Posted On 18 mayo, 2018 By In Actividades, Nacional With 2601 Views

NA: “techo, tierra, trabajo”

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En México, cuando ofrecemos nuestra casa, para que te estés confortable y seguro, como debes sentirte en la tuya, significa que ofrecemos el más preciado de nuestros valores culturales, nuestra tierra, para que ahí trabajes descanses y seas feliz.

Hace ya casi 49 años que nuestros compañeros, los más primeros, los que nos dieron nombre y rumbo, los que no dudaron en decirnos que busquemos siempre sacar al imperialismo de nuestra tierra, sin importar el tiempo que tome lograrlo –y ellos lo hicieron- y por hacerlo integran la lista de Ocosingo de nuestros compañeros desaparecidos: no son solo palabras; ellos, unidos al maestro bilingüe tzeltal Fidelino y la familia de “Tacho”, indígena lacandón de la Laguna de Metzabok iniciaron la gran marcha generacional para concientizar a nuestro pueblo como el único camino para lograr el rescate de nuestra tierra y así obtener la liberación nacional.

Tenemos el deber de obtener ya, justo ahora, la CASA, la TIERRA y el TRABAJO digno, sin esperar dádivas ni promesas de campañas políticas siempre amañadas. Éste movimiento que ya iniciamos y lo denominamos “NA”, o sea la “CASA”, nuestro hogar, nuestra tierra, tu tierra, lo hemos iniciado con la creación de las Casas del promotor social, el encargado de apoyarte en tu comunidad ya sea en el estudio, la salud, el mejoramiento de la tierra, y toda la producción de satisfactores básicos tales como el calzado, la ropa; en el aspecto humano es el encargado de inculcar el amor a los niños ya sean propios o ajenos y por el respeto a los derechos sociales y civiles, en primer término el respeto a todas las mujeres. Así nos lo enseñaron con el ejemplo nuestras compañeras y compañeros fundadores y quienes siguiendo su ejemplo ofrendaron sus vidas. No les fallaremos en continuar el camino que ellas y ellos marcaron.

Nuestro método se inicia con la “autocrítica” (ver Cuaderno de Trabajo Dignificar la Historia III, estatutos) que debe ser fraterna, buscando el reconocimiento de la falta y el compromiso de no repetirla. Que eso es una “utopía” o sólo palabras, son argumentos que desde siempre han venido de nuestros enemigos que defienden intereses extra-nacionales pro-imperialistas: debemos escucharles con respeto, sonreir, darles una palmadita en el hombro, y continuar con la búsqueda. Nosotros no tenemos nada de qué avergonzarnos, jamás hemos robado, secuestrado, extorsionado ni mentido; nunca hemos aceptado dádivas ni sobornos de nadie, somos inmunes a las calumnias, la historia de México que estamos publicando está basada en evidencias confirmadas por historiadores, no son una caricatura de historia. El ser humano “nuevo” del que nos hablaba el Ché, existe, está y siempre estará con nosotros, lo encontraremos despojándonos del cansancio y negligencia individualista sólo así podremos resistir por generaciones hasta que el imperialismo sucumba y nuestros pueblos sean auténticamente libres.

Nuestros compañeros constructores, ya que todos somos albañiles, estamos ya abocados a emprender ésta campaña. No nos intimidan los llamados a aprehendernos, ni las acusaciones de que somos narcotraficantes o cosas peores, todos esos murmullos cobardes son ¨solo una gota de agua al mar¨ comparado con el sufrimiento de nuestro pueblo. Conocemos los riesgos por ser honestos, y siempre hemos cumplido con nuestro deber, ADELANTE compañeros.

Hoy presentamos por entregas mensuales, fragmentos del artículo “Vivienda”, escrito por nuestra compañera “Ruth”, que formaba parte del equipo de trabajo del Buró Político en 1980 como mecanógrafa e impresora, el artículo ahora histórico refleja la realidad nacional de entonces en cuanto al problema de la vivienda – que no es tan distinta a la presente; los ejemplos son muchos, pero el problema de la vivienda subsiste y no podemos cruzarnos de brazos ante esa realidad, de ahí la importancia del proyecto “Na”, la Casa del Promotor y que todas y todos participemos conscientemente en él.

