A toda la generación que hizo posible esa gran transformación de la historia humana, nuestro cariño y respeto. Luego del 7 de noviembre de 1917, es difícil negar que está en manos de los pueblos el proceso de su propia liberación; y que en el olvido de principios y objetivos, en el enturbiamiento del compañerismo, en las consesiones al burocratismo, entre otras tristes causas, está el principio de nuestra propia derrota.
Que viva ese digno ejemplo, pues imborrables son sus logros y sus errores en nuestra historia.
Que viva la Revolución rusa, y el horizonte de liberación mundial que hoy, hace cien años, le dió vida.