Posted On 2 marzo, 2019 By In Editorial, Uncategorized With 2786 Views

Marzo, el proyecto Na continúa

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La determinación es una cualidad necesaria para quienes quieran llevar adelante las luchas necesarias para liberar a nuestros pueblos, y no hay mejor forma de acerar la determinación que llevando a cabo dichos esfuerzos. En marzo, recordamos el nacimiento de una compañera que fue maestra de varias generaciones de compañeras y compañeros, siempre adelantando la determinación y la conciencia de militantes desde los espacios en que participó; estamos hablando de la imprescindible compañera Lucha.

Dignificar la historia es, para nosotras, andar los caminos para la liberación de nuestros pueblos; es por eso que, en Marzo, teniendo presente en la memoria a nuestra compañera Lucha, refrendamos nuestra determinación de llevar adelante el proyecto Na, que busca satisfacer las necesidades históricas de los pueblos desposeídos: techo, tierra, trabajo.

Compartimos con ustedes un artículo que la compañera Lucha escribió para el periódico NUPI (Nueva Publicación Interna), la segunda generación del periódico Nepantla, en su sexto número del año 1984.

Estas han sido mis experiencias….

“Nosotros tenemos la firme convicción

 de que también la instrucción del pueblo

 debe ser dejada en manos del pueblo”

Krupskaia

“Existirá una cultura (una civilización) proletaria totalmente
 diferente a la burguesa, también en este campo serán destrozadas
 las distinciones de clase; será destrozado
 el profesionalismo burgués; existirán una poesía, una novela,
un teatro, una costumbre, una lengua, una pintura,
 una música características de la civilización proletaria,
 florecimiento y ornamento de la organización socialproletaria”.
Antonio Gramsci

No es necesario llegar al triunfo, ni desplazar a la burguesía para seguir organizando, basándonos en nuestras propias experiencias, nuestra escuela revolucionaria de conocimientos básicos, históricos, políticos, sociales, técnicos y militares. La disposición de tomar un fusil no basta. Estos conocimientos reafirmarán en muchos de nuestros militantes, principalmente en esta etapa, la comprensión del por qué se toma; del porqué de nuestra lucha: la lucha armada.

Me encontré intempestivamente enfrentada a esta tarea de impartir, primero que nada, conocimientos básicos a compañeritas hijas de campesinos.

No sin dificultad y pérdida de tiempo empecé a observar las barreras que se me presentaban: un deficiente e incoherente conocimiento del idioma español por parte de las compañeritas y falta de comunicación y acercamiento entre nosotras; barreras éstas, que por supuesto en todo momento, estancan el avance de nuestra lucha y tenemos que derribarlas. La primera, no como lo hace la burguesía con su afán de agredir y menoscabar las culturas que aún quedan en nuestra patria, sino con nuestro gran deseo de fomentar el orgullo de los compañeros campesinos de hablar sus lenguas y, si el tiempo lo permite aprenderlos nosotros, pero el que por ahora todos nos preocupamos con comunicarnos con un solo idioma, que es el español, significa mejor entendimiento entre nosotros y unidad en nuestra lucha.

La barrera de la comunicación nos impide apreciaciones como la de que la conciencia de la mayoría de los compañeros campesinos se estrecha a sus colonias, a que sólo ahí existen las calamidades propias del sistema capitalista, entre muchas otras, enfermedades, desnutrición, falta de recursos económicos y otros terribles males sociales, como el alcoholismo, la prostitución, y  sobre todo, humillación y sometimiento de la mujer. Por ello, una de las necesidades de nuestra escuela revolucionaria, metodizada de tal manera que vincule a nuestros cuadros campesinos a una concepción nacional de la lucha, y a extender la enseñanza a sus lugares de origen.

En mi experiencia, en cuanto a la falta de acercamiento, obtuve la certeza de que puede presentársenos a todos, en la medida en que nosotros, militantes obreros, campesinos y en general mestizos provenientes de diversos estratos sociales, no nos despojemos de aquello que nos estorbe, para un mutuo y verdadero asimilamiento que debemos fundirlo en un todo homogéneo, armónico, que incorporemos a las tareas revolucionarias. Esta es una de las claves que descubrí para un efectivo compañerismo y éxito en cada paso hacia nuestra meta.

Si tomamos conciencia de lo anterior, principalmente nosotros, mestizos, podremos lograr, no sólo en el aspecto de la enseñanza, el acercamiento efectivo hacia nuestros compañeros campesinos, sino desarraigar de nosotros el inconsciente y pedante paternalismo. Lo contrario significa negar nuestra historia, negar sobre todo, no sin ridiculez, nuestra sangre indígena, nuestro origen indígena.

