El 27 de septiembre de 2015 se celebraron en Catalunya unas elecciones parlamentarias que, desde las más diversas fuentes –salvo las oficialistas del Estado Español-, han sido vinculadas directamente con la consolidación de un proceso independentista respecto del Estado Español. En el marco del recorrido de presentaciones de nuestro cuaderno de trabajo, Dignificar la historia I, la Casa de Todas y Todos realizó un seguimiento de este proceso, que aquí presentamos.
Catalunya, cuya capital es Barcelona, es una de las 17 Comunidades Autónomas que conforman el Estado Español, con poco más de 7 millones de habitantes, de los cuales, aproximadamente 3 millones y medio habitan en su área metropolitana; una Autonomía con una economía fuerte y dinámica, una cultura propia reforzada desde la última década del siglo veinte mediante la recuperación de su idioma, el catalán, en los espacios de educación pública.
Hay en Catalunya, particularmente desde los últimos años, un creciente descontento de la población respecto a la relación que esta Comunidad Autónoma mantiene con el Estado Español. Es opinión común entre la población la afirmación de que aquí se da más al Estado Español de lo que se recibe, algo económicamente acertado. Otro factor generalizado también es el descontento respecto a las políticas estatales provenientes de Madrid, que han afectado el poder adquisitivo y la disposición de fuentes de empleo, aunando a ello los numerosos escándalos de corrupción –y la financiación fraudulenta- del Partido Popular, derechista conglomerado heredero directo del Franquismo, que gobierna España desde hace ya más de diez años. A estos motivos de descontento, se suma la negativa del gobierno central español a la realización de un plebiscito vinculante sobre una posible independencia, el 9 de noviembre de 2014.
Como respuesta directa a esa negativa, se convocó a esta elección plebiscitaria, para sondear los ánimos independentistas desde la formulación política de una elección parlamentaria autonómica, algo que el gobierno central no pudiera impedir. El planteamiento fue adelantar una elección parlamentaria, con la consecuente conformación de un nuevo gobierno, teniendo como base la cuestión de la independencia catalana.
Como resultado de estas elecciones parlamentarias, la situación política en Catalunya es, por decir lo menos, compleja. Las elecciones no fueron una consulta popular directa sobre la independencia, al modo de lo ocurrido en Escocia este mismo año, un plebiscito donde el electorado simplemente dijera un si o un no a la cuestión; por el mecanismo a través del cual se ha sondeado el ánimo independentista entre el pueblo catalán, la cuestión de la independencia se cruzó, necesariamente, con cuestiones de carácter social, con las políticas de cada grupo político; se ha mezclado, pues, la cuestión de la independencia con la perspectiva sobre gasto social, corrupción, la relación con el euro y la unión europea, el anticapitalismo, etc.
Han habido dos fuerzas, antagónicas políticamente, que se hallaron juntas en la cuestión independentista: por un lado, la coalición Junts Pel Si, que aglutina a la derecha nacionalista de Convergencia Democrática Catalana (CDC), a un partido de centro izquierda, Esquerra Republicana, y a dos organizaciones nacionalistas con años de trabajo en torno a la cultura y la sociedad catalana: la Asamblea Nacional Catalana y Ómnium cultural. CDC es el grupo político que, en buena medida, ha gobernado la Comunidad Autónoma de Catalunya desde hace más de veinte años. Al frente de esta agrupación, y de la coalición Junts Pel Si, se encuentra Artur Mas, quien ha aprovechado el proceso político independentista como mecanismo para mantener su posición, luego de sonados escándalos de corrupción, descontento popular sobre su mandato, en buena medida responsable de la instrumentalización de muchas políticas de recorte presupuestal, de carácter neoliberal, que han afectado severamente la calidad de vida en esta Comunidad Autónoma, particularmente entre la clase trabajadora, que ha visto la entrega de espacios públicos al gran capital, la especulación inmobiliaria y el turismo.
Esta coalición ha logrado, a pesar de todo ello, mantener a la derecha nacionalista como principal fuerza en el parlamento, al conseguir 62 escaños; es importante dejar en consideración que la cuestión independentista ha logrado inyectar de fuerza a la derecha catalana; fue en torno a ello que llegaron a aliarse con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), partido de centro izquierda que en las elecciones de 2012 consiguió, por cuenta propia, 21 escaños.
