Hoy les podemos decir que ustedes por más de doce horas no han podido tomar el control de la ciudad ni del estado, que quitaran una barricada o un bloqueo pero mañana aparecerán cuatro más; hoy ustedes, policías militarizados armados con gases, toletes y armas de fuego, no han podido contener a un pueblo armado con piedras palos y lo más importante: con la razón y la verdad. Hoy les podemos decir que el pueblo de Oaxaca está más vivo que antes y tengan cuidado porque estamos más encabronados que nunca.
Mensaje del pueblo que resiste en barricadas de Hacienda Blanca
Gases lacrimógenos, balas de goma y balas reales, vuelos rasantes, golpes, detenciones y desapariciones forzadas para impedir los bloqueos carreteros, las barricadas y los gritos de rebeldía y rabia contenida, no han logrado detener la lucha de los maestros que resisten la embestida de una reforma suicida que desaparece de tajo el derecho a un trabajo estable y a una educación popular y gratuita.
Los medios de comunicación vendidos intentan ocultar la realidad que hoy vive Oaxaca con mentiras, medias verdades y una feroz campaña de linchamiento contra los maestros. Lo más sucio de la guerra del Estado, al estilo de Atenco, Aguas Blancas, Tlatelolco 68 y una larga lista de agravios, se repite hoy en el sur del país.
Marcado por el repudio social generalizado, al gobierno de Peña Nieto sólo le quedó mostrar su verdadero rostro: aplicar la represión directa contra el pueblo, ante la falta de argumentos y legitimidad de una reforma diseñada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Como parte del paquete de reformas neoliberales aprobado por el Congreso a través de un pacto amañado y respaldado por los partidos políticos, la Reforma Educativa sólo puede aplicarse a punta de toletes, balas, gas pimienta y otros instrumentos “pedagógicos” que simbolizan el lema de La letra con sangre entra, pues de instrumentarse dicha reforma, sólo representa miseria, desempleo y condiciones inhumanas de trabajo para el magisterio.
Para poder complacer a sus amos, el Estado neoliberal mexicano decidió aplicar un rewind o retorno a condiciones de esclavitud porfirianas, donde los nuevos esclavistas depredadores vienen por todo lo que genere riqueza, sin importar lo que ellos consideran “daños colaterales”: miseria, hambre, represión, depredación, enfermedad y muerte.
Los usos y costumbres y la propiedad colectiva de la tierra de las comunidades indígenas, son obstáculos que el Estado busca eliminar por todos los medios posibles, pues dificulta a las grandes trasnacionales el saqueo de las riquezas naturales y la explotación de mano de obra barata. Una especie de darwinismo social o salvajismo legalizado mediante reformas antipopulares, defendidas por los corifeos del Estado como medidas necesarias para competir con el mercado internacional.
Había que desmantelar el país y sus instituciones, darle el tiro de gracia al corporativismo que sirvió como instrumento de control del Estado y al sindicalismo, pero especialmente había que asesinar cualquier germen de conciencia e identidad nacional y comunitaria, fragmentar y dividir para poder someter y controlar.
El papel de las maestras y maestros como formadores de identidad nacional y como impulsores de una pedagogía comunitaria, autonómica, autogestionaria, solidaria y emancipadora, se convirtió en el principal problema para aplicar las reformas criminales ordenadas por el imperio. Desde el principio, supieron que la educación y la conciencia colectiva eran el enemigo central que necesitaban desmantelar desde su raíz: primero mediante una campaña de desprestigio contra los maestros, luego eliminando las normales rurales y después criminalizando la lucha del magisterio. No por nada, la Reforma Educativa fue la primera de todas, porque sabían que no sería fácil. Y saben que teniendo el control del proceso educativo, se ejerce fácilmente el dominio de un país para someterlo al más feroz saqueo imperialista sin resistencia alguna.
