Nuestra América: nuestras madres, nuestras tierras

“Y así las cosas, vinieron a hacernos evacuar.

Vinieron a estacionarse en el mercado. (de Tlaltelolco

Fue cuando quedó vencido el tlatelolca, el gran tigre, el gran águila, el gran guerrero.

Con esto dio su final conclusión la batalla.

Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos.

Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas.

Sus faldellines llevaban arremangados,

los alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos. Fue también cuando le hicieron un doselete con mantas al capitán allí en el mercado, sobre un templete.

Y fue cuando colocaron la catapulta aquí en el templete.

En el mercado la batalla fue por cinco días.”

Miguel León Portilla. Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista. Capítulo 1 Memoria Mexica de la Conquista. Pag. 299

Este 12 de octubre conmemoramos el día de la resistencia de los pueblos indígenas ante la invasión española, luchamos por Nuestra América, para nosotros como pueblos originarios es el Cemanáhuac de los pueblos nahua, en Mixteco Ñu´u nchá´í o Ñuu ayivi; para los Tzotziles es Balumil; en Wixárika Tatei yurienaka; en Navajo es Ni´asdzaán;  en Rarámuri: Kawi; en Lacandón: Lu´um ha, Kab, Kaba; en Ikootj: Nangaj ieth; en Cuicateco es el Yaedi ñuu´; en Zapoteco es Guidxilayú. La Madre Tierra, la Pacha Mama de los pueblos de América del Sur, el Abya yala de los pueblos Kuna, la Patria Grande del Libertador, Simón Bolívar.

Desde Occidente, en esta fecha del calendario gregoriano, rememoran y rinden homenaje a los encubridores del genocidio, saqueo, despojo, de la invasión, de la guerra de conquista; le llaman descubrimiento de américa olvidando que antes de ellos los pueblos de nuestra América teníamos historia en nuestras tierras, en nuestras Matrias.

Los pueblos originarios hemos estado defendiendo, recuperando, ocupando, resignificando y reivindicando, los más de 500 años de resistencia indígena, negra y popular. Para nosotros son por lo menos cinco siglos de lucha continua frente al poder, contra el imperialismo, el colonialismo y el exterminio de nuestros pueblos; contra el saqueo, el despojo de nuestras tierras, montes y aguas, contra la explotación, el sometimiento, la esclavitud y el genocidio, por la defensa de nuestra existencia y permanencia como pueblos vivos y libres. Marx identificaba estos métodos como el sistema colonial que:  

“…se fundan sobre la violencia más brutal. Pero todos ellos recurren al poder del Estado, a la violencia organizada y concentrada de la sociedad… El trato dado a los aborígenes alcanzaba los niveles más vesánicos, desde luego, en las plantaciones destinadas exclusivamente al comercio de exportación, como las Indias Occidentales, y en los países ricos y densamente poblados, entregados al saqueo y el cuchillo, como México… La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica… Si el dinero, como dice Augier, ‘viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla’, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies.” [1]

