar a Emiliano
Zapata ocurrieron en Villa de Ayala y en Chinameca, noviembre de 1911 y abril
de 1919. Es decir, durante los gobiernos de Francisco Madero y Venustiano
Carranza. El rasgo distintivo, en ambos casos, fue que lograron fijar a Zapata
en un lugar, por medio del engaño, y lo atacaron con un poder de fuego
considerable.

El 6 de noviembre de 1911, Francisco Madero llegó a la presidencia, después de unas elecciones en que obtuvo menos de 20 mil votos, en un país de 15 millones de habitantes. Ese día comenzó la operación militar contra Zapata. Fuertes contingentes del ejército federal y tropas de Ambrosio Figueroa se concentraron en Cuautla. Al mismo tiempo, arribó el licenciado Gabriel Robles Domínguez, con una misión secreta del gobierno, se dijo.

La primera etapa de la operación, consistió
en hacer creer que Robles Domínguez negociaría un acuerdo con Zapata y que
Ambrosio Figueroa sería removido como gobernador de Morelos. Mientras tanto, las
tropas del gobierno hicieron exploraciones alrededor de Villa de Ayala, donde
se realizaban las conversaciones.

El 13 de noviembre, el cerco militar sobre
Emiliano Zapata ya estaba dispuesto, con artillería pesada y ligera,
ametralladoras y una emboscada a cargo Federico Morales, por si Zapata lograba escapar.

Entonces, Robles Domínguez envió un mensaje
al general en jefe del Ejército Libertador. Le comunicó que estaba sitiado y
que sólo tenía una hora para rendirse al gobierno. Pero el jefe de los
insumisos no se rindió.

Después de las tres de la tarde, en Cuautla, se
escucharon las primeras detonaciones de cañón. Por la noche, se observó el
resplandor rojizo causado por las explosiones la artillería pesada. Una parte
del cerro del Aguacate, donde los zapatistas se agruparon, estaba en llamas.

Ese día, Robles Domínguez declaró a la prensa:
“Madero, viéndose obligado a demostrar que puede reprimir la rebeldía, ha
ordenado que se obre enérgicamente”; “Madero ha determinado tomar enérgicas y
activas medidas para eliminar a Zapata y a sus seguidores”. En esa emboscada
murieron muchos revolucionarios y El País
lo festejó con un encabezado, en primera plana: “Los cadáveres de los
zapatistas fueron un festín para los buitres”.[xiv]

Emiliano Zapata, Otilio Montaño y Eufemio
Zapata, con sus tropas, lograron romper el cerco y se dirigieron a las montañas
del sur. Pocos días después, ahí, el ejército insurgente proclamó el Plan de
Ayala, “para acabar con la tiranía que nos oprime y redimir a la Patria de las
dictaduras que nos imponen”.

Artículo 1° […] “declaramos a susodicho
Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la Revolución de que
fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la
voluntad del pueblo y pudo escalar el poder; incapaz para gobernar por no tener
ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la Patria
por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean libertades, a
fin de complacer a los científicos, hacendados y caciques que nos esclavizan y
desde hoy comenzamos a continuar la revolución principiada por él, hasta conseguir
el derrocamiento de los poderes dictatoriales que existen”.[xv]

A su vez, el gobierno de Madero respondió con
una ley de suspensión de las garantías constitucionales en territorio zapatista
(Morelos, Guerrero y Tlaxcala, así como distritos de Puebla y el estado de
México). Estableció la pena de muerte sin proceso judicial, hasta por tirar
piedras a las vías del tren, a fin de acabar con una sublevación que —dijo— había
tomado la forma de un “comunismo agrario”.[xvi] Con esa ley dio inicio una nueva etapa de la guerra contra la
revolución campesina de México, el ataque masivo contra la población civil.

