Posted On 15 mayo, 2020 By In Actividades, corresponsalias With 1610 Views

Corresponsalía abril

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Recibimos la siguiente Corresponsalía del Centro de Estudios de la Casa de los Pueblos.

Oaxaca, México, abril del 2020.


Semanas de trabajo cooperativo, organizativo…Y la lucha sigue.
Compañeras, Compañeros, Compañerxs; además de saludarles, queremos informarles como hemos decidido enfrentar la crisis de enfermedad por la que atraviesan los mundos.


Primero. Estamos conscientes, en diferentes momentos de la historia, los pueblos hemos tenido que enfrentar múltiples epidemias.


Durante la invasión y saqueo de los pueblos de américa por los europeos en el siglo XVI: la viruela, el tifo, el cólera y la sífilis, provocaron una hecatombe demográfica.


En 1812, durante la guerra de independencia, se diseminaron intencionalmente la fiebre y el tifo para diezmar las rutas y sitios de las tropas insurgentes comandadas por José María Morelos.


En Oaxaca, entre 1750 y 1880, se sucedieron plagas y epidemias que diezmaron poblaciones y reorganizaron la distribución de los pueblos, los circuitos mercantiles y las relaciones con las ciudades.


De 1882 a 1921, encontramos registro de las siguientes epidemias: cólera en Chiapas, Oaxaca y Tabasco de 1882-1883, en 1915 el istmo de Tehuantepec; fiebre amarilla en Sinaloa en 1889, 1902 y 1903; peste bubónica en Baja California y Sinaloa en 1902-1903, en Mazatlán el registro fue de 529 muertes; fiebre amarilla en Veracruz entre 1903 y 1905, tuberculosis en 1907, sífilis en 1908, en 1910 sarampión; tifo en el centro-sur, incluida la capital de la república en 1911, 1915 y 1916. En el primer semestre de 1915 el panteón de Dolores registró 9,788 entierros y para 1916 se tenía un registro de 12,149 muertes en la capital; en 1918 la influenza española dejó 500,000 muertos más, en el país.


En relación con las epidemias, los mecanismos de inmunización eran y sieguen siendo precarios y eran y siguen siendo parte del escenario de guerra. Las enfermedades repuntaban por ciclos y se recrudecían según la temporada del año: en frío aumentaba el tifo, con calor aumentaban el cólera, dengue y paludismo. El hambre era y sigue siendo permanente.


Diferentes misivas de generales revolucionarios y de familiares de Emiliano Zapata permiten conocer que de 1914-1915 él estuvo enfermo de algún padecimiento prolongado, que no impidió que la revolución siguiera en movimiento (Pineda, 2013: 56-110).


La revolución del sur generó uno de los más grandes proyectos de salud comunitaria y asistencia a heridos en combate. La medicina de guerra desde abajo, desde las prácticas históricas de los pueblos insurrectos, desde los contingentes de trabajadores de la salud, en las columnas y en los pueblos, en las montañas y los trenes, en el territorio cuerpo de las personas y en el territorio insurgente, operaba con un plan general que organizaba los centros de atención y los hospitales desde la perspectiva revolucionaria para cubrir el territorio liberado. Otra experiencia similar en la historia es el tren-hospital de la División del Norte.


El  Ejercito  Libertador  del  sur  tenía  como  prácticas  de  sanidad  y  atención,  la canalización  de  enfermos  y  heridos  a  hospitales  de  campaña instalados  en  Cuernavaca, Cuautla, Toluca y México; tenía enfermerías en Jojutla y Chiautla, así como puestos de socorro  en  Huitzilac,  Peñón  Viejo,  Iztapalapa,  Mexicaltzingo,  San  Mateo  y  Topilejo, atendidos por médicos, pasantes, estudiantes de medicina, enfermeras y enfermeros, por mujeres, hombres, niños y ancianas que sumaban colectivos, recolectaban, transportaban y eran correos entre los pueblos. Se formaban brigadas sanitarias que también eran comandadas por mujeres como María Guadalupe Muñiz y Dolores G. Pliego que luchaban por el cumplimiento del Plan de Ayala (Pineda y Castro, 2013: 214).


Se colectaban cargas de maíz, ropa, leña, vendajes, medicamentos para los heridos, zacate y cobertores para los hospitales, con obreros y campesinos en Contreras y Morelos. En los diferentes rumbos del territorio se sentaron precedentes del futuro sistema de derecho a la salud que se irá construyendo a pesar de todos los obstáculos del poder. Es así, un aporte de los pueblos, no del Estado.


Emiliano Zapata atendió con mucha dedicación las tareas para resolver las necesidades del colectivo social: auxilio económico, víveres, vestimenta y semillas para sembrar; abasto de leña, forraje y aparejos; resolución de diferendos sobre  tierras,  chinampas,  bosques,  agua,  ganado,  herencias  y  casas  habitación; impartición de justicia, asuntos judiciales, funcionamiento recto de los ayuntamientos, educación y salud; operación de caminos, correo, telégrafo y ferrocarril; comercio, producción de las fábricas de azúcar, fábricas textiles y fábricas de papel, minas,  construcciones.


Cuando hay una crisis, una guerra, enfermedad, quienes padecemos los nuevos mecanismos de control y segregación impuestos por el poder y quienes ponemos los muertos, somos nosotros, los pueblos. Como somos los pueblos los que, a pesar de la precarización y represión generamos alternativas que construyen vida.


Hoy como ayer insistimos, como nos enseñó Zapata; las necesidades del colectivo social se resuelven con organización y lucha; construyendo salud comunitaria, construyendo Autonomía, sembrando la tierra, compartiendo los frutos de la siembra y el trabajo colectivo, que hermana, que nos hace compañeros.

Centro de Estudios de la Casa de los Pueblos.

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