Vencidos los obstáculos de la comunicación y el acercamiento, me di a la tarea, nada sencilla, de enseñar el idioma primero que nada, pero tampoco requirió que fuera maestra recibida, ni estar graduada en pedagogía o en didáctica, claro, mucho mejor si se tienen éstos conocimientos y se ponen al servicio de la revolución. A falta de éstos, hube de aplicar mi sentido común para resolver los problemas de comunicación de nuestras compañeras campesinas. La respuesta fue que si hablaban incoherentemente, así entendían y escribían lo que intentaba yo, que aprendieran.

De tal manera, partí de lo fundamental: de la dificultad de las compañeras campesinas para distinguir si los sustantivos eran masculinos o femeninos, y por tanto, ignoraban cómo aplicar todos los artículos y todos los adjetivos singulares y plurales, masculinos y femeninos, pues es muy común escuchar de los compañeros, que aún no estudian español, expresiones como: “éste casa feos”.

Antes de principiar mi modesto curso, tuve que establecer algunas diferencias entre los alumnos que hablan español y las compañeras campesinas. La formación de los primeros, en cuanto a atención hacia sus maestros, comienza en sus primeros años escolares, pero si los resultados no son óptimos, debido a los grandes problemas sociales en que se encuentra inmersa la infancia, esto no tiene la menor importancia para el sistema burocrático. Nuestros compañeros campesinos, carecen definitivamente de formación escolar, pero como nosotros tenemos que obtener resultados rápidos y positivos, encontré conveniente mantener su atención, que al principio se dispersaba a todo tipo de problemas, mediante una enseñanza activa, dinámica, en la que trabajando en equipo participaran no sólo en aprender, sino también en enseñar.

El material didáctico no fue motivo de preocupación, puesto que en su mayoría las compañeras mostraron gran habilidad para el dibujo y para manejar colores festivos y llamativos, ellas mismos lo crearon, lo que les propició mayor interés en aprender. Empezaron por dibujar una buena cantidad de objetos que le sirvieron como sujeto de sus ideas.

En equipo, pero a la vez individualmente, empecé porque cada alumna hiciera una lista de 25 objetos conocidos por ellas. Desecharon los repetidos y procedieron a dibujar en la mitad de una hoja el singular del objeto y en la otra mitad el plural del mismo y por un método repetitivamente oral y después por escrito, en sus cuadernos cada alumna le va colocando paulatinamente todo tipo de artículos y adjetivos. Con ello el equipo aprendió a distinguir la concordancia entre éstos elementos, y además que los sujetos de una idea (ya para entonces les había dado a conocer el término enunciado) son de dos tipos: los que no se mueven, o sea las cosas que “son o están” y empezaron a manejar unidos a los respectivos verbos en presente indicativo, y los que se mueven en el tiempo y en el espacio, porque tienen vida, explicándoles de manera sencilla el significado de éstos conceptos, lo que les ayudó posteriormente a entender sus conjugaciones.

Una vez dominada la práctica anterior, que duró aproximadamente 20 días, por la gran cantidad de sustantivos manejados por ellas, incluyendo ya muchos abstractos, enseñé a las compañeras a desenvolverse en el lenguaje hablado, en lo cual fueron muchas las dificultades a vencer, desde ayudarles a vencer su miedo y su vergüenza. Lo que les ayudó más en esto, fue pasar de lleno a la conjugación de varios verbos, sobre todo de los auxiliares y de aquellos que a las compañeras les es difícil manejar, como son los reflexivos y recíprocos. Para ello les expliqué el infinitivo y sus terminaciones, para que entendieran la primera, la segunda y la tercera conjugación, y que tres son los modos más importantes para expresarnos en español: modo indicativo, modo subjuntivo y modo imperativo. Los dos primeros con sus tiempos simples y compuestos.

Algo sencillísimo para motivarlas en ésta práctica, fue la feliz idea de desbaratarles en dos el concepto “conjugar”, “jugar con”, demostrándoles que se jugaba con los verbos y casi por si mismas las compañeras iban conjugando los verbos en todos los tiempos y modos, agregando pequeños complementos en los que empezaron a conocer otra buena parte de elementos gramaticales, como son preposiciones, conjunciones y adverbios, pero lo que me dio gran resultado para jalar a las “atrasadas”, fue la enseñanza de las declinaciones del sustantivo. Las dominaron y reconozco su sorprendente habilidad para organizar sus enunciados, utilizando todos los casos. Y se llenaron de orgullo al descubrir que en su lengua existe el caso vocativo.

Cuando las compañeras llegaron a su tercer año de primaria, empecé a profundizar más en la enseñanza del idioma español, y en cuanto al contenido de esos textos, sobre todo en ciencias sociales, les mostré las mentiras a las que recurre el sistema para formar ciudadanos conformistas y ponerlos a su servicio.