Santa María Ahuacatitlán, Morelos, 9 de
febrero de 1912. Los zapatistas se atrincheraron en los cerros y en los
tecorrales, ahí resistieron el ataque de la artillería federal. “El tiroteo
había terminado, cuando repentinamente se levantó una densa nube de humo y
luego inmensas llamas”, escribió el reportero Leopoldo Zea. Las fuerzas del
gobierno habían prendido fuego a las casas. Las mujeres, niños y ancianos de la
población salieron de sus hogares lanzando gritos de sufrimiento. En ese
momento, los combatientes zapatistas abandonaron sus trincheras y avanzaron
hacia su pueblo incendiado. En sus rostros “se pintaba la rabia, la
desesperación y la venganza […]. El incendio volvía a los rebeldes ciegos y desesperados.
Mostráronse valientes como nunca bajo nutrida fusilería, sembrando el camino de
cadáveres cuando descendían para llegar al pueblo, buscando sus hogares que
desaparecían”.[xvii] El combate se generalizó en una extensión de dos kilómetros y la
artillería reanudó sus disparos. La ferocidad y la cobardía del gobierno revoloteaban.
Finalmente, los zapatistas lograron retomar el control de Santa María
Ahuacatitlán. A las siete de la noche terminó el ataque. La tropa del gobierno
venteando petróleo y aguardiente regresó a Cuernavaca, desde donde podía observarse
el resplandor de la inmensa hoguera.

Ésa fue la primera acción militar del
gobierno maderista en contra de la población civil. La estrategia militar genocida
será continuada por el usurpador Victoriano Huerta y, sobre todo, con fuerte
apoyo militar de Estados Unidos, por el gobierno de Venustiano Carranza.

Chinameca

El general Pablo González expresó abiertamente el racismo de la guerra
carrancista de exterminio: Emiliano Zapata “tenía que caer por el ineludible
imperio de la ley biológica que condena a los seres inferiores y deformes, y
que hará siempre triunfar a la civilización sobre la barbarie, a la cultura
sobre el salvajismo, a la humanidad sobre la bestialidad”. Para el jefe de la
guerra genocida en el sur, Zapata fue “la encarnación de la más estúpida
barbarie”, tuvo una “vida miserable y vulgar, y por su cretinismo congénito,
por su absoluta inferioridad mental […] fue simplemente un bandolero, un
criminal, un azote maldito de su propia tierra natal”.[xviii]

Ese
manifiesto carrancista —dirigido al pueblo de Morelos y suscrito en Cuautla, el
16 de abril de 1919— tuvo otro ingrediente discursivo. Pablo González designó
reiteradamente a Zapata como “caudillo”, cinco veces en tres páginas. En vida,
nadie llamó “caudillo” a Emiliano Zapata, ni sus compañeros ni sus enemigos.
Ahí, en ese manifiesto racista, está el origen de la denominación “caudillo”.
El propósito contrarrevolucionario de tal estrategia discursiva fue señalado en
el mismo documento: “Desaparecido Zapata, el zapatismo ha muerto”.

En el
mismo documento, se pueden apreciar cuestiones estratégicas de la operación
militar. La jefatura carrancista consideró la dificultad que representaba el
método guerrillero de los insurrectos, aunque no dijo lo principal que es el
apoyo del pueblo: eludían el combate regular, operaban en movimiento continuo, con
información de calidad y conocimiento del terreno. Emiliano Zapata, “siempre
desconfiado y siempre alerta”, era “invisible e inalcanzable”. Por eso había logrado
sobrevivir a las operaciones previas para asesinarlo.

Entonces,
indica ese manifiesto, era indispensable realizar una “labor especial” contra
Zapata, basada en el engaño y la sorpresa, para “acorralarlo como una fiera”.
En consecuencia, Pablo González resolvió “aprovechar la oportunidad” que
“ofrecía el mismo cabecilla, para asestarle un golpe mortal”.