La guerra de conquista, el exterminio y devastación de pueblos originarios, hizo posible la riqueza de Europa, se instauró un sistema colonial, un poder mundial, una estrategia de larga duración, que, hasta nuestros días se mantiene, por lo que seguimos luchando contra ese lastre. A partir de entonces, desde el poder se nos nombró “indios”, a los pueblos originarios; se instituyó el racismo como principio organizador del sistema capitalista. “Indio, india”, serán los pobres de todo, despojados de todo, de sus tierras, de sus cuerpos, de sus lenguas, de sus culturas, de sus mundos-territorios; de nuestras filosofías, seríamos las y los desalojados, desamparados, desaparecidos, descalzos, desconfiados, traidores, desvergonzados, desconocedores, desfalcados, ladrones, desgraciados, crueles, desiguales, desnutridos, burros, despiadados, salvajes, caníbales, sodomíticos, desplazados, desprotegidos, desterrados, disfuncionales, patarajadas, disímiles, inamistosos, disipados, alocados, disminuidos, viciosos, disparatados, míseros, distantes, cobardes, ignorantes, incultos, iletrados, imperdonables, ilícitos, vengativos, impúdicos, mugrosos, puercos, impunes, inalcanzables, maleducados, incapaces, inconstantes, insensatos, comepiojos, incontrolables, brutos, indefensos, mentirosos, mañosos, indolentes, rebeldes, haraganes, indomables, insumisos, infantiles, inocentes, malditos, insensibles, imprudentes, ingratos, inclementes, abobados, inconstantes, desobedientes, convenencieros, bestiales, supersticiosos, hechiceros, agoreros, nigrománticos, adoctrinados, los pinches pueblos…seríamos las y los incivilizados que habría que “civilizar”, las y los infieles que habría que cristianizar, las otras y los otros a conquistar, a humillar, a derrotar, a aplastar, a exterminar, a borrar; pueblos sin territorio, sociedades preestatales, grupos minoritarios; entre muchas otras más formas en que se nos dice despreciativamente a los pueblos originarios, como lo describen los antiguos documentos de frailes, monjes y todos los eclesiásticos, como hasta ahora sigue perviviendo en la cotidianidad de nuestras vidas, en los medios masivos de comunicación, en las calles, muchas veces, en nuestras propias casas.

Esa ideología ha servido a las estructuras de poder para justificar las guerras, para justificar las desigualdades económicas, sociales, políticas e ideológicas, para jerarquizar y monopolizar la fuerza de trabajo de hombres y mujeres, para crear el mayor ejército industrial de reserva para el capital, para ideológicamente arrebatarnos nuestra identidad como pueblos, para establecer como único criterio: “tienes, eres”, los ricos valen, los pobres no.

A la par de la invasión en América, los pueblos de África también fueron devastados, el impacto fue inmenso, millones de personas asesinadas, torturadas y sometidas a la esclavitud, es incuantificable el dolor y el odio.  Frente al poder y contra Monarquías, Sultanatos, Estados, Reinos e Imperios, desde los tiempos remotos del origen de las culturas del proceso civilizatorio, los pueblos originarios, los pueblos negros han generado procesos de liberación en sus territorios de origen y en la América, territorio también creado y transformado por ellas y ellos. El proceso de cimarronaje en las montañas del continente, en las costas, selvas, desiertos y los rincones más inhóspitos, agrupaba a miles de individuos, comunidades y grupos cimarrones indígenas y afroamericanos se reposicionaban en las montañas para vivir libres, con resistencia y en permanentes ofensivas; la configuración actual de muchos de los territorios, pueblos y comunidades obedece a esta estrategia de lucha.

Los pueblos originarios y africanos nos hemos disputado el existir, el persistir y el ganar una lucha que hasta ahora no termina, la fuerza de las resistencias de los pueblos en la guerra, desde los corazones, las mentes y las almas. Mientras más se nos intenta reducir, segregar, desaparecer, mutilar o disolver en la categoría de “india, indio”, con nuestra diversidad, complejidad, multiplicidad de posibilidades de existir, con nuestros miles de rostros-corazones como pueblos que somos, los pueblos dignos nos remontamos a las experiencias de lucha, rebeliones, insurrecciones, que hemos emprendido durante más de 500 años.

En lo que ahora conocemos como América vivimos más de 1000 millones de personas, así también se sabe de la existencia de alrededor de 1000 “lenguas vivas”[2], en el continente. Este último dato de lenguas como elemento de análisis y rasgo identitario de los pueblos originarios de toda América, sabemos que es mucho menor de lo que pervive en nuestro territorio, pues producto de las guerras y de las estrategias desde el poder, no se tiene certeza numérica de las lenguas y pueblos originarios.  Aún con estas limitaciones, somos por lo menos mil pueblos que resistimos y que luchamos por la vida, porque podamos vivir en paz, por tierra y libertad en América y el mundo.