No sin emoción, se da uno cuenta que los compañeras, ya cuando avanzaron en lo que corresponde a su tercer año, pueden entender todas sus lecciones y explicar con claridad lo entendido mediante dibujos en el pizarrón, comprenden también, textos revolucionarios que aparentemente serían complicados para ellas y ya pueden dirigir en el aprendizaje del español a otros compañeros campesinos. De esto último me quedé sorprendida cuando dos compañeras, una de ella de 12 años, empezó a ayudarme en ésta tarea. Para ello, encaucé a sus compañeras hacia el respeto a ella y a prestarle toda su atención, demostrándoles que no solo los de habla hispana tenemos capacidad para enseñar, sino también las compañeras que hablan lenguas indígenas.

Aparte de la práctica que va uno adquiriendo en la enseñanza, lo que en definitiva ayudará aún más a reducir ésta etapa a cinco meses, es el ir descubriendo la capacidad de las compañeras, para dilucidar en cada tema de su aprendizaje. Esto pude apreciarlo cuando les enseñé palabras primitivas y derivadas (excluyendo los términos de lexemas y gramemas), comparando las primeras con la raíz de una planta que les dibujaba en el pizarrón, de la cual emergían los tallos que iba comparando con las palabras derivadas. Para mi sorpresa, cuando las compañeras empezaron a leer textos complicados, ésta práctica les ayudó para localizar con habilidad significados de palabras nuevas. También recuerdo que al enseñarle los adverbios terminados en “mente”, los iban reproduciendo uno tras otro con gran rapidez, no así los adverbios de modo que se forman con el gerundio, lo cual fue algo difícil para ellas.

De mis experiencias he concluido, que las compañeras o compañeros que hablan lengua indígena, con que sepan un poquito de español, es decir, casi nada, pero que diferencien la mayor parte de los sonidos del idioma y puedan transmitirlos al papel, habrán terminado bien su primaria en el transcurso de 10 a 12 meses, produciendo ellos mismos su material didáctico con cartulina o plastilina, para lo cual, como dije antes, son muy hábiles. También tengo la seguridad de que en otro año más, terminarán las asignaturas de secundaria que sean útiles a la revolución, quizá historia, geografía, matemáticas, física, química, etc…

Y a propósito de fonética, no tuve necesidad de un texto especial y los problemas de pronunciación que creo, no tienen en sus lenguas, como son los de la p, f, d, l y r, quedan resueltos en el transcurso del aprendizaje del español, mediante el método de forzar a los alumnos en las practicas orales a hablar fuerte, a no trabar las palabras, a abrir la boca lo más grande que puedan, echando fuera los sonidos y principalmente a olvidarse en esos momentos de los de sus lenguas.

Al cuarto mes aproximadamente de darles clases, una de mis alumnas recibió dos cartas: una provenía de un vecino que cursaba su segundo grado de secundaria. Francamente escribía mejor mi alumna más atrasada. La otra carta era la de un compañerito de habla hispana, la carta no pasaba de 10 renglones con 12 faltas de ortografía y demás. La primera, mi alumna la contestó diciéndole a su enamorado, que si fuera su maestra, lo bajaría a primer año de primaria y que mejor se pusiera a estudiar y no la anduviera molestando con sus tontas cartas que no tenían ni patas ni cabeza.  Frente a la otra, sólo mostró un gesto de decepción aunque apreció sus conceptos revolucionarios.

Decía Makareko, que un maestro es maestro, hasta después de 5 años de dedicarse de lleno a su profesión. Ello no ocurrirá, si todos los que ya obtuvimos experiencia en la enseñanza de cualquier materia, nos reunimos para discutirlas y ahora sí, se elabora un programa netamente revolucionario. Ahora sí podemos organizarlo con la didáctica y pedagogía descubiertas por nosotros en nuestras experiencias.

En  mi opinión, sería conveniente que en la enseñanza del idioma fuera la base de la estructura del programa. A ésta se incorporaría una buena cantidad de conocimientos básicos y revolucionarios que se irían dosificando paulatinamente junto con el lenguaje común y corriente que no debemos despreciar y que es necesario que los alumnos manejen. Un trabajo de conjunto para elaborar nuestro programa revolucionario nos ayudará a salvar gran parte de los escollos que representa un programa elaborado individualmente.

Como se ve, ya estamos en condiciones de organizar bien nuestra escuela, pero sin que llegue oportunamente la ayuda de nuestros colaboradores y militantes de la zona en que se encuentre la escuela, se hace difícil convertirlo en realidad. Los gastos de material escolar son fuertes. Las carencias de éste se me presentaron y a mis alumnas a duras penas podía instruirlas en la organización de sus apuntes, pues a menudo teníamos que disponer del cuaderno que no correspondía.

En los momentos en que, aparte de todo las frecuentes inflaciones nos iban sorprendiendo, la alimentación de mis alumnas tuvo que reducirse a lo indispensable para subsistir. Todas resistimos, pero el rendimiento en el aprendizaje lógicamente decayó. Estas han sido mis experiencias en dos grupos experimentales. En  el último permanecí justos cuatro meses, de junio a octubre de 1984.

¡Vivir por la patria! o ¡Morir por la libertad!

Grupo Editorial de la Casa de todas y todos

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