En
efecto, hubo una grieta en la política rebelde. En noviembre de 1916, poco
antes de triunfar sobre la primera invasión carrancista en Morelos, la jefatura
del Ejército Libertador estableció un órgano consultivo del Cuartel General,
cuya misión fue propagar los principios de la revolución y procurar la
unificación de los revolucionarios del país. Meses después, comenzaron los
enfrentamientos y sublevaciones dentro del ejército carrancista. El 12 de mayo
de 1917, Emiliano Zapata entregó a Gildardo Magaña la tarea de acercarse a esos
grupos, “toda vez que usted, desde el principio, ha llevado la conducción de
este asunto”.[xix]

Magaña
privilegió el objetivo de lograr un arreglo, precisamente, con Pablo González y
con esto abrió la grieta que utilizará el asesino, en 1919. Tres meses antes de
la emboscada de Chinameca, Pablo González intentó una operación de exterminio
mayor. Indicó a Magaña que él estaba dispuesto a tratar todo lo relativo a la
unificación con el zapatismo: engaño. Que, mientras se verificaban las
conferencias, “todos los grupos revolucionarios” podían concentrarse en algún lugar
de Morelos, donde tendrían “toda clase de garantías”: trampa mortal que no se
realizó.[xx]

En esas
condiciones, la necesidad de aprovechar la grieta era imperiosa para el
gobierno y sobrevino la operación especial que logró asesinar a Emiliano
Zapata. La operación final tuvo una secuencia específica de engaños: a) filtrar
información falsa acerca de un supuesto conflicto entre Pablo González y Jesús
Guajardo; b) establecer una relación constante de Guajardo con Zapata, por
correspondencia; c) simular un ataque de Guajardo a la guarnición carrancista
en Jonacatepec; d) prometer tropa, municiones, víveres e información militar;
d) finalmente, el elemento decisivo del engaño ocurrió el 9 de abril, cuando
Guajardo fusiló a 59 soldados de de Victorino Bárcenas, ex zapatista, integrante
del regimiento al mando del propio Guajardo.

Emiliano
Zapata, por su parte, adoptó contramedidas: desde el 2 de abril, colocó al
coronel Feliciano Palacios —zapatista de Villa de Ayala— dentro del cuartel de
Guajardo y exigió el castigo inmediato de Victorino Bárcenas. La primera medida
falló porque se hizo con el conocimiento de Guajardo y éste pudo ocultar su verdadero
propósito. La segunda se derrumbó con el fusilamiento de los 59 soldados. Eso
fue decisivo y el general en jefe del Ejército Libertador quedó expuesto por
completo.

Un día
después, las tropas del 50° regimiento y una fracción del 66° regimiento
carrancista ejecutaron la emboscada en Chinameca. Los soldados de Guajardo,
preparados en las alturas, en el llano, en la barranca, en todas partes, cerca
de mil, descargaron sus fusiles. La sorpresa fue terrible. Nuestro inolvidable
general Zapata cayó para no levantarse más, escribió ese día el mayor Salvador
Reyes Avilés.[xxi]

Venustiano
Carranza premió a Guajardo con 50 mil pesos y su ascenso al grado de general.

* * *

¿Y no decidieron licenciarse?

Pues, yo por mi
parte no, señorita. Pero, mis compañeros sí se licenciaron.

Y usted, ¿por qué no se licenció, si ya la mayoría había dejado las
armas?

Pues, porque yo
dije que nunca me iba a rendir. Que mejor aventaba las carabinas. Pero ser
rendido, nunca.

¿Qué pensaba usted hacer?

Pues nada [llora].
Es triste de que esté uno con… Agarra uno a Emiliano Zapata… se voltea uno
solito… Pues mejor muerto, que ser rendido.

Mayor de caballería Félix Vázquez Jiménez,

San Juan Ixtayopan, Tláhuac, Ejército Libertador.[xxii]

Aunque humildes,
pero honrados. Esa bandera llevamos y es con esa bandera, le digo a mis hijos,
con esa bandera acabamos, porque es lo mejor.

Teniente coronel de caballería Simón Román Alcalá,

Juchitepec, estado de México, Ejército Libertador.[xxiii]


[i] Carta
de Emiliano Zapata a Fausto Beltrán, El
País
, México, 10 de mayo de 1911.