De estos mil millones de personas, al menos la mitad somos MUJERES. En toda esta historia de larga duración, las mujeres hemos participado activamente en los procesos de resistencia, liberación, lucha…. de nuestros territorios. Antes de la guerra de conquista, durante ella en los procesos de resistencia y construcción del cimarronaje contra la invasión española, las mujeres negras y de los pueblos originarios sobrevivimos a las condiciones de esclavitud, hostigamiento, del huir a salto de mata; logramos reposicionarnos en la lucha histórica, no sólo en las tareas domésticas de acompañamiento, de cuidado y trabajo dentro de los palenques donde además éramos la gran minoría pues la mayoría de nosotras no sobrevivía la persecución; rescatamos las semillas y sembramos nueva vida en territorios liberados a partir de la lucha y la reproducción social y biológica, resguardamos las formas milenarias heredadas de cuidar nuestra salud, nuestros cuerpos, nuestras vidas, en lo que hoy conocemos como medicina tradicional y partería.

Históricamente las mujeres de los pueblos originarios, como muchas otras mujeres hemos sido cuidadoras, sostenedoras, reproductoras de vida y de un sistema social, pero también hemos sido y somos quienes hemos decidido libre, consciente y voluntariamente nuestra participación como cocineras, sanadoras, mensajeras, combatientes, comandando ejércitos, articulado procesos políticos entre pueblos y regiones con grado político militar. En condiciones de guerra nos hemos hermanado con mujeres y hombres que tenemos una perspectiva de clase, de lucha, de memoria histórica y de lucha por nuestros derechos específicos, hemos sobrevivido a las guerras de exterminio, para cuidar, sostener, reproducir, transmitir y retransmitir la memoria, la historia, la esperanza, la conciencia revolucionaria y voluntad férrea del cuidado de la vida toda.

Hemos combatido en los procesos de independencia de los pueblos naciones[3], en los procesos revolucionarios[4], en las guerrillas y luchas armadas de toda América por la liberación de sus naciones[5]; frente al sistema capitalista neoliberal por la defensa de los territorios; contra el genocidio: infanticidios, feminicidios y desapariciones forzadas, contra la impunidad y por la justicia, contra las dictaduras militares, contra el imperialismo,…Tenemos ejemplos dignos y admirables luchas como las de las Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, el Comité ¡Eureka! en México[6], el Comité de Padres y Madres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, las Madres Buscadoras de Sonora y todas esas madres buscadoras de personas desaparecidas en América Latina,  así también todas aquellas mujeres que participan activamente en cientos de organizaciones sociales civiles de los pueblos originarios, las estudiantes y maestras organizadas por una educación digna para todas y todos, las trabajadoras y campesinas que heroicamente han dado su vida y siguen poniendo el cuerpo y alma por un mundo más justo, por la defensa de los cuerpos-territorios nuestros; nuestras luchas son tan diversas, complejas y múltiples como pueblos en América y el mundo habemos.

¡Vivir por la patria o morir por la libertad!

Comisión de Mujeres del PFLN


[1] Marx, K. (1998): El capital. Libro Primero, El proceso de producción del capital, Tomo I, Vol. 3 Marx, K. (1998): El capital. Libro Primero, El proceso de producción del capital, Tomo I, Vol. 3

[2] Ethnologue: languages of the world https://www.ethnologue.com/

[3] Mujeres en la Independencia de México https://lacasadetodasytodos.org/portada/mujeres-en-la-independencia-de-mexico/

[4] Mujeres revolucionarias, la memoria de nuestras tierras, de nuestras luchas https://lacasadetodasytodos.org/portada/3164/

[5] Mujeres revolucionarias: 1969-2022 https://lacasadetodasytodos.org/portada/mujeres-revolucionarias-1969-2022/

[6] La primavera volverá… https://lacasadetodasytodos.org/portada/la-primavera-volvera/