Agradecimientos III Etapa
Incursionar en los archivos históricos de las Fuerzas de Liberación Nacional de México, requiere de paciencia y apego a la verdad. Estos dos principios, de forma muy explícita y desde el primer día de su fundación en 1969, han sido una constante política indispensable para desarrollar este camino de lucha cuyo objetivo único es la liberación de nuestros pueblos, así sea después de muchos años y al paso de varias generaciones.
Desde el año 2013, comenzamos una nueva etapa en nuestros trabajos. La casa, nuestra primera casa, que había sido destinada a resguardar la memoria y avanzar estudios históricos, bajo el nombre de “Casa museo del Dr. Margil”, fue dejada al olvido, saqueada y destruida. Estos actos, a nuestra vista, sólo podían tener como consecuencia, intencionada o fortuita, el desánimo en las nuevas generaciones frente a la consigna de transformar radicalmente las condiciones de vida en nuestra patria, eliminando de tajo las condiciones que permiten el descontento entre nuestros pueblos. Quizá entre otros está permitido olvidar eso que nosotros siempre hemos denominado “un sueño”, el más fraterno y transformativo anhelo que podemos abrigar: eliminar el nocivo tutelaje que los países poderosos tienen sobre los más pobres, esos que eufemísticamente son llamados “subdesarrollados”, esos países como el nuestro que son víctimas cotidianas de las prácticas imperiales. Nosotros no nos lo permitimos, no nos lo permitiremos.
Los efectos de esta situación son el pan de cada día para los más numerosos pueblos del mundo; la dura realidad que enfrentan, en cada jornada, nuestros pueblos. Desapariciones forzadas, persecución y represión política a la disidencia, a nuestra querida juventud estudiante, como práctica común por parte del Estado criminal; desprecio y represión a trabajadores en la defensa de sus más básicos derechos; despojo de tierras ejidales y comunales a los campesinos y pueblos originarios; desmantelamiento de las más elementales conquistas populares: educación pública, seguridad social, salud universal, vivienda, garantías laborales, respeto a la vida, particularmente la de las mujeres del mundo; severos ataques a la libertad de expresión y prensa; ahogo económico a los anhelos de una mejor vida. Todos estos elementos han sido una constante en la historia de México de los últimos treinta años. Varios de ellos tienen una línea conducente a los orígenes mismos de las Fuerzas de Liberación Nacional, hace ya 48 años.
Las transformaciones del orden mundial, en este periodo histórico – desde las luchas de liberación nacional en múltiples puntos de la geografía global, hasta la concreción de la hegemonía capitalista y su desaforo neoliberal – son sin duda sustantivas. Los referentes teóricos y prácticos que durante décadas fueron norte y guía de las luchas populares por una emancipación efectiva, hoy son cuestionados por sus excesos, por sus fallos prácticos, por la consecuencia histórica de no haber sabido vencer y ser vencidos.
Se puede coincidir en que muchas causas de esta derrota histórica tienen piso en heridas auto-infringidas: autoritarismo, burocratismo, culto a la personalidad, silencios cómplices en la comisión de injusticias, identificación de la disidencia con el enemigo interno, corrupción de los valores y principios revolucionarios, postergación de los objetivos últimos en pos de un status quo favorable, por enunciar algunas.
Se puede coincidir además, en que el propio desarrollo del capitalismo, en esta nueva fase suya, nutrida por la aceleración de los procesos económicos –con raíz en las nacientes tecnologías digitales– aporta a los pueblos herramientas sumamente valiosas, que de ser usadas con eficacia pueden robustecer áreas de la lucha política que en años anteriores eran espacios sumamente débiles, febles columnas imposibilitadas para levantar la casa de un pueblo libre. Un diálogo genuinamente democrático, enfocado a la construcción de una resistencia civil eficaz en la conquista de los históricos anhelos, tiene hoy herramientas elementales que nunca antes en la historia se han tenido: en la mano de millones de trabajadores está el acceso al más grande compendio de saber humano jamás imaginado.