Como estrategia central, el Estado le apostó a la guerra sucia, a la división del movimiento magisterial y al cansancio de la resistencia, pero se equivocó. Sí sólo cuatro entidades eran el problema, primero había que avanzar la reforma en el resto del país para luego aplastar con toda la fuerza a la disidencia para allanar el camino hacia las elecciones del 2018 y cumplir el mandato de los amos. En el calendario del poder el tiempo estaba medido, fríamente calculado, pero no se esperaba grado de repudio y hartazgo popular que habría de sumarse a la movilización de los maestros.
En Nochixtlán y en el Istmo la gente salió a la calle para cerrar el paso a los camiones llenos de policías militarizados que se dirigían a la ciudad de Oaxaca para reprimir y que se sumarían a los agentes que llegaron de manera masiva en aviones al aeropuerto. Miles de personas, de todos los sectores sociales, nutrieron y respaldaron los bloqueos y empezaron a tejer la solidaridad, a ampliar la protesta, a organizar la inconformidad.
Al repudio por la represión sangrienta en Nochixtlán, se sumaron maestros y sociedad civil de todo el país, artistas, intelectuales, académicos y grupos en el extranjero que repudian la masacre y exigen al Estado instalar una mesa de diálogo. En otros países, lo menos que se pediría es la renuncia de todo el gabinete, el juicio político y la cárcel para quienes mal dirigen los destinos de la nación.
EL TRASFONDO DE LA REFORMA
En el trasfondo de la reforma educativa está la destrucción de los lazos comunitarios, el desmantelamiento de la educación pública y la eliminación de los derechos laborales del magisterio como paso previo al neoesclavismo que necesita de mano de obra dócil y mentes controladas y alienadas que se inserten en la división internacional del trabajo que requiere el imperialismo en su fase neoliberal.
La saña contra la resistencia popular en los estados con más rechazo hacia las reformas responde a la puesta en marcha de la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales, cuya obra principal es la construcción del corredor industrial interoceánico Coatzacoalcos-Salina Cruz en el Istmo de Tehuantepec, que unirá el estado de Veracruz sobre el Golfo de México con el Pacífico oaxaqueño y el corredor petrolero que irá desde Coatzacoalcos hasta Ciudad del Carmen, Campeche, pasando por Tabasco. La infraestructura que permitirá al imperio clavar sus colmillos para el saqueo y tráfico de las riquezas naturales del país. No por accidente tanta saña para someter a los inconformes, que son un obstáculo a los planes de expansión, son un estorbo que hay que eliminar.
Quienes entienden el trasfondo de las reformas estructurales saben bien que la lucha será larga, pues se juega el destino del país. El desarrollo de la conciencia entre el pueblo será el factor clave en los movimientos sociales actuales y en la organización de la lucha, pues la nueva etapa de acumulación capitalista, ha puesto sus ojos en las entidades con más larga tradición de lucha, que viene desde la invasión española.
Lo que se juega en México es la vida misma, las condiciones mínimas de sobrevivencia para millones de trabajadores, niños, mujeres, indígenas, migrantes y sectores sociales que al imperio sólo le sirven como carne de cañón para su proyecto mezquino de generar ganancias a cualquier costo.
Sabemos que no caben los triunfalismos ingenuos en una lucha que será larga pero necesaria. El primer paso es la difusión de la verdad por todos los medios, para romper el cerco informativo que hoy busca justificar la masacre del pueblo inventando “grupos radicales” ajenos al Estado que propiciaron la balacera en Nochixtlán. La guerra sucia se vale de todo, y frente a ello, la lucha deberá mantenerse, fortalecerse y extenderse a todos los frentes posibles, en todos los rincones del país, con miras a tejer redes de organización para construir el país que queremos, con justicia y dignidad, con educación libre para todos, con derecho a la vida, respeto al medio ambiente, etc.
Desmantelar la estrategia del Estado y del imperio para mantener su control, no será una tarea fácil. Se requiere de un gran movimiento social unido en demandas centrales y diverso en sus formas de lucha y organización, que respete las formas de cada quien pero que tenga bien definidos a los enemigos del pueblo en las luchas que se avecinan.