Junts Pel Si esperaba conseguir por sí misma una victoria indiscutible mediante la mayoría absoluta; no lo ha logrado, por más que sea primera fuerza del parlamento. Las izquierdas, por su parte, no perdonarán a ERC la coalición con el derechismo de las CDC en estas elecciones.
La otra fuerza independentista de consideración son las CUP, Candidaturas de Unidad Popular, quienes han desarrollado un trabajo por demás interesante en los últimos años, llevando adelante firmes principios de anticapitalismo, independencia y feminismo, y una práctica política rupturista con el régimen político actual; las CUP han logrado obtener 10 escaños de tres que tenían, en un celebrado crecimiento. Las CUP, más allá de encontrarse lado a lado con la derecha nacionalista, han afirmado que ello de ningún modo debe interpretarse como una claudicación a sus principios políticos. La búsqueda de la independencia es una necesidad política de cualquier fuerza social que aspire, en el contexto del Estado Español, a llevar adelante políticas sociales que contravengan el caudal neoliberal del capitalismo actual; desde su perspectiva, además, la independencia va más allá del Estado Español, buscando una simultánea separación de la Unión Europea, la cual ha demostrado su inclinación por privilegiar los intereses del capital por encima de los pueblos que le conglomeran. En concreto, las CUP se han negado ya a aceptar la presidencia de Artur Mas, representante de la derecha catalana; y gracias a la dimensión política que el respaldo popular le ha otorgado, las CUP se han situado en una posición privilegiada de negociación, pues sin sus votos, no se puede conformar un nuevo gobierno independentista.
Más allá de estos dos consorcios definidamente independentistas, se encuentra Catalunya Si Que Es Pot – la filial catalana de Podemos, el grupo político surgido en buena medida de las manifestaciones del 15M, cuando las plazas cívicas de importantes ciudades del Estado Español fueron tomadas por movilizaciones civiles donde se cuestionaron, entre muchas otras cosas, las políticas públicas de corte neoliberal, adelantadas tanto por el Partido Popular como por el Partido Socialista Obrero Español, y en general, el estancado bipartidismo imperante en la vida pública española hasta entonces. Podemos, como fuerza política, ha roto este esquema de participación, logrando la elección de sus candidatos en la gubernatura de varias de las ciudades más importantes del Estado Español, y beneficiando el surgimiento de nuevas fuerzas políticas que se van configurando un tanto al margen de esos dos principales partidos. Sin embargo, más allá de estos logros, Podemos ha tenido dificultades para consolidar un consenso entre las fuerzas políticas de izquierdas en el Estado Español, y el caso de sus resultados en la elección catalana son una buena representación de ello. Su máximo dirigente, Pablo Iglesias, declaró que los resultados fueron un fracaso para Podemos: sólo obtuvieron 11 escaños, y al parecer la expectativa era mucho mayor. Quizá, en el centro de todo ello, está su indefinición respecto al asunto independentista: lejos de fortalecer una posición a favor o en contra de la independencia catalana, Podemos ha hecho énfasis en su respaldo a la libertad de decidir; pareciera que con esta respuesta a la cuestión independentista, antes que aglutinar fuerzas entre la población catalana, Podemos se ha situado inmediatamente en los márgenes del debate. Esto, muy probablemente, es un cálculo político con miras a la elección general a celebrarse el mes de diciembre; desde ese calculo, una posición que favoreciera abiertamente la posición independentista de catalana, muy probablemente perjudicaría sus posibilidades en la próxima elección.
Más allá de estos cálculos, es interesante hacer un agregado de los votantes de Podemos, con las de las CUP y CDC; podríamos afirmar, desde ese punto, que en las elecciones celebradas este 27 de septiembre ha habido al menos una definición clara, la de la libertad por decidir, que debiera alentar la celebración de un plebiscito vinculante: la suma de votos para estas tres fuerzas suma un 56.68% de la votación general, esto es 2 323,842 votos de un total de 4, 115 807; lo cual representa 83 escaños de un total de 135. Esto abre un claro hacia la continuidad de la política independentista, y es el mensaje más claro que las urnas han dado.