Y sin embargo, el enemigo avanza. El horror amenaza con conquistar nuevamente los caminos de la historia, cosechando los amargos frutos de la marginalidad económica, el hambre, la ignorancia y la desesperación de millones y millones de pobladores de esta Babel contemporánea. El desarrollo de las fuerzas productivas –concepto que pareciera sonar anacrónico a muchos oídos- sigue encauzando los frutos de su despliegue a los impulsos más ruines del orden social.
Ante esta perspectiva, y conscientes de que – desde una lectura superficial – se tildará de anacrónica nuestra apuesta, decidimos poner nuestro todo en la recuperación de la memoria histórica de nuestras compañeras y compañeros, esos que en 1971 salieron de la casa saqueada y destruida en años recientes, rumbo a la selva lacandona del estado de Chiapas para fundar el Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata y que son hoy desaparecidos políticos. Esos que con arrojo y dignidad enfrentaron al ejército en Nepantla en 1974. Esos que con su empecinado esfuerzo atravesaron un arduo camino de preparación, clandestinaje y desprendimiento de las más elementales comodidades personales para fundar un ejército del pueblo, que en 1994 se dio a conocer al mundo, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; esos miles que portaron con orgullo sus siglas. Pero, más allá de estas compañeras y compañeros inmediatos, orgánicos, cuerpo de nuestro cuerpo, retomamos también – desde esta Casa que se ha vuelto a levantar para dar un digno lugar a la historia – el camino y el ejemplo de otros compañeros, de otros tiempos y circunstancias, que nos dieron patria, identidad, nombre. Desde la pequeñez de nuestro esfuerzo, recordamos a Fray Servando Teresa de Mier, a Xavier Mina, a Vicente Guerrero, héroes nuestros que con su vida abonaron lo poco que tenemos de libertad, y lo mucho que soñamos con acrecentarla hasta que se torne absoluta y transparente como el aire que se respirará en un distante mañana.
Aquí nos toca recordar y agradecer, a todas las compañeras y compañeros que han contribuido a revisar nuestros documentos para comentarlos, exponerlos, y con ello, dignificar una historia que durante mucho tiempo fue callada. La historiadora María José Sagasti Lacalle, sus colegas Neil Harvey – sin cuya participación estos libros estarían truncos -, Carlos Sánchez Vicente y Francisco Pineda; las compañeras luchadoras sociales María Jiménez y Eufrosina Rodríguez Trejo. Sin excepción, cada una de sus participaciones ha aportado mucho a este esfuerzo que futuras generaciones podrán valorar. Estamos seguros que al dar a conocer nuestra historia en su verdadera dignidad, se fortalecen los lazos solidarios que nos unen con otros pueblos del mundo a los que apreciamos, desde su digna historia de lucha y resistencia; estamos seguros también de que, por esta senda, será posible en un futuro eliminar las barreras que nos impiden abrazarlos sin fronteras y muros que nos dividan.
Este cuaderno de trabajo, el tercero y último de esta serie, arroja – además de los textos que contiene – el compromiso de liberar de forma digital una colección de artículos digitalizados, que fueron publicados en las publicaciones clandestinas de las Fuerzas de Liberación Nacional. Estos elementos, a nuestra consideración, despejarán un sinnúmero de dudas y cuestionamientos sobre la naturaleza y la historia de esta organización.
Ubicarán a los lectores en el contexto ideológico y práctico que, durante esos duros años de vida organizativa, acobijó al proyecto de liberación nacional, sin acciones desesperadas, sin recurrir a disparar un solo tiro para recabar fondos económicos. Pero también, conocerán de primera mano los documentos, informes y recuentos, surgidos de los momentos más tensos de esa historia que –por encima de todo ello- se mantiene digna. Los caminos de cualquier esfuerzo verdadero por transformar radicalmente las condiciones de vida de nuestros pueblos, tienen un margen macabro, y quien los camina está siempre acompañado de la posibilidad de morir o la necesidad de matar para impedirlo. Esta es una verdad objetiva que impone la naturaleza misma de la lucha, pues el enemigo al que se enfrenta es inclemente, y mata a quien se le opone. En los documentos que ya hemos publicado en los cuadernos primero y segundo, hemos dado prueba de que estos factores nunca fueron ocultados a quienes fueron militantes, colaboradores o simpatizantes de las FLN; por el contrario, en el proceso de formación de los militantes, la conciencia de este hecho fue un elemento central y necesario.