[ii] El
embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, al secretario de Estado, Philander
C. Knox, México, 23 de febrero de 1913. Foreign Relations of the United States,
812.00/6322.

[iii]
Conversación citada por Gildardo Magaña, en Emiliano
Zapata y el agrarismo en México
, INEHRM, México, 1985, t. I, pp. 160-161.

[iv]
Testimonio escrito del doctor Guillermo Gaona Salazar y el ingeniero Gustavo
Gaona, en Francisco Vázquez Gómez, Memorias
políticas (1909-1913)
, Universidad Iberoamericana-El Caballito, México,
1982, p. 326.

[v]
Idem.

[vi] Telegrama
de Francisco Vázquez Gómez al ministro de Gobernación, copiado en papel membretado
del jefe del Estado Mayor de la Presidencia de la República, Puebla, 15 de
julio de 1911. Fondo Gildardo Magaña (FGM) 27, 1, 180 (clasificación antigua).

[vii] Francisco
Madero a Ambrosio Figueroa, México, D. F., 9 de agosto de 1911, en Gildardo
Magaña, op. cit., p. 265.

[viii]
Véase René de la Pedraja, Wars of Latin
America, 1899-1941
, McFarland ed., Londres, 2006, p. 450.

[ix]
Tomás Ruiz de Velasco a Francisco León de la Barra, México, 25 de agosto de
1911, FGM, 1, 3R, 480.

[x] Telegramas
entre el presidente provisional Francisco León de la Barra y el general
Victoriano Huerta, México, 31 de agosto y 1° de septiembre de 1911. En el informe
de Victoriano Huerta a la Secretaría de Guerra y Marina (documentos), El País, 5 y 6 de noviembre de 1911.

[xi]
General Próspero García Aguirre, Ejército Libertador. Entrevista realizada por
Laura Espejel y Salvador Rueda en Tlatenchi, municipio de Jojutla, Morelos, el
16 de agosto de 1975. Proyecto de Historia Oral, INAH.

[xii]
Informe del presidente provisional Francisco León de la Barra al Congreso, El País, 5 de noviembre de 1911.

[xiii]
Carta del general Emiliano Zapata a Gildardo Magaña, Campamento Revolucionario,
octubre de 1913, Fondo Genovevo de la O 17, 2, 34.

[xiv]
Declaraciones de Gabriel Robles Domínguez a la prensa, Cuautla, Morelos, 13 de
noviembre. El Imparcial y The Mexican Herald, México, 14 de
noviembre de 1911. Nota de El País,
16 de noviembre de 1911.

[xv] Plan
de Ayala, 25 de noviembre de 1911, en Emiliano
Zapata. Antología
, Laura Espejel, Alicia Olivera y Salvador Rueda, INEHRM,
México, 1988, p. 114.

[xvi]
Ley de suspensión de las garantías constitucionales, Nueva Era, México, 11 y 12 de enero de 1912.

[xvii]
“Entre un mar de llamas se batieron en Santa María”, Leopoldo Zea, corresponsal
viajero, El Imparcial, 10 de febrero
de 1912.

[xviii] Manifiesto del general Pablo González a los habitantes de Morelos,
Cuautla, 16 de abril de 1919. Archivo del General Manuel Willars González, jefe del Estado Mayor de Pablo
González, CEHM, LXVIII-1, 2896, 21, 1.

[xix] Emiliano
Zapata a Gildardo Magaña, Tlaltizapán, 12 de mayo de 1917. Fondo Emiliano Zapata
13, 14, 1.

[xx]
Carta del coronel carrancista Eduardo Reyes (mensajero de Pablo González) a
Gildardo Magaña, Atlixco, Puebla, 10 de enero de 1919. FGM 30, 24, 423.

[xxi] Mayor
Salvador Reyes Avilés a Gildardo Magaña, Ejército Libertador. Campamento
revolucionario en Sauces, Morelos,10 de abril de 1919. FGM 30, 36, 580.

