Por distintos medios nos enteramos del fallecimiento de Luis Echeverría Álvarez, personaje siniestro y oscuro, marcado por la sangre de muchos jóvenes caídos en la represión del 2 de octubre de 1968, en el halconazo del 10 de junio de 1971 o en los miles de procesos de “desapariciones” forzadas que fueron implementadas para acallar cualquier protesta al régimen mexicano.
Hacia el exterior del país, Echeverría simulaba un discurso de “apertura” y de brazos abiertos para los perseguidos políticos de otras naciones. Se encargó de sembrar el terror entre la juventud y de condenar a miles de personas que buscaban y que buscan a sus familiares, a vivir en la incertidumbre, en la investigación constante, en el saber si un día regresarán a casa.
Lamentamos que uno de los responsables de la represión más feroz en este país, haya muerto llevándose sus secretos a la tumba y sin tener una sentencia clara de genocida por parte del gobierno mexicano; aunque para nosotros y nuestro pueblo ya había sido sentenciado.
Sabemos que hay muchos actores involucrados en esa nefasta labor del Estado; tanto personas como instituciones en todos los niveles: federales y estatales. Por tal motivo, es nuestro deber y orgullo seguir acompañando a las madres y familiares que buscan a sus hijos e hijas; a sus padres o hermanas y hermanos: desaparecidos de esta época y de épocas pasadas.
Nos oponemos a la simulación y a la farsa que encierra el “esclarecimiento de la verdad” ya que en ella participan los mismos aparatos represivos y corruptos del Estado, con los mismos actores de ayer y de hoy.
Por ello, junto con el ejemplo de Doña Rosario Ibarra (que falleció sin que se le cumpliera su deseo de saber el paradero de su hijo Jesús); y de otras madres del Comité Eureka y otras tantas organizaciones decimos:
¡NI PERDÓN NI OLVIDO!
¡VIVOS LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!
¡VIVIR POR LA PATRIA O MORIR POR LA LIBERTAD!
GRUPO EDITORIAL DE LA CASA DE TODAS Y TODOS