Por otro lado, en la palestra contraria, ha sucedido un interesante cambio entre las fuerzas de la derecha y el liberalismo español en estas elecciones. Por un lado, un franco desplome del Partido Popular, que ha obtenido 11 escaños, apenas uno más que la izquierda radical de las CUP, y 8 menos que en las elecciones de 2012. Las elecciones han significado, para el PP, la peor de las derrotas, y el denuesto popular a una estrategia basada en la manipulación y la amenaza. Los medios de comunicación oficialistas llegaron tan lejos como afirmar que el pueblo catalán era “imbécil” al apoyar la celebración de las presentes elecciones, y más aún, al afirmar que las iniciativas independentistas eran “nazistas” – esto, viniendo de los herederos políticos y mediáticos de las fuerzas fascistas de Francisco Franco.
Y sin embargo, no todo son buenas noticias; a la par que el PP se ha derrumbado electoralmente, ha surgido en estas elecciones un partido que, desde una posición disfrazada de política ciudadana, identificada con sectores de clase media, profesionista, distanciada de los movimientos populares callejeros pero interesada en el cambio político y el fin de la corrupción, tiene su razón de ser en la banca y los sitios propios del más fresco neoliberalismo. Su nombre es Ciutadans, Ciudadanos para el resto del Estado Español, y son la respuesta joven ante el envejecimiento de la demanda electoral del PP. Celebrado por los profesionales del despojo, adherentes al más puro liberalismo, Ciutadans ha logrado forjar un discurso que pone énfasis en uno de los aspectos más negativos de la burocracia estatal: la corrupción; más allá de esto, velada tras los rostros juveniles y sonrientes de sus exitosos candidatos, está la continuidad de las políticas neoliberales de recorte a gastos públicos, privatizaciones, despojo y represión al descontento público. Se han llamado a sí mismos la fuerza que ha salvado la unidad de España. José María Aznar ha advertido la posibilidad de que Ciudadanos se coma por completo al PP en las próximas elecciones generales. La posición de este partido, en manifiesta oposición a la independencia catalana, ha logrado 25 escaños, y en buena medida ha logrado traer hacia su franquicia a los votantes que se han distanciado de la agresiva e insultante estrategia del PP; con este resultado, Ciutadans se ha colocado como segunda fuerza en la Generalitat, nombre oficial del parlamento catalán.
En este balance, la última posición de consideración es la que ha logrado mantener el PSOE, ubicado luego de las votaciones en tercera fuerza; han dicho un claro NO a la postura independentista, sin incurrir en la misma estrategia confrontativa del PP. Hace mucho tiempo ya que dejaron de ser una referencia del Socialismo o de los intereses de la clase obrera en el Estado Español, y sin embargo mantienen una incidencia de votantes, muy probablemente entre aquellas y aquellos que temen un escenario político de enfrentamiento generalizado con el gobierno central. Apostaron por ser bandera de una gris continuidad, y aterrizaron en firme.
Mas allá del complejo balance entre independentistas y unionistas, derechas centros e izquierdas, cabe decir que en las calles catalanas, en el día de las elecciones y en las fechas previas, no se respiraron aires de confrontación entre facciones; no ha habido una posición que derrote sin consideraciones a la opuesta, ni ha habido manifestaciones de confrontación pública en las plazas; con esto en consideración, cabe resaltar que las elecciones parlamentarias del 27 de septiembre tuvieron una afluencia del 76.7% de los votantes registrados, muy por encima del promedio en las últimas elecciones, que rondan en el 60%.
Estos factores, en su conjunto, son muestra clara de que el tema de la independencia catalana comienza una nueva fase, en la cual está de manifiesto que la mayoría del pueblo demanda para sí la posibilidad de decidir, abiertamente y sin reservas, la relación que la Comunidad Autónoma de Catalunya deba mantener con el resto del Estado Español. Si bien la definición de la independencia aún no se ha logrado, el paso a favor de la autodeterminación se ha logrado, y el escenario pinta para que no haya marcha atrás.
Y el resto de las nacionalidades en lucha por su independencia del Estado Español, sin duda, han tomado nota.