[xxii]
Mayor de caballería Félix Vázquez Jiménez, Ejército Libertador. Entrevista
realizada por Laura Espejel en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, Distrito Federal,
el 10 de agosto de 1973. PHO, INAH.

[xxiii] Teniente coronel de caballería Simón Román Alcalá, Ejército
Libertador. Entrevista realizada por Alicia Olivera de Bonfil en Juchitepec,
estado de México, el 13 de octubre de 1974. PHO, INAH.

* Profesor investigador de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia, autor de La
irrupción zapatista, 1911
; La
revolución del sur, 1912-1914
; Ejército
Libertador, 1915
y La guerra
zapatista, 1916-1919
, Ediciones Era.




45 / 40 : 14 de febrero de 2019

  • 45 años del asesinato de 5 compañeros en San Miguel Nepantla,  Edo. de México
  • 45 años, de la desaparición de nuestros compañeros de la Lista de Ocosingo}
  • 40 años que apareció el periódico Nepantla,
    Órgano de agitación y comunicación interna de las FLN

En éste 45 /40 Aniversario, presentamos a ustedes el TESTIMONIO de un compañero urbano en 1974 (es decir, no era profesional, seguía en su vida civil y con su familia) pero que ayudaba económica y políticamente a nuestra organización en sus actividades clandestinas, y que refleja el dolor de la pérdida más de la mitad de los compañeros profesionales de aquella época. Años de dificultades económicas, persecución política, donde las redes de militantes profesionales y urbanos, así como colaboradores en diferentes ciudades ayudaron a que la organización se levantara -poco a poco-, fuerte y vigorosa. Indudable qué esto, más la dirección de los compañeros que tomaron “el timón” de los trabajos, Alfredo y Aurora, ayudaron a que el sujeto colectivo FLN, caminara con “inteligencia propia”.  “En medio de la catástrofe, nuestros responsables construían una hermosa lección revolucionaria: mientras alguno de nosotros, así sea uno solo, quede vivo, seguirá la lucha” (NUPI I, pag.3 14 de febrero de 1984)

Donde dice Sncak, quiere decir snack, o sea, botana.

TESTIMONIO

Ya era entrada la noche cuando sonó el teléfono. Era Aurora citándome en un lugar cercano con un pretexto adecuado a mis actividades civiles.  En el breve trayecto iba temiendo que me confirmara que las informaciones difundidas por los medios mercenarios sobre Nepantla tenían que ver con nosotros.

Al llegar al sitio convenido, entró a mi auto, me informó escueta y claramente del enfrentamiento en que el enemigo nos había infligido dolorosas bajas y la posibilidad de otras. Me advirtió que más tarde pasaría a despedirse de mí el anterior responsable que se incorporaría por razones de seguridad –aunque hacía tiempo se estaba planeando-; que era difícil que llegara a mí la represión pero de cualquier forma que me mantuviera alerta y estuviera localizable todo el tiempo.

Efectivamente momentos después cerca de mi casa llegó mi responsable de quien me despedí emocionado pensando que le esperaba al igual que a toda la organización una difícil etapa. Le entregué el arma que la organización me había confiado, pensando que la podían necesitar, y el efectivo con que contaba en ese momento. Esa acción de Aurora, de tener la serenidad que da la comprensión objetiva de la realidad, al propiciar esa breve despedida aún en medio de una real emergencia me pareció un acto de compañerismo y me dio la confianza de estar tratando con gente valiente y lúcida. Fueron contadas las palabras que cambié con mi antiguo responsable quien me indicó deshacerme de todo material comprometedor.

Regresé a casa terriblemente preocupado por la pérdida de los compañeros y por las consecuencias que pudiera tener en las vidas de otros compañeros.

En esa época de la organización, la división entre urbanos y profesionales era muy marcada. Yo sabía poco de cómo vivían los profesionales así que para mí la despedida de Aurora y los que se iban revestía el dramatismo de lo desconocido, lo único que sabía era que se iban en su destartalado auto, ella enfundada en su misma vieja chamarra de siempre y que se sumergían en la noche para guarecerse.

