Ni locos, ni suicidas, ni mártires
“El camino que nosotros escogimos está perfectamente claro, consideramos que ya es la hora de iniciar la revolución. Sabemos que no han madurado las condiciones ni vamos a sentarnos a esperarlas; madurarán al calor de las acciones revolucionarias”
Arturo Gámiz¨*
Aun no despuntaba el alba el 23 de septiembre de 1965 cuando once guerrilleros al mando del profesor Arturo Gámiz se apostaron en tres flancos alrededor del Cuartel Militar en Ciudad Madera, Chihuahua, para iniciar el asalto a la base castrense. Eran las 5:45 am y las sombras de la noche aún cubrían el cielo, mientras la tensión del silencio invadía el ambiente.
La señal para empezar la ofensiva guerrillera era quebrar de un balazo el farol que alumbraba la barraca de los militares, tarea asignada al mejor tirador del grupo: Ramón Mendoza. De inmediato sobrevino una tormenta de balas contra el cuartel desde los tres flancos. Cayó el primer militar que salió a responder la ofensiva y siguió un intercambio de disparos entre dos fuerzas desiguales, que se prolongó por casi dos horas. El saldo: ocho guerrilleros muertos y tres que lograron romper el cerco para escapar y seguir la lucha en otras condiciones, mientras de lado contrario cayeron abatidos 16 soldados.
El plan de los guerrilleros era tomar por sorpresa la base ocupada por 125 soldados para denunciar los abusos de los caciques y exigir el reparto de tierras acaparadas por latifundistas en el estado de Chihuahua. Pero en realidad, la estrategia iba más allá: realizar una operación relámpago contra el cuartel para abastecer de armas al grupo, tomar el pueblo, expropiar el banco local y dar un mensaje a la población a través de la radio para iniciar una larga lucha revolucionaria.
Los combatientes al mando de Gámiz eran integrantes del Grupo Popular Guerrillero y lo conformaban Pablo Gómez, Salomón Gaytán, Rafael Martínez Valdivia, Oscar Sandoval, Antonio Escobel, Miguel Quiñones, Emilio Gámiz, Ramón Mendoza, Florencio Lugo y Lupito Escobel. Los tres últimos sobrevivieron a la andanada de balas y encaminaron sus pasos hacia a la sierra, perseguidos por la soldadesca y policías estatales, con los que todavía sostuvieron un combate a la salida del pueblo.
Los cuerpos de los ocho guerrilleros acribillados fueron exhibidos en la plaza principal para luego ser enterrados en una fosa común por indicación del gobernador de Chihuahua, el general Práxedes Giner Durán, que cumplió gustoso con una orden dada desde la Presidencia de la República. “Querían tierra, pues denles tierra hasta que se harten”, resonaron como sarcasmo las palabras del mandatario ante la prensa. En contraparte, los militares abatidos fueron sepultados con salvas de honor y con la bendición del párroco del pueblo.
Sobre los cadáveres de los guerrilleros cayeron no sólo toneladas de tierra, sino las peores calumnias y adjetivos, lanzados desde la “izquierda” reformista que los acusó de aventureros, suicidas, locos, desesperados, equivocados, o en el mejor de los casos, “mártires” que se inmolaron en un asalto que sabían perdido de antemano.
La complicidad de un Estado aliado a los terratenientes y empresas depredadoras como Bosques de Chihuahua, así como largos años de lucha legal inútil que acumuló miles de expedientes agrarios sin respuesta, generó hartazgo del pueblo y la decisión del Grupo Popular Guerrillero (GPG) de pasar a la ofensiva.
Pero Chihuahua sólo era el reflejo de lo que pasaba en todo el país, dominado por caciques, terratenientes y empresas trasnacionales protegidas por el Estado burgués encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, genocida que tres años después del asalto al Cuartel de Ciudad Madera exhibiría toda su saña al ordenar la masacre de estudiantes de Tlatelolco, para allanar el camino a las Olimpiadas de 1968.
Desde los Encuentros de la Sierra “Heraclio Bernal”, realizados en octubre de 1963 y febrero de 1965, que congregó a delegaciones campesinas, estudiantiles y obreras de varias regiones del país, Gámiz sostuvo que era necesario tomar acciones contundentes contra el Estado. Resumió que luego de intensos análisis sobre la realidad nacional, Ciudad Madera podría ser el foco de una insurrección que se extendería a todo el país en una lucha de liberación contra el Estado, la burguesía y el imperialismo, para construir el socialismo en el país.
Las primeras actividades del GPG fueron robar armas y sabotear a los caciques. Luego de pequeñas acciones realizadas con éxito, los miembros del grupo acordaron realizar la ofensiva contra la base militar de Madera, inspirados en el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, pero armados de una estrategia visionaria que analizaba las condiciones del país y la necesidad de emprender una insurrección nacional en la lógica de Gámiz, de que “la lucha será terriblemente prolongada y no se contará por años sino por décadas”.
Durante un año anterior al asalto al cuartel, el grupo guerrillero provocó derrotas y golpes al ejército, a los caciques y a las guardias blancas que asolaban a la población en la sierra. Al mismo tiempo, los rebeldes realizaron una intensa labor política entre los campesinos y mantuvieron contacto con estudiantes radicalizados de las normales rurales y urbanas del estado de Chihuahua y otras regiones del país.
Una noche antes del ataque, los guerrilleros discutieron si debían realizarlo o no, pues una dotación de armas que esperaban no llegó y había sospechas de que el plan había sido delatado. Luego de horas de deliberación, los rebeldes decidieron actuar. Con escaso y deficiente armamento (rifles calibre .22, escopetas y bombas caseras), resistieron durante casi dos horas la lluvia de balas del ejército, que respondió fulminante con fusiles M-1 y ametralladoras.
A la distancia, podemos decir que la derrota militar del grupo de Gámiz fue causada más por errores propios del movimiento que por falta de condiciones objetivas del país, pero la acción representó una victoria ideológica, pues el asalto al Cuartel y la lucha que inspiró, fue el primer movimiento de orientación socialista en México y pionero de las luchas guerrilleras de los años sesentas y setentas, que enfrentaron una feroz represión del Estado conocida como “guerra sucia”.
Sobre la gesta heroica de Ciudad Madera, el último sobreviviente del ataque al Cuartel, Florencio Lugo comentó en una entrevista reciente:
“Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer. Perdimos una batalla militar, pero ganamos un triunfo político-ideológico. Yo había dicho que la lucha armada ya había pasado a la historia, que ya no se podía, pero en fin… eso lo va a decidir el pueblo, no nosotros. La lucha no violenta es válida, desde luego, pero si en un momento dado el pueblo se ve en la misma situación en que nos vimos nosotros en aquella época y responde a la violencia institucional con violencia revolucionaria, eso lo va a decidir el pueblo”.
A 60 años de distancia, la gesta del asalto al Cuartel Militar de Ciudad Madera representa el sacrificio de los mejores hijos del pueblo que dieron su vida por una nueva sociedad donde la justicia, la dignidad y los derechos sean una garantía para todas y todos; un sueño que sigue presente hasta nuestros días.
Ver documental: Madera 1965: Alborada de la Rebelión:
* “Nada es Gratuito en la Historia”, Cuadernos de Trabajo Dignificar la Historia III, Cruce de caminos: luchas indígenas y las Fuerzas de Liberación Nacional (1977-1983), Pag. 80.