En este punto, y dada la importancia de dar a conocer toda la historia, con base en documentos fidedignos, es necesario aclarar y desmentir algunas afirmaciones contenidas en uno de los pocos textos académicos que se han realizado en torno a la historia de las Fuerzas de Liberación Nacional. En el trabajo “El fuego y el silencio”, se afirma que el director de la Casa de Todas y Todos ha impuesto una especie de veto a la escritura de la historia de las FLN; la existencia misma de esta serie, de la cual él ha sido un partícipe central, niega frontalmente esta afirmación. Si durante décadas se mantuvo en secreto la documentación histórica que en esta serie se presenta, ha sido por elementales cuestiones de seguridad asociadas a los momentos organizativos de la lucha de liberación nacional. Por otro lado, se afirma también en ese texto algo que es una falsa y fútil fabricación: un supuesto margen de 35 horas después del cual cualquier detenido de las FLN podría denunciar a sus compañeros. Esto es diametralmente opuesto a lo que documentos históricos ya publicados, de forma diáfana, presentan como regla ante cualquier detención o tortura: JAMÁS delatar a un compañero. Como Grupo Editorial, hacemos un llamado para que se presente cualquier documento que abale estas afirmaciones, o que la autora reconozca su equívoco y mantenga su ética profesional como historiadora. Hacemos este llamado, para no propiciar testimonios amañados emitidos por desertores y partícipes marginales del proceso organizativo; para romper con las tinieblas testimoniales surgidas de los sótanos de las instituciones policíacas y militares, cargadas de falsedades y manipulaciones con una clara y manifiesta intencionalidad contrainsurgente.
Hacemos este llamado, además, para reivindicar la memoria de trece simpatizantes de las Fuerzas de Liberación Nacional que fueron detenidos en 1974, en el mismo contexto de persecución que los dos delatores que llevaron el ejército a Nepantla –a la cual llegaron, por cierto, sin la intención de “salvar” a nadie – otra franca fabricación que contraviene tanto los testimonios de los mismos sobrevivientes, como la naturaleza del operativo militar que se montó para “tomar” la casa. Esos trece simpatizantes fueron torturados y arrestados por colectar medicinas, botas, alimentos y auxiliar al Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata. Ninguno de ellos, ni la compañera o el compañero que sobrevivieron al ataque a la Casa Grande de Nepantla, delataron a nadie y sufrieron el mismo trato que quienes sí. La mencionada delación, además, condujo al enemigo al campamento selvático donde 7 compañeros fueron desaparecidos. En total, 43 personas fueron torturadas, detenidas, arrestadas, asesinadas o desaparecidas por la delación de dos.
Uno de los textos más importantes contenidos en esta tercera entrega son sin duda los Estatutos organizativos de 1980. Construidos y aplicados por consenso, permitieron desarrollar trabajos políticos muy importantes, particularmente dentro del ámbito social ajeno a la lucha armada, pero vinculados al proceso organizativo desde el esfuerzo civil por resolver apremiantes demandas populares. Así, todo nuestro pueblo: mujeres, campesinos, artistas, estudiantes, médicos, indígenas, individuos llegados desde diversos estratos sociales, aquejados todos por las agresiones de un régimen autoritario y caduco, pusieron en práctica dichos estatutos desde el espacio organizativo correspondiente a su participación, ya fuera un campamento guerrillero en la montaña, una casa de seguridad en la ciudad, o cualquier otro tipo de espacio. Desde ahí, se ejercía la práctica de la autocrítica y la crítica, a la cual todo elemento de la organización estaba sujeto. Esta práctica cotidiana garantizó el constante cuidado del compañerismo, y fue uno de los elementos centrales para lograr la construcción de un ejército del pueblo, de nuevo tipo. Los documentos que aquí presentamos y ofrecemos, lo prueban.