El manejo que hizo la prensa burguesa de los acontecimientos era el de esperarse de una prensa corrupta al servicio de la clase dominante cuando la seguridad se ve amenazada. Con las honrosas excepciones de algunos periodistas de la casa Excelsior que denunciaban la gravedad del atropello cometido por el Estado al tomar la casa de Nepantla mediante un desproporcionado aparato policiaco-militar.

El parte que oficialmente se distribuyó a los medios de comunicación hablaba de un supuesto asalto a un tren y la muerte de dos soldados de la escolta. Patraña que fue desmentida por el propio maquinista del tren de Xalostoc que negó que hubiera algún asalto en ese sitio distante más de cien kilómetros de Nepantla. Los esbirros en su burda maniobra desinformativa pintaron en el interior del tren con spray rojo “Liga comunista 23 de septiembre”. A esta última organización le atribuían cuanto asalto, secuestro o crimen sucedía en todo el territorio nacional.

Todos los medios masivos de comunicación al servicio de la reacción dieron un trato de asaltantes a los compañeros caídos en Nepantla; les adjudicaban la muerte por la espalda de los soldados acribillados a manos de los mismos soldados en el descomunal tiroteo desatado.

Por esos días los tribunales franquistas condenaron después de un juicio a la ejecución por garrote vil al combatiente vasco Salvador Puig Antich; hecho que contrastaron algunos periodistas con la masacre perpetrada contra cinco jóvenes revolucionarios.   De otra parte los portavoces de la burguesía más corrupta  –Alarma e Impacto-  daban rienda suelta a su abyección y calumnia. En la ciudad de Monterrey el periódico “El Norte” mencionó los hechos de Nepantla en un recuento de los últimos diez años de la guerrilla en México.

Con Nepantla tomaba conciencia de algunas cosas que anteriormente eran solo lecturas, conversaciones con mis compañeros. Recordé esa casa de seguridad de los Tupamaros que cayó en manos del enemigo y en la que había unas fotos de sus –nuestros- compañeros caídos con la sentencia “Ellos cayeron… no porque se metieron en ‘esto’ sino porque Tu! No te metiste!”. También a la viuda de Nguyen Van Troi que tuvo que perder a su compañero en esas circunstancias de lucha para radicalizarse y entregarse de lleno a luchar contra el imperialismo norteamericano. O al joven médico con el que había tenido varias entrevistas en las que me había explicado con toda calma y detalle mis futuros trabajos.

A la siguiente entrevista dupliqué mi raquítica aportación y escuché de Aurora como fingiéndose periodista había ido a cerciorarse del ataque a la Casa Grande, como había interrogado a los vecinos. Me describió el exterior acribillado y la presencia de esbirros en el interior disfrazados de campesinos. Me refirió que uno de sus subordinados que observó desde lejos la presencia de los enemigos dentro de la casa le pidió ir en su lugar y ella no accedió. Como responsable que soy ese es mi trabajo, le dijo.

Para mi Nepantla significó la ocasión de reflexionar sobre mi limitada participación en nuestra guerra. La consecuencia de ese joven médico, el responsable Salvador, me revelaba en toda su realidad a un revolucionario de carne y hueso que como otros estaban dispuestos a asumir su papel con la seguridad que nosotros haríamos el nuestro. Esa confianza profunda en sus compañeros, en nosotros, fue lo que condicionó mi compromiso para la militancia.  El ver como mi anterior responsable abandonaba todo y se entregaba como profesional en los momentos de mayor peligro me hizo redoblar mi certidumbre sobre lo correcto de nuestros planteamientos.

Esa herida convertida en acicate ya para siempre, me demostraba en toda su crueldad, el carácter irreconciliable de la lucha de clases y la necesidad de involucrarse con mayor decisión y entrega en un combate que exige avanzar sin descanso hacia las líneas del frente.