Vivienda

por Ruth

Parte 1 de 4

EMIGRACION CAMPESINA

La ruina del campesino es producto de las actuales relaciones capitalistas de producción en las que una burguesía agraria dedicada a la agricultura en gran escala ha ido despojando y expropiando las tierras de los campesinos. Lo que antes fuera del dominio público, ahora pertenece a latifundistas acaparadores de grandes extensiones de tierra (las más fértiles y productivas) o ha pasado a manos de las industrias petrolera, eléctrica, minera, etc… Con métodos violentos y terrorismo se ha llevado a cabo la expropiación de los medios de producción de los campesinos pobres para introducir la moderna explotación de la tierra: instalaciones, maquinaria, equipos, nuevas técnicas en los cultivos que atraen poca mano de obra; o para convertir la tierra en asiento de grandes complejos industriales. La enorme masa de desposeídos acentúa cada vez más las diferencias de clase en el campo. Al lado del capitalista agrario y del industrial (en algunas regiones), sobreviven en condiciones precarias el ejidatario y el propietario de minifundios improductivos aferrados al terruño y al jacal en las laderas de los cerros, que muchas veces no producen ni para el autoconsumo, siéndoles muy difícil salir de su atraso económico por carecer de recursos técnicos y de crédito que permitan aumentar la productividad de su tierra; y por otra parte, los que han perdido casa y tierra, que ya nada poseen excepto su mano de obra barata, porque han roto con el pasado para convertirse en asalariados. El expropiado tiene que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, pero los monopolistas que no desean que suban los salarios, mantienen un ejército de desocupados con la introducción de métodos de producción que desplazan a los jornaleros. Las industrias de las ciudades necesitan mano de obra, y el campo se ha encargado de proporcionárselas a través del campesino atraído a la capital y otras ciudades importantes, que son centros de servicios con una gran variedad de empleos, a las cuales acude a fin de no sucumbir por hambre. Sin embargo, en las ciudades tampoco es fácil conseguir empleo, pues las fábricas no brindan soluciones a los emigrantes campesinos. Ellas también arrojan a desocupados y semiocupados. La industria, lejos de dar empleo a la creciente población urbana, aumenta el ejército industrial de reserva del que forman parte campesinos emigrantes que acaban trabajando en toda clase de actividades no productivas, ocasionando la baja utilización y desperdicio de la fuerza de trabajo.

Desde el punto de vista geográfico, el capitalismo en nuestro país se caracteriza por una exagerada concentración de la población en: a) zonas urbanas donde se desarrollan actividades productivas industriales, b) aquellas donde no se han desarrollado las fuerzas productivas, pero se han generado servicios parasitarios improductivos como el comercio, turismo, bracerismo, contrabando; y c) ciudades en las que se ha incorporado capital a la agricultura y el comercio. Contrastando con estas ciudades, persiste una dispersión poblacional en pequeños pueblos y localidades. Esta oposición existente entre el campo y la ciudad es ocasionada por el atraso económico que sufre la agricultura con respecto a la industria urbana, hacia donde es continua la emigración campesina, sobre todo al Distrito Federal, en el que radica 1 de cada 5 mexicanos.

Para el capital el D.F. es primero; en segundo término se encuentran los servicios y necesidades habitacionales que requiere el campo, pues si bien es cierto que aquí la lucha de clases asume caracteres más violentos, la dispersión demográfica rural y la posición de clase no proletaria del campesino hacen más difícil la posibilidad de una lucha organizada, en tanto que en la capital ésta llega a ser decisiva en el destino del país por la potencial fuerza económica y política que encierra una población tan abundante donde se encuentra concentrado el grueso de la producción capitalista. A evitar esos riesgos se apresura el régimen, por ello, la capital es abastecida de alimentos, vivienda, vestido, salud, educación, sino para todos, por lo menos en mayor proporción que a la población rural. Por otra parte, el Estado es consciente de que debe proporcionar los servicios más elementales, aunque sea en una forma raquítica para las mayorías oprimidas, pues sin ellos no es posible asegurar la reproducción del trabajador, sin el cual no sobreviviría el sistema ni las ganancias burguesas. Por tanto, el problema de la vivienda adquiere en el México campesino fisonomías más agudas, hecho que resulta evidente a los ojos de cualquier observador, pero incluimos aquí confesiones oficiales, las cuales nos revelan que mientras en la ciudad de México el 30% de la vivienda carece de agua potable, alcantarillado y luz, en el campo más del 50% se encuentra en condiciones semejantes. (Informado por la SAHOP. Periódico La República en Chiapas, 19, octubre de 1979).

Continuará…..

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