Es importante resaltar que, llegado el momento de declarar la guerra, en 1993, con la perspectiva próxima de las acciones armadas a realizarse, se previó la separación física de las zonas de combate y su cerco por parte del enemigo, separación que dificultaría en forma extrema la comunicación y el contacto entre dos partes de la organización. Por ello, se optó por formar comisiones de trabajos, para impedir que estos se vieran interrumpidos. Hasta ese momento es la parte no conocida de la historia de las FLN. A partir del 1 de enero de 1994, la única organización política y militar creada por las FLN que se hizo pública fue el EZLN. Las demás organizaciones clandestinas continuaron sus actividades en apoyo a la lucha política y militar, siempre sujetas a lo que se denominaron los “diálogos de paz”, cuyos resultados finalmente nunca fueron del todo cumplidos. Por conveniencia táctica, se optó por el silencio de esta historia que ustedes hoy conocen. En los archivos históricos de las FLN hay documentos que dan prueba histórica de todo ello, incluida la videograbación del Primer Congreso del Partido de las Fuerzas de Liberación Nacional, ocasión en que éste se fundó, y su quórum –integrado por representantes de la organización entera- votó prácticamente por unanimidad la guerra. De esta forma, el EZLN fue el vocero oficial de toda la organización, a sabiendas de que existía toda una red de comisiones clandestinas que seguían operando independientemente.
Resta mencionar que en este cuaderno de trabajo se incluyen las Tesis políticas que reforzaron nuestras posiciones ideológicas en los años ochenta. Incluimos además recordatorios de compañeros muertos en esta tercera etapa (de nuevo, lo macabro de nuestra historia), tres militantes profesionales: Ismael, Mario y Ruth; la compañera Anita, luchadora internacionalista; e incluimos aquí el recordatorio del compañero Fidelino, joven guerrillero indígena que vivía con Mario y Ruth. Fidelino fue herido en la columna vertebral por una bala del ejército, cuando defendía la casa de seguridad en que vivían los tres, en el estado de Puebla. Esa herida lo dejó paralítico. Fue hecho preso y liberado muchos años después. Las Fuerzas de Liberación Nacional lo cuidaron en diversas casas de seguridad; al iniciarse la etapa de diálogos con el gobierno, luego del levantamiento de 1994, fue acogido en su pueblo, en la selva. Pasados los años, luego de negligencias y omisiones en las atenciones médicas que alguien en su condición requería, el compañero Fidelino optó por privarse de la vida.
Finalmente, agradecemos a todos los colaboradores que han hecho posible la realización de la serie Dignificar la historia; estos cuadernos de trabajo involucraron el trabajo de capturistas, correctores, diagramadores, impresores, quienes han aportado conocimientos y esfuerzos sin obtener beneficio económico alguno.
Como Grupo Editorial, poseedor de los archivos históricos de las FLN, confirmamos nuestro deber de continuar la divulgación de esta historia verdadera. Es hora de que el producto documental de esos años de trabajo a favor de la libertad e independencia de nuestro pueblo sea conocida a cabalidad, con sus diversas vertientes, culturales, políticas, económicas, sociales, etc. Es hora de que se aprecie en su justa dimensión el aspecto armado de la lucha desarrollada por las FLN, dimensión que no ocupa ni el diez por ciento de los esfuerzos realizados durante 48 años de vida. No habrá, de parte nuestra, una apología de la violencia, ni una mistificación del sufrimiento, privaciones o penas que de forma implícita se involucran en el desarrollo de una lucha revolucionaria. No habrá, tampoco, olvido a los pasos y esfuerzos de quienes dieron su vida por la realización de estos esfuerzos colectivos. El elemento central de nuestra lucha ha sido, es, y será una práctica cotidiana que nace de la conciencia política, comprometida siempre con la liberación de nuestros pueblos y con la aniquilación de las condiciones tiránicas que se oponen a ello.
¡Vivir por la Patria! O ¡Morir por la libertad!
Grupo Editorial de la Casa de